Reapertura del Everest: ¿Por qué arriesgarse a morir en el llamado 'Infierno Helado'?

Celia Molina 29/03/2016 17:51

Nadie sabe lo duro que puede ser recorrer 800 metros cuesta arriba hasta que intenta, agotado y casi sin oxígeno, coronar la cima del Everest. Si lo pensamos en frío (nunca mejor dicho) ni siquiera es un kilómetro de distancia pero, para los alpinistas que se han retado a sí mismos a llegar a la punta de este 8.000, cada paso, a la altura a la que vuela un ‘Boing’ sobre el nivel del mar, es un esfuerzo sobrehumano.

Mucho más aún cuando al menos 40 cadáveres –de los más de 200 que se acumulan en el denominado ‘cementerio helado’- ‘adornan’ este último tramo de la expedición en su cara Norte. Entre ellos, se encuentra el cuerpo del neozelandés Rob Hall, protagonista de la película ‘Everest’-basada en hechos reales – y uno de los fallecidos de la tragedia de 1996.

Fue en este año cuando las expediciones comerciales – en las que los clientes exigen llegar a la cima sí o sí- comenzaron a estar en auge y, un cúmulo de malas decisiones tomadas en base a los contratos que se habían firmado, provocó la muerte de 14 personas y la incomprensible resurrección de Beck Waethers, quien pasó 30 horas inconsciente en medio de una tormenta de nieve y, milagrosamente, con las manos y la nariz congeladas- congeladas literalmente- pudo levantarse y llegar hasta el campamento 4.

(El botas verdes' y 'El saludador' son dos de los cuerpos que moran en el Everest.)

Hasta hace dos años ésa era la expedición más mortífera de la historia del Everest. Sin embargo, en el 2014 un alud sorprendió a 16 sherpas experimentados preparando la temible cascada de glaciares del Khumbu. 13 de ellos fueron recuperados sin vida y 3 nunca fueron encontrados. Por si no era suficiente, el terremoto que azotó Nepal el año pasado mató a otros 22 montañistas (causó otro alud que llegó hasta el campamento base) batiendo así el récord de víctimas que han perecido en la Gran Cumbre en un sólo día.

Este año, subir por la vertiente sur del Everest cuesta hasta 80.000 euros

Estos dos acontecimientos provocaron que las autoridades decidieran suspender las expediciones durante dos años. Ahora, los permisos han vuelto a otorgarse, si bien, se ha aumentado el precio de la ascensión: 30.000 euros por la parte norte y hasta 80.000 euros por la vertiente sur. El 2016 será un año crucial para que las empresas que dirigen a los alpinistas sigan en funcionamiento pues éstos, dentro de lo que cabe, van a pagar por una

No nos engañemos. Ningún precio asegura que, quien decide enfrentarse a esta montaña, vaya a salir con vida. ¿Por qué subir, entonces? ¿Por qué escalar mientras esquivas los cadáveres de aquellos que perecieron y que siguen estando la vista?... La respuesta sólo está ahí arriba.