¿Las patas de pollo son realmente tan buenas para tu salud?

Patas de pollo. Cordon Press
  • Era básicamente una comida tradicional de aprovechamiento y estaba cayendo en desuso

  • Ahora resurge de la mano de algunas publicaciones en las redes sociales que hablan de las patas de pollo como un 'superalimento'

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Puede que a algunas personas les parezca extraño, pero las patas de pollo se comían habitualmente (y aún se comen) en muchos lugares de España, donde forman parte de su gastronomía tradicional; por ejemplo, en Extremadura, las dos Castillas, Madrid, Murcia, etc. Se trataba sobre todo de una comida de aprovechamiento que se consumía en otros tiempos en los que costaba mucho más conseguir alimentos. 

Cómo se consumen las patas de pollo

Como ocurre con otras materias primas, las posibilidades a la hora de preparar las patas de pollo son casi infinitas. Pero lo que se ha hecho en España tradicionalmente es guisarlas junto con una base elaborada a partir de otros ingredientes típicos de nuestro entorno: aceite de oliva, cebolla, ajo, tomate, pimiento, pimentón… Así, finalmente se obtiene un guiso sabroso y además con una textura consistente, gracias a la gelatina procedente de las patas de pollo. 

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Por otra parte, las patas de pollo no solo se consumen en España. Son muy populares en otros países, como México o China, por poner solo dos ejemplos. Como podemos imaginar, también en cada uno de estos lugares se preparan de formas particulares. Por ejemplo, en México se utilizan para elaborar sopas o se comen acompañadas de salsa, mientras que en China se fríen o cuecen al vapor para posteriormente cocerlas a fuego lento en una salsa condimentada con judías negras fermentadas y azúcar. 

¿El resurgimiento de las patas de pollo? 

En España las patas de pollo nunca han dejado de consumirse. Pero en muchos lugares han ido cayendo en el olvido. Al menos hasta ahora. Actualmente podemos encontrarlas, no solo en carnicerías de toda la vida, sino también en grandes cadenas de supermercados, donde se venden envasadas.  

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Esta disponibilidad quizá explica cierto resurgimiento en el consumo de este producto, apoyado además por la influencia de otras gastronomías que cada vez tienen más presencia en nuestro entorno, como la cocina asiática. Sin olvidar el creciente interés por los alimentos ricos en colágeno y el peso de las redes sociales, donde este producto se promociona como un “superalimento”. 

Un supuesto 'superalimento'

Según algunas publicaciones, las patas de pollo son un “superalimento” debido, supuestamente a su composición en colágeno. De modo que consumir este alimento nos aportaría infinidad de beneficios, como “mantener la elasticidad y la firmeza de la piel, fortalecer las articulaciones y los huesos, promover la salud del cabello y de las uñas…” Y, en general, “combatir los signos del envejecimiento y mejorar la calidad de vida”, además de otros supuestos beneficios como “mejorar el sistema inmunitario o proteger la salud cardiovascular”. Ahora bien, la realidad es menos espectacular.

Un producto rico en colágeno

Lo cierto es que el interés nutricional de las patas de pollo es bastante escaso en comparación con otros alimentos de origen animal, como la carne de pollo o los huevos, sin ir más lejos.

Hay que tener en cuenta que las patas de pollo están constituidas principalmente por huesos, cartílagos y piel, así que los nutrientes más importantes son las grasas (en torno a un 12%) y, sobre todo, su contenido de proteínas (alrededor del 17%). 

Cuando hablamos de proteínas, hay que considerar que no todas son iguales. Algunas son de mayor interés nutricional que otras porque están constituidas por aminoácidos esenciales, que son aquellos que nuestro organismo no puede sintetizar a partir de los nutrientes que ingerimos en la dieta. Por eso necesitamos comer alimentos que los contengan. Y por eso se dice que la proteína de alimentos como el huevo, la soja o los garbanzos tienen alto valor biológico.  

Sin embargo, las proteínas de las patas de pollo están constituidas fundamentalmente por colágeno (en torno a un 30% del producto), una proteína formada por aminoácidos que no son esenciales (por ejemplo, prolina o hidroxiprolina), es decir, nuestro organismo puede obtenerlos a partir de otros nutrientes. 

Por otra parte, es cierto que algunas partes importantes de nuestro organismo están formadas por colágeno, como los tendones, los huesos o la piel. Pero eso no significa que comer colágeno vaya a suponer beneficios significativos en este sentido. Sobre todo porque cuando comemos colágeno, lo que ocurre durante el proceso de digestión es que éste se divide en los aminoácidos que lo forman y cada uno de ellos es utilizado por nuestro organismo para diversos fines. Entre ellos, puede encontrarse, por ejemplo, la síntesis de piel o tejido conectivo. Pero eso no significa que vayan a utilizarse para “reparar” esas arrugas de nuestra cara que tanto nos preocupan. 

En cuanto al resto de nutrientes, es cierto que podemos obtener cantidades significativas de minerales, como calcio, fósforo o magnesio, si guisamos las patas y comemos el caldo, ya que esos compuestos están presentes sobre todo en los huesos.  

¿Merecen la pena?

Las patas de pollo contienen cantidades significativas de colágeno y de algunos minerales, pero hay muchos otros alimentos de mayor interés nutricional, como los huevos o la carne de pollo que mencionamos antes. 

En definitiva, si nos gustan, adelante. Pero conviene complementar la dieta con otros alimentos más ricos en nutrientes. Y sobre todo es importante no buscar milagros ni beneficios extraordinarios en este alimento ni en ningún otro. Los 'superalimentos' no existen.