Acoso a una estudiante de la Universidad de Vic: “Yo soy la loca, ellos las víctimas”

  • Victoria ha sufrido presuntas agresiones, humillaciones, amenazas y grabaciones íntimas de siete compañeros de la carrera de Fisioterapia

  • La facultad asegura no poder hacer más porque “todo sucede fuera” de sus instalaciones, algo rebatido por testimonios del círculo de la alumna

  • Un cambio de grupo y las intervenciones de los Mossos y un juez no han sido suficientes: “Ahora, 20 o 30 compañeros me miran y hablan mal de mí”

“Desde principios de curso, un grupo de siete chicos me molesta, me insulta a diario, lo que se puede definir como acoso. Vivo en la misma residencia que ellos y se está volviendo demasiado insoportable para mí. Uno de ellos, incluso, me golpeó después de una fiesta. Es por eso que me siento mal en clase”.

Así arranca el correo electrónico con el que Victoria alertó al servicio de Igualdad de la Universidad de Vic, en la provincia de Barcelona. Un relato que rebosa sinceridad y moderación a partes iguales; trataba de dominar la impotencia que sentía, desde la indefensión de quien no quiere echar más leña al fuego del incendio que se había instalado en su vida.

La facultad le respondió con palabras de comprensión, prometiendo una serie de acciones que no han sido suficientes para protegerla de la actitud de los compañeros a los que señala, y cuyos nombres no aparecerán en este artículo, igual que el de la víctima, que ha elegido preservar el anonimato bajo un nombre ficticio. Porque igual que el bullying nunca ha sido “cosa de niños”, este también sucede entre los jóvenes adultos que llenan las universidades.

“Yo soy la loca, ellos las víctimas”

Victoria estudia el grado de Fisioterapia. Lo hace como puede: llora y tiene “ataques de pánico con mucha regularidad”. “Tomo medicamentos por la mañana y por la noche, para levantarme de la cama y para dormirme”, relata la joven francesa, de 19 año, recordando que durante el curso ha tenido “cita con el médico todas las semanas” por ansiedad.

El nudo con el que convive en su estómago y la inseguridad en la que le han sumido los “chicos” (como ella se refiere, también franceses) hacen que ya no pueda concentrarse más en los estudios. Tampoco en clase, donde “mucha de la gente cree” que es “una loca que miente, y que ellos son las víctimas”. De hecho, indica que son “muy manipuladores”.

La denuncia que puso en la comisaría de Vic de los Mossos d’Esquadra el 23 de marzo relata el periplo que atraviesa en la ciudad, famosa por sus embutidos y cuya universidad se nutre, en parte, de estudiantes franceses. En octubre, conoció a un compañero de clase, se dieron un beso, “pero no pasó nada más”. 

Pasados unos días, ella se alejó, no quería tener nada con él, momento en que se desencadenaron las humillaciones e insultos, tales como “puta”; también ladridos cada vez que la ven o pasan por su lado. Él ha liderado el acoso, siempre según el relato de la chica; desde entonces, dos de sus amigos la han agredido. La vez peor fue el 10 de diciembre, cuando del golpe se quedó inconsciente unos minutos. 

Amenazas en la residencia

Fue tras una fiesta en la residencia universitaria de titularidad privada RUVIC, ubicada a menos de 10 minutos a pie y a algo más de medio kilómetro de la facultad. Allí han vivido durante todo el curso, hasta que Victoria se mudó a un hotel pagado por la universidad con su pareja varias semanas, huyendo de la convivencia con sus acosadores.

Antes de ello, la joven los escuchó hablar —y los grabó en audio— sobre “empotrarla contra la palanca de cambios del coche” en la habitación de al lado. “También salían a los pasillos a ladrar para después cerrar las puertas de sus habitaciones”, agrega.

Incluso la residencia alertó a los Mossos d’Esquadra por un episodio que calificaron como amenaza con cuchillo. Las cámaras de seguridad captaron cómo la novia de uno de ellos la intimidó sosteniendo un arma blanca. Los responsables de la RUVIC procedieron a sancionar “a las personas involucradas” y a informar de lo sucedido con un escrito a los estudiantes en el que se comprometían a luchar contra estos episodios. 

“No solo maltratan a esta compañera y a otros, sino que, al parecer, tienen conductas antisociales (xenofobia, misoginia, homofobia, antisemitismo…). Son adultos, pero no lo parecen, y habría que sancionarlos como tales”, resume Carmen Cabestany, presidenta de la Asociación No al Acoso Escolar NACE.

“Dos traumatismos, graves insultos, amenazas con arma blanca, algunas de muerte, filmaciones en ropa interior…”, enumera la experta, que se pregunta “¿todo esto no es suficiente para tomar medidas contundentes? ¿Qué más tiene que pasar?”.

El próximo curso, la residencia ha estimado conveniente que los presuntos acosadores no puedan alojarse en la residencia, tras la insistencia del padre de Victoria. 

La universidad asegura que el acoso solo tiene lugar fuera, algo negado por testimonios

“Ya no puedo dormir bien. Todo esto me provoca mucha ansiedad, trato de trabajar lo máximo posible, pero ya no me concentro”, relataba en los diferentes escritos que dejaban constancia de su situación. “En el primer trimestre, tuve buenas notas, a veces entre las mejores de la clase. Pero en este, me veo chocando directamente contra la pared”.

Y en febrero, Victoria envió al servicio de igualdad de la Universidad de Vic el correo que encabeza este artículo en febrero. En declaraciones a este diario, fuentes de la facultad aseguran que esta activó sus protocolos internos para prevenir nuevos episodios y trató de acompañar a la joven en el proceso, con la intervención de una abogada. 

También abrió un expediente para descartar que se tratara de violencia de género y advirtió de la situación a los profesores, señalan, incidiendo en que han tratado de adaptar las exigencias académicas a las necesidades de Victoria. Y garantizan que “todos los episodios de presunto acoso detectados se han producido fuera de la universidad”, cosa que les deja “poco margen” para actuar contra los responsables. 

Los centros educativos tienen la misma responsabilidad ante el acoso que sucede fuera que dentro: toda. Su obligación es intervenir y, en casos graves como este, deberían expulsar a los agresores

Algo que testimonios del círculo de Victoria niegan. En una práctica en la que debían participar en ropa interior por la naturaleza de los estudios de Fisioterapia, sostiene que la grabaron y lo compartieron en las redes sociales, mientras veía cómo los compañeros con acceso al grupo en cuestión se mofaban.

Repreguntadas por episodios de acoso ocurridos en clase, las mismas fuentes de la universidad han rechazado añadir más información. También defienden haber actuado correctamente y haber hecho “todo lo que está previsto en los protocolos y acciones que van más allá de los mismos”, garantizando también que “lo seguirá haciendo en adelante”. Eso sí, aseguran “no poder expulsar a ningún estudiante sin una sentencia firme de un juez”.

No obstante, la normativa de la universidad prevé posibles “sanciones que se puedan derivar de determinadas actitudes o comportamientos” e indica la obligación de “no discriminar” y “respetar” derechos tales como el honor, la intimidad y la propia imagen de la comunidad universitaria. Un texto que cita el Real Decreto 1.791/2010 de 30 de diciembre, que también recoge dichos deberes y que además obliga a las facultades a velar por ello.

Cabestany censura la posición de la facultad al asegurar que “los centros educativos tienen la misma responsabilidad ante el acoso que sucede fuera que dentro: toda”. “Es responsable del maltrato que pueda producirse fuera si este resulta de las relaciones entre alumnos a su cargo. Su obligación es intervenir y, en casos graves como este, deberían expulsar a los agresores”, apostilla.

Un juez acordó el cambio de grupo, ya tarde

El caso ha llegado a manos de un juez, en una vista que acabó con un acuerdo entre las partes por el que la universidad debía cambiar de grupo a los presuntos acosadores para que no estudiaran con Victoria. A cambio, el sobreseimiento y la promesa de reabrir el caso si así lo pide la estudiante.

Una Victoria que se arrepiente de haber firmado el acuerdo porque lo hizo desde la vulnerabilidad, al no entenderlo (estaba redactado en catalán, no se lo entregaron en castellano y no podía pedirlo en francés), porque así le instaba la abogada y porque no comprendía los pasos que estaba dando.

Me pusieron en el punto de mira de todo el mundo y, a partir de ese momento, los compañeros pensaron que el problema era yo

Y aunque el cambio de grupo redujera las horas que compartía con ellos e hizo que algunos dejaran de intimidarla y humillarla, no lo arregló: “Yo estoy sola, con mi novio y dos o tres amigas, pero hay 20 o 30 compañeros que me miran muy mal, que hablan de mí muy mal, y así también participan de esto”. 

Además, la universidad citó en la misma aula a Victoria y a los jóvenes para los exámenes finales, no sin que se produjera un nuevo incidente: “Uno de ellos me cerró el paso en la fila de asientos donde me tocaba sentarme para hacer la prueba, hasta que alguien le dijo por detrás que parara”. A pesar de todo, ha salvado los exámenes y ha logrado una nota media al de notable.

Y mientras la estudiante cree que el próximo curso la universidad los devolverá a su grupo porque así se lo han transmitido, las mismas fuentes aseguran a este diario que seguirán separados siempre y cuando ella lo solicite. Un gran “alivio” para ella, una vez lo ha sabido.

“Maltrato institucional” de la universidad y de los Mossos

Cabestany suma al “maltrato escolar” contra Victoria el “maltrato institucional” que sufre por la “poca sensibilidad” frente al problema. Asimismo, cree que “las instituciones intentan silenciarla, porque temen que su imagen salga perjudicada”, en referencia no solo a la universidad, sino también a los Mossos d’Esquadra.

De hecho, tanto Victoria como la asociación contra el bullying han presentado un VAR-34, una reclamación contra la policía catalana, ya que, en palabras de Cabestany, “unos y otros miran para otro lado, y los Mossos han tenido una actuación muy cuestionable”.

Acusan a los agentes de presuntamente disuadirla de denunciar, acordar con la abogada de la universidad la imposición de una mediación (algo desaconsejado en casos de acoso escolar), no facilitar la comunicación y negarse a hablar en castellano durante el proceso, falta de interés y de empatía…Incluso de interrogar a los presuntos acosadores en una sala acristalada de la residencia a la vista de todos, para desgracia de Victoria: “Me pusieron en el punto de mira de todo el mundo y, a partir de ese momento, los compañeros pensaron que el problema era yo”.

Sobre la universidad, NACE no comprende “que no actúe inmediatamente y con firmeza” porque “¿qué lección dan a unos y otros con su indiferencia e inacción?”. “A los maltratadores, que pueden seguir maltratando impunemente; a la víctima, que está indefensa; y a los observadores, que la humillación sale gratis”, responde Cabestany. 

“Si la universidad no predica con el ejemplo, está abonando el terreno para que este tipo de conductas se extiendan como una mancha de aceite”, concluye.

Ante la ineficacia de las medidas, Victoria siente que la universidad no prioriza su protección y que trata de forzar su marcha. Ella, en cambio, se niega a hacerlo y, una vez acabado el verano, a finales de septiembre, comenzará su segundo curso; eso sí, con “mucho miedo”.