"Me gusta dar la espalda al infinito y mirar a la Tierra con las luces del traje apagadas"

Antonio Ayuso* 13/04/2016 16:29

Pero allá arriba hay cosas que se echan de menos. Sobre todo, "una buena ducha". Y "una cama con su manta que pese". Sus hijos no le piden regalos a su vuelta porque, dice, "saben que, aunque quisiera, me resultaría difícil bajarles una estrella". Kotov está en Madrid para conmemorar el 55 aniversario del primer vuelo tripulado (Yuri Gagarin, 1961) y hemos hablado con él.

¿Cómo alguien que estudia medicina resulta ser uno de los astronautas con un mayor número de horas de vuelo?

Mis primeros estudios fueron en medicina, pero enseguida estudié también ingeniería y además soy piloto. Como médico trabajé en el Yuri Gagarin Training Centre (GCTC), siguiendo el entrenamiento de los astronautas. Estando allí surgió la oportunidad y me seleccionaron.

¿Quiso ser astronauta desde pequeño?

Claro, como todos los niños de mi edad. En aquellos años, estoy hablando de los setenta y ochenta, los vuelos tripulados tenían mucha repercusión en Rusia, así que todos soñábamos con subir allá arriba.

Seis paseos espaciales es algo impresionante. ¿Cómo es flotar en el Espacio con la Tierra allá abajo y el infinito del otro lado?

Es una de las tareas más reconfortantes. Hay que tener en cuenta que el trabajo se suele hacer durante los periodos en los que la ISS está iluminada por el Sol. Así que, después de trabajar tres cuartos de hora, tienes otros tres cuartos de hora para ti. Me gusta alejarme lo más posible, dándole la máxima longitud a la cinta de seguridad, dejando la Estación a mi espalda y encarando a la Tierra. Suelo además apagar las luces del traje. Todo se queda entonces verdaderamente a oscuras. Es una sensación muy especial.

Suena muy bien…

Lo de la oscuridad es especialmente agradable. Ten en cuenta que dentro de la ISS siempre hay luces por todas partes: pantallas, ordenadores, LEDs… siempre hay algo parpadeando en torno a ti.

Uno de aquellos paseos duró más de ocho horas, ¡una jornada laboral terrestre completa! Imagino que tuvo que alimentarse durante el paseo con suero o comida liofilizada…

No podemos comer durante un paseo espacial. Lo que sí podemos hacer es beber. Pero el depósito apenas contiene medio litro de agua.

Parece una experiencia físicamente muy exigente...

Lo es. De hecho, después de un paseo espacial sueles estar al menos dos días completamente exhausto. No puedes hacer nada salvo descansar. Afecta especialmente a las manos. Es difícil trabajar con los guantes presurizados.

Uno de los proyectos en los que he trabajado como ingeniero, el ATV, incluía la fabricación de los depósitos que llevan agua a la Estación Espacial Internacional (ISS). Dado que se acopla a un módulo ruso, debíamos cumplir las especificaciones del agua potable rusa, que es diferente a la estadounidense. ¿Sigue siendo así?

Cierto. Hay dos tipos de agua en la ISS. La rusa se potabiliza con plata. La americana, con yodo. Así sigue siendo. Si juntas las aguas, el yodo y la plata precipitan formando una sal. Así que cada uno bebe su agua.

¿Qué es lo que más ha cambiado? ¿En qué hemos avanzado más?

En que trabajamos en cooperación internacional, de tal modo que somos capaces de hacer misiones de larga duración, con tripulaciones formadas por miembros de distintas nacionalidades. Algo que en los primeros tiempos era obviamente impensable.

¿Y en qué menos? Resulta sorprendente, por ejemplo, la capacidad de los lanzadores de aquellos años…

Efectivamente, el lanzador es el elemento en el que hemos conseguido un menor avance. Seguimos utilizando propulsión química. El resto de los subsistemas, como la aviónica, los materiales, las comunicaciones, el guiado y la navegación, han progresado mucho.

¿Cuál ha sido el momento más emocionante de su carrera?

Ninguno en particular. Todos son increíblemente estimulantes. Cada vuelo, cada entrenamiento, cada llamada a casa desde la ISS… Es un trabajo interesante, todos los días haces algo nuevo. Soy incapaz de quedarme con un momento en concreto.

¿Y el más estresante? ¿Quizá cuando tuvo que hacer manualmente el acoplamiento de la Soyuz a la ISS?

He tenido que hacer el acoplamiento manual en dos ocasiones. Y una recolocación dentro de la ISS, de un puerto a otro, también manualmente. Sin embargo, no diría que he pasado momentos estresantes. Por supuesto que fueron complicados. Y de mucha responsabilidad. No es fácil asumir que la ISS y el trabajo de miles de ingenieros depende de cómo hagas tú el tuyo. Pero no diría que fueron momentos de estrés.

¿Y lo que más ha echado de menos?

La ducha (risas). Seis meses a base de toallitas húmedas se pueden hacer muy largos.

¿Más que los árboles o los paseos por el parque?

Sin duda se echa más de menos una ducha. Y la cama, una buena cama, con su almohada y su manta (risas).

¿Qué tal se lleva lo de despedirse de su mujer? ¿Sus hijos le piden que les traiga un regalo de la ISS?

Estamos siempre juntos cuando no vuelo. Y no, no esperan regalos de la ISS (risas). Saben que, aunque quisiera, no puedo bajarles una estrella.

En otro de sus vuelos llegaron a ser nueve astronautas en la ISS y el Shuttle no estaba disponible. ¿Cuáles eran los protocolos en caso de emergencia con tanta gente? ¿Había suficientes Soyuz para cubrir la evacuación en caso de fallo?

En aquella ocasión nos juntamos nueve astronautas porque hicimos dos relevos de la antorcha olímpica. Había americanos, rusos, japoneses y europeos. Uno de los relevos fue dentro de la estación pero el otro intercambio lo hicimos durante un paseo espacial. Fue emocionante. La antorcha volvió a la Tierra al día siguiente, camino del pebetero de Sochi, en Rusia, para la inauguración de los juegos olímpicos de invierno del 2014. En cuanto a la seguridad, estábamos cubiertos porque durante esos días tuvimos tres Soyuz acopladas a la Estación, y cada nave puede alojar a tres personas.

Usted acompañó en uno de sus vuelos a Charles Simonyi, el turista espacial húngaro, ¿cuál es su opinión sobre el turismo espacial?

Charles Simonyi es un tipo estupendo. Ha dedicado parte de su tiempo y de su dinero a subvencionar instituciones científicas. Durante su estancia en la ISS llevó incluso a cabo algunas tareas de apoyo a la tripulación. Pero mi opinión es que el turismo espacial debería estar separado de los programas gubernamentales. Debería ser una industria dedicada a sus hoteles, sus lanzadores y sus vehículos especialmente diseñados en torno a la experiencia del turista espacial, y no a los fines científicos y tecnológicos que priman en los programas como la ISS. La experiencia suele resultar, de hecho, bastante frustrante para el turista espacial. La realidad del día a día allá arriba es muy diferente a la que se ve en las películas. Desde mi punto de vista, son dos mundos diferenciados que deberían tender a su especialización.

Dicen que desde allí no se ven las fronteras. ¿No le resulta aún increíble que nos hayamos puesto de acuerdo en hacer de la ISS un proyecto conjunto?

Estoy absolutamente de acuerdo. La Estación es un gran sistema creado a partir de pequeños programas nacionales espaciales. La cooperación conseguida es un hecho admirable.

¿Cuál es nuestro próximo gran reto? ¿Marte? ¿La Luna?

Iremos… a algún lado. A cualquiera. A un asteroide. A la Luna.

¿Hay que volver a la Luna?

La Luna sería un buen paso para ganar experiencia en exploración. Podríamos aprender, por ejemplo, a poner en marcha un campamento en la superficie planetaria. Adquirir las capacidades necesarias para encarar con ciertas garantías el siguiente viaje: Marte.

¿Cuál es su próximo reto?

Espero mi asignación a otra misión. Y… ya veremos. Nunca se sabe.

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*Antonio Ayuso es Ingeniero Aeronáutico y lleva más de veinte años trabajando en el sector Aeroespacial. Tiene una amplia experiencia en sistemas espaciales en general y en los que controlan la actitud y la órbita de los satélites en particular.