Elisa Molina, maestra de educación infantil y coach familiar: "Las relaciones entre hermanos son el primer laboratorio social que tienen los niños"

¿Qué hacer cuando la relación entre hermanos es difícil? Esta experta en familias trabaja en la relación y las posibles soluciones a los conflictos en familia
Cómo gestionar las peleas entre hermanos, según una experta en crianza: "Al etiquetarles les estamos enfrentando"
En casa de Pablo, Lucía y Hugo siempre hay conflictos y discusiones entre hermanos. Las peleas son habituales: por la música, los espacios, los dibujos o incluso por el tiempo con los padres. ¿Te suena de algo? Si tú has sido uno de esos hermanos o si tienes hijos que están pasando esta situación, no te vayas, porque esta entrevista quizá te ayude a afrontar esta situación. A través del cuento 'Hermanos' (Carambuco ediciones, 2025), una historia cercana y cotidiana, se explica cómo los hermanos pueden aprender a expresar lo que sienten y a resolver los desacuerdos sin gritos ni enfados. Parece imposible pero sí.
Quien está detrás de este cuento es Elisa Molina, maestra de educación infantil, especialista en educación positiva, conexión familiar y comunicación eficaz que en 2016 lanzó el portal Educar en Calma y ha escrito ya tres cuentos infantiles: 'Con un susurro basta', 'Cerebro de monito' y 'Hermanos'. Le acompaña en esta aventura la dibujante Marta Costa, quien pone color y forma al texto y a la idea. Realizamos esta entrevista para entender mucho mejor cómo hay que abordar la relación entre hermanos y los conflictos que pueden surgir.
Preguntas: Las relaciones con los hermanos no suelen ser fáciles. ¿Es normal cierto grado de discordia? ¿Cuándo es necesario mediar y cuándo no?
Respuesta: Sí, es completamente normal. Las relaciones entre hermanos son el primer laboratorio social que tienen los niños, ahí ensayan cómo compartir, cómo esperar turnos, cómo resolver conflictos… Pensemos que el roce hace el cariño, pero también hace rozadura… Un cierto grado de discordia no solo es normal, sino que es sano. Los padres tenemos que estar presentes y darles sostén, sin dejarlos solos, hasta los 3-4 años, y debemos actuar siempre cuando veamos daño físico, humillación o bloqueo emocional. Cuando es un desacuerdo cotidiano —siempre que estén seguros— podemos acompañar desde cerca sin intervenir, ver qué estrategias ponen en juego, cómo tratan de convencerse, de “ganar” y conseguir el objetivo que tienen (ese coche rojo que es chulísimo al que nunca le habían hecho caso, pero que, ahora, que lo mira el hermano…). Pensemos que en esos momentos ellos están desarrollando habilidades muy valiosas.
P: ¿A qué edades suelen suceder los primeros problemas?
R: Los primeros choques suelen aparecer entre los 2 y los 4 años, cuando surge la necesidad de “lo mío” y todavía no tienen habilidades para negociar.
P: ¿Cómo debemos acompañarlos?
R: Con límites claros. Pensemos que es necesario protegerlos a ambos y que los límites siempre les den seguridad. Así que frases como “esto sí”, “mejor prueba esto” o “es difícil y estoy aquí contigo”, les proporcionan seguridad. Con lenguaje sencillo para poner palabras a lo que sienten: “Quieres el juguete y te enfadas, y tu hermano también lo quiere”. Con mucha presencia adulta al principio, para mostrarles cómo se resuelven los conflictos sin gritar, sin castigos y sin perder la calma.
P: Muchas veces detrás de estos conflictos hay celos. ¿Qué es lo más recomendable para trabajarlos? ¿Se puede hacer un trabajo previo?
R: Los celos son una emoción natural cuando llega un hermano. No son un problema: son un mensaje. Es normal sentir miedo por si pierdo mi posición, mi lugar, la atención de mis personas de referencia. Lo más recomendable es validar esa emoción, no negarla. “Es normal que te sientas así, ahora tu hermano necesita mucho tiempo con mamá y estamos aprendiendo juntos”. Y sí, se puede hacer un trabajo previo: prepararles para la llegada del bebé con relatos, cuentos y rituales familiares. Implicarles en pequeñas tareas del día a día y, sobre todo, asegurarles que su lugar en la familia no cambia: el amor no se divide, se multiplica.
P: Como dices, las peleas van a surgir y los padres se sienten ahí perdidos y sin saber cómo actuar. ¿Qué es lo más recomendable?
R: Lo más recomendable es mirar la situación sin ponerse de parte de nadie, porque si tomamos partido, alimentamos la rivalidad. Claro, esto siempre antes de que lleguen a las manos y hay que tener en cuenta que los niños son muy rápidos. Por lo tanto, nuestra presencia va a ser muy importante. Tres claves muy sencillas. Mi calma es su calma: si yo estoy en calma, ellos se regulan mejor. En segundo lugar, describir lo que vemos sin juzgar: “Veo que los dos queréis el mismo juguete”. Y, en tercer lugar, acompañar para que lleguen a una solución conjunta: no imponer, sino preguntar tratando de buscar soluciones, guiar. Cuando ellos encuentran la salida, fortalecen el vínculo. Por ejemplo: “¿cómo podríais hacerlo para que los dos pudiérais disfrutar del coche rojo?”. Al principio tendremos que aportar ideas: “Se me ocurre que primero uno y, luego, el otro”, “podríamos poner turnos de cinco minutos”, “¿qué tal si tú juegas con el coche y, mientras yo estoy contigo montando el tren, y luego nos cambiamos?”. Así aprenden a dar opciones y buscar soluciones.
"Cada hijo merece sentirse visto y escuchado de manera individual"
P: El objetivo es que la relación sea de colaboración. ¿Es muy complicado? ¿Hay trucos para que no vivan desde la competitividad?
R: No es complicado, pero sí requiere intención por parte del adulto. Los niños colaboran cuando sienten que cada uno es valioso de forma única y que no tienen que competir por nuestra atención. Algunos trucos muy efectivos son evitar comparaciones, incluso las positivas, que sé que van siempre con muy buena intención, pero pensemos detenidamente, cuando un niño pequeño escucha “mira qué bien lo hace tu hermana”, él no está pensando “voy a hacerlo como mi hermana”. Posiblemente este pensando “ella es mejor que yo. A mí no me miran igual. A mí no me quieren”. Fomentar tareas compartidas donde todos ganan también es otra opción. Que ellos se apoyen, se ayuden, que estén juntos ayuda... Y también hablar en términos de equipo familiar: “Aquí nos ayudamos, aquí nos cuidamos”.
P: Los padres buscan ser justos, pero no pueden llegar a todo. ¿Se puede ser justo en la crianza? ¿Cómo hacerles ver que cada uno tiene su espacio?
R: La justicia en la crianza no es dar lo mismo a todos, sino dar a cada uno lo que necesita. Los niños lo entienden muy bien cuando lo explicamos desde el amor: “Yo estoy para ti, y también para tu hermano, aunque no siempre a la vez”. Crear ese sentimiento pasa por buscar momentos individuales, aunque sean cortitos, en exclusiva con cada hijo; llamar a cada uno por su nombre, no como “los niños”; tratar de no confundir los nombres también ayuda y respetar sus ritmos, sus gustos y sus formas de estar en el mundo. Cada hijo merece sentirse visto y escuchado de manera individual.
P: Sobre las posesiones y los espacios de cada uno, ¿qué se puede hacer para que lo respeten?
R: Es importante enseñar que respetar las cosas del otro es respetar al otro. Podemos definir espacios comunes y espacios privados, nombrar qué objetos son compartidos y cuáles no, darles frases guía: “Si no es tuyo, pregúntale”, “si está en su cuarto, esperas a que te diga que sí”. Cuando sienten que el adulto respeta sus cosas, ellos también aprenden a hacer lo mismo con las de los demás. Realmente, en el día a día, tenemos muchas oportunidades para trabajar la relación entre hermanos de nuestros hijos y formar equipo con ellos nos hará ser una familia unida llena de valores y momentos que recordarán en su cabeza y, sobre todo, en su corazón.
