Osaka, irasshai Madrid

El experto gastronómico Correcaminos Gastronómico nos habla de la esperada apertura madrileña donde se disfruta de la fusión gastronómica entre Japón y Perú
Moutai, el licor chino milenario en Zalacaín
En japonés, irasshai significa 'bienvenido', y eso es exactamente lo que se siente al cruzar la puerta del nuevo Osaka nikkei madrileño: una bienvenida que combina calidez latinoamericana y precisión nipona. El flamante local, moderno y a la vez acogedor (muy bien diseñado), abre en el corazón de la capital el décimo eslabón de una cadena que comenzó en 2002 en el distrito de Asia, Lima, y que desde entonces ha seducido a Buenos Aires, Punta del Este, Santiago de Chile, Miami, Bogotá, São Paulo, Quito… Ahora, por fin, aterriza en España. Y los próximos destinos ya están en el radar: Chicago y Dubái.
Detrás de esta expansión están Diego de la Puente y Diego Herrera, dos Diegos con una misma brújula: la cocina nikkei llevada a su máxima expresión. En Madrid han querido que la experiencia sea un viaje sin turbulencias, donde la hospitalidad brilla tanto como el pescado.
Estuve en una jornada de presentación que comenzó con un aperitivo que marcaba el tono: base de nori crujiente y pescado blanco acebichado, un bocado pequeño que despertó todos los sentidos. Luego llegó un cebiche de lubina y langostino con wasabi, chispeante y elegante, seguido de un niguiri de salmón que equilibraba grasa y dulzor con una delicadeza de relojería. El Rokoto Aguri —un guiño picante con textura cremosa— me recordó que la cocina peruana sabe bailar con fuego.

El arroz con plátano, langostinos y vieiras fue pura sorpresa: dulzor tropical, mar en estado puro y ese toque meloso que pide repetir, solo una pequeña pega: en mi opinión, este arroz pediría ajustarlo un poco más “al dente”. La merluza negra, reposando sobre palmito y plátano, llegó como un plato de culto, carnosa y sedosa, de esos que uno recuerda días después.
De postre, un trío de sorbetes —mango, hibiscus y pepino— que limpiaron el paladar y refrescaron la memoria. Para acompañar un par de vinos recomendados por César Huanachi, el head sommelier de Osaka Restaurants, un artífice de los maridajes que puso sobre nuestra mesa: un blanco gallego, del Rosal, Pazo San Mauro 2023 que en nariz se abre con esa claridad atlántica que parece recién llovida: lima, flor de azahar, un punto de hierba fresca.

La boca es ancha pero contenida, como si el Miño susurrara en la copa: fruta blanca, acidez exacta, final salino que invita a volver. Es un albariño que no busca el golpe de efecto; se dedica, más bien, a describir su paisaje de granito y brisa con paciencia. En el tinto cambiamos de escenario: un Duero más profundo, de corriente lenta, Quinta Sardonia 2019. Tempranillo en el corazón, pero rodeado de cabernet, syrah y otras voces. Nariz de ciruela madura, tabaco rubio, hoja seca. En boca hay tensión: taninos finos, fruta negra, una acidez que sostiene la amplitud. Es un tinto que no grita potencia, sino que camina largo, dejando un eco mineral que se queda. Vinos que susurran al oído sin robar protagonismo.
El servicio de sala, impecable: cercano, muy profesional, de esos que te hacen sentir que la mesa es un refugio. Como un día escribió Manuel Martín Ferrand: “La buena mesa es un territorio de paz, donde el tiempo se detiene y la conversación se hace música”.
Osaka Madrid no es solo una apertura más; es la confirmación de que la cocina nikkei sigue conquistando el mundo a ritmo de ola. Entra, siéntate y déjate llevar. Un día me dijo Jorge Víctor Sueiro: “cada plato que sorprende es un pasaporte a un país que aún no conocemos”.
Irasshai: bienvenido sea Osaka, a este viaje donde Lima y Tokio se dan la mano, ahora también en el corazón de Madrid, en pleno Paseo de la Castellana.
