Sonia vive con trastorno dependiente de la personalidad: "Tengo miedo constante al rechazo"

Sonia tenía 28 años cuando por fin puso nombre a lo que llevaba viviendo desde la adolescencia: trastorno dependiente de la personalidad (TDP), una condición que afecta a menos del 1% de la población.

Ahora, con 33 años, Sonia acude a un grupo de apoyo online y recibe terapia psicológica individual, sintiéndose menos sola y aprendiendo a gestionar retos que hace años, eran imposibles. ¿Su gran aliada? La información. “Saber más sobre el TDP, por eso quiero contar un poco en qué consiste. Estoy segura de que si hubiese conocido a alguien como yo a los veinte años, el camino habría sido muchísimo más fácil”, comparte con Yasss.

Qué es el trastorno dependiente de la personalidad (TDP)

“Siempre me sentí frágil”, explica Sonia, “y creo que eso resume mucho el TDP. Te autoconvences de que necesitas que te cuiden, pero cuidar para mí no significa lo que significa para otra gente porque para mí cuidar es algo extremo”.

Al preguntarle qué significa para ella la palabra ‘cuidar’, comparte varios ejemplos: “yo no puedo tomar decisiones. Dudo, me paralizo, me boicoteo. Me quedo en blanco y puedo tener hasta un ataque de pánico. Y esto hace que todo, absolutamente todo, lo deje en manos de otras personas, generalmente mi madre y mi hermano, que son mi pilar fundamental”. Ambos familiares han acompañado a Sonia en su proceso terapéutico asistiendo a terapia familiar, algo que ha mejorado mucho la relación entre ellos.

“Pero igual que he dejado que mi madre y mi hermano me cuiden, también he dejado que otras persona que no me quieren lo hagan. He tenido muchas relaciones horribles en las que aprovechaban mi dependencia para utilizarme y maltratarme. Salí con un compañero de trabajo cuando tenía 25 años y empezó la peor época. Por eso empecé a ir al psicólogo después, y tras mil vueltas, supe que tenía TDP”, recuerda.

Como Sonia ha compartido, uno de los principales rasgos del trastorno dependiente de la personalidad es la necesidad de reafirmación ajena. Es decir, exigir a los demás que asuman responsabilidades o que ofrezcan un cuidado constante, sintiendo indefensión en momentos de soledad.

El miedo al rechazo en palabras de Sonia

“Ahora se habla mucho de dependencia emocional, pero imagínatelo al extremo. Así soy yo. Es un miedo constante al rechazo. Ahora mismo he avanzado, me ha costado Dios y ayuda, pero he avanzado, pero mi autoestima es… Inexistente”, confiesa Sonia. “Y como me da tanto miedo perder el apoyo, cedo y cedo y cedo, y a veces cedo en cosas que suponen hacerme daño”.

Al preguntarle por la necesidad de complacer a los demás, Sonia recuerda una anécdota: “dejé a un amigo de la universidad 2.700 euros para que no dejase de ser mi amigo. Dicho así suena bestia, pero él me iba pidiendo dinero porque decía que sus padres pasaban de él y que no tenía a nadie, y yo se lo dejaba. No quería hacerlo, de verdad, pero era incapaz de decir que no”. 

La relación con aquel amigo acabó, lo que le hizo sentirse completamente desolada, “así que hice lo que siempre he hecho… Buscar a otra persona”, comparte con una risa autocrítica. “No tiene gracia, lo sé, pero si no me río de mi… Pero sí, tengo un patrón. Confío en alguien, dejo que me cuide como si fuese mi madre o mi padre y yo un bebé y pasan dos cosas: o se agobia de mí con razón, o se aprovecha de mí. Luego esa persona se aleja, yo siento un vacío gigante y busco a otra persona”. Sin embargo, a día de hoy, Sonia ha aprendido a confiar solo en las personas que realmente pueden ayudarles y, sobre todo, a ser un poco más independiente, “pero me cuesta. El TDP no es una gripe que se cura y se te pasa. Es algo que me va a acompañar toda la vida”.

La importancia de pedir ayuda cuando sufres dependencia emocional

La situación de Sonia, tal y como ella ha compartido, es un extremo, pero ella tiene algo claro: “tienes que hacer algo aunque no estés en el punto en el que estoy yo, porque no sabes hasta dónde puedes llegar ni cuánto puedes empeorar”, reflexiona.

Si yo hubiera ido al psicólogo mucho antes, te hablo de cuando tenía diez años, igual podría haber frenado esto. Pero no fui porque en aquel momento casi nadie iba al psicólogo y menos por este motivo. Pero sufrí. Mis padres empezaron a tener problemas que no quiero contar, porque solo hablo de ello en terapia, y yo empecé a sentirme como antes te decía… Frágil. Y fue a más, porque no decía a nadie. Tuve un novio, se agobió, me dejó, me intenté suicidar, y lo más que pasó fue que me llevaron a un psiquiatra que me echó la culpa. Y me entró mucho miedo de pedir ayuda psicológica porque pensaba que eso era lo que iba a recibir siempre, insultos y culpa. Así que aguanté y aguanté, y llegó un punto en el que todo se fue a la mierda”, relata Sonia.

“Con 28 años yo estuve fatal, pero también empecé a mejorar porque encontré ayuda. ¿Cómo estaría ahora si hubiese encontrado esa ayuda antes? Pues no lo sé, pero yo no puedo cambiarlo. Otras personas sí que están a tiempo de hacer algo. No es normal vivir con esa dependencia y no necesitas tener un TDP para que te tomen en serio”, finaliza.

Si la dependencia emocional afecta a tu salud mental o a tu vida, y no sabes gestionarla, busca orientación psicológica.