Estamos más conectados que nunca gracias a las redes sociales, pero una sensación de aislamiento pulula por el aire. Aunque podemos hablar con cientos de personas a través de una foto de Instagram, la realidad es que muchas veces estamos solos detrás de la pantalla del móvil. Esto se acentúa todavía más en la generación Z, que prácticamente nació con un smartphone debajo del brazo.
Mejor no ser tan fatalista. Los tiempos avanzan y la forma de socializar lo hace con ellos, dándonos nuevas vías de comunicación que no son ni peores ni mejores. Lo que es innegable es que muchos de nosotros nos sentimos bastante ridículos cuando queremos hacer amigos a partir de los 18 años.
Cuando somos niños cualquier excusa es buena para conocer gente, pero cuando crecemos empieza a asaltarnos el miedo al ridículo. Nuestro cerebro desarrolla una especie de moderador o director de orquesta que juzga cada movimiento. "Estás sonriendo demasiado, van a pensar que eres un pesado", "estás demasiado serio, van a pensar que eres un borde", "estás mirando demasiado a los ojos, van a pensar que eres un acosador", "no estás mirando a nadie a los ojos, van a pensar que pasas de todo", y así con cada pequeño detalle.
Autorregular nuestra conducta es necesario, ya que permite adecuarnos al contexto. No es lo mismo contar un chiste negro delante de gente con la que tienes confianza que con gente a la que acabas de conocer. El problema es cuando esta autorregulación domina nuestra vida social. Analizar todas tus expresiones faciales, todas tus frases y todos tus comportamientos provoca un desgaste mental tremendo.
Saul está cansado de darle vueltas una y otra vez a cómo hacer amigos, pero no puede evitar sentirse aislado. Teme que esta situación se alargue durante toda la carrera y por eso ha acudido a mí:
"Buenas, mi nombre es Saul y te escribo para desahogarme y ver si me puedes dar algún consejo. En septiembre de 2018 empecé la universidad, concretamente ciencias ambientales. Yo estaba muy emocionado porque pensé que iba a hacer amigos de esos que duran para toda la vida y que habría muy buen rollo, pero no es así.
La gente de mi clase va a su bola y hay algún grupito que ya está hecho pero que también pasan del resto. Luego mis compañeros de piso también tienen su vida y sus amigos, y como que no me dan mucho pie a socializar con ellos.
Todos los días son iguales. Llego a clase, me siento donde pillo y hablo con la gente, pero de cosas tontas y banales. No me llevo mal con nadie, pero tampoco puedo decir que sean mis amigos, porque no conozco nada de sus vidas ni ellos de la mía.
Me siento muy aislado y me da miedo que el resto de años de universidad sean iguales. ¿Qué puedo hacer?"
Hay algunos consejos que pueden resultar útiles a aquellos que estéis viviendo lo mismo que Saul:
Y lo más importante es que seas siempre tú mismo. No cambies para agradar a los demás y tener un grupo de amigos sólido, ya que si finges tarde o temprano se descubrirá el pastel y acabarás como al principio. Conócete, acéptate y después muéstrate al mundo sin máscaras.