Descubrí a los 16 años que mi padre era gay

Mi nombre es Amaya y soy de un pueblo pequeñito de Vigo (Galicia). Ahora tengo 17 años y estoy terminando segundo de bachillerato y en septiembre me gustaría mudarme a Santiago para empezar la universidad. Como veis, soy una chica normal con una vida normal, pero mi familia es un poco "diferente".

Siempre pensé que mi vida era normal, no se me ocurre otra palabra para describir mi infancia. Mis padres trabajaban en Vigo y yo iba al instituto allí. Salía con mis amigos, iba a la biblioteca, lo habitual. Y en casa las cosas también eran así.

A veces veía en las noticias casos de violencia de género o mis amigos me contaban las movidas de sus padres y yo me sentía afortunada porque ellos se querían, jamás se faltaban al respeto y nunca faltó amor. Puede que por eso me tomase tan mal su divorcio.

Fue algo repentino para mí. Un fin de semana mis padres me dijeron que no hiciese planes que tenían que hablar conmigo. Nos sentamos en el salón y me dijeron que iban a separarse. A mí me dio un ataque de ansiedad. Me quedé sin aire y me puse a llorar. No me lo esperaba y lo afronté muy mal. Creo que por eso mis padres decidieron no contarme el verdadero motivo del divorcio en ese momento.

Me dijeron que eso no cambiaría la relación que tenían conmigo, que no me preocupase que no habría malos rollos ni nada y que lo harían todo de la forma más fácil para que no sufriese. Yo quería saber el porqué, pero dijeron que eran "cosas que pasan".

Durante los meses que duró la separación noté que me ocultaban algo. Se callaban cuando yo entraba en la habitación y había mucho secretismo y tensión con otros familiares. Cuando ya se formalizó todo lo del divorcio, me dijeron la verdad. Yo sabía que mi madre había ido a un psicólogo para poder gestionar el estrés, pero al parecer habían ido durante unos meses los dos juntos. El psicólogo les aconsejó ser sinceros conmigo y por eso me contaron lo que estaba pasando. Además, yo me iba a enterar tarde o temprano. Resulta que mi padre era gay.

Cuando lo dijeron yo pensé que era una broma. Me esperaba cualquier cosa menos eso. Pensaba que había cuernos de por medio o cualquier otra cosa. No me lo podía creer. Me gustaría poder hablar de ese momento, pero es que tengo lagunas. Recuerdo que mi mente se quedó en blanco, como si estuviese viendo una película. No sabía qué decir y creo que no dije nada. Necesitaba asimilar ese bombazo.

Días después empecé a digerirlo. Tenía muchas preguntas: desde cuándo era gay, por qué se había casado y tenido una hija con una mujer, si había conocido a algún hombre, qué pensaría la gente, si mi madre lo sabía, etc. Mis padres fueron resolviendo todas estas dudas poco a poco.

Mi padre siempre fue gay. Esto no es como querer teñirte el pelo, que un día te apetece y lo haces. Él siempre se había sentido atraído por los hombres, pero se lo negó a si mismo. Una vez lo habló con mi abuela, pero ella le dijo que eso eran tonterías y que no se lo dijese a mi abuelo porque le podía afectar a su salud. Creció en un ambiente homófobo y ocultó quién era.

Cuando mi abuela murió el año pasado, mi padre le dijo la verdad a mi madre. Fueron a un psicólogo de parejas. Aunque querían "arreglar las cosas", ser gay no era un problema que solucionar. Simplemente él es así y ninguna terapia cambiará eso. Por eso decidieron divorciarse.

Poco a poco empezaron a contárselo a la gente. Primero los familiares más cercanos y luego el rumor se expandió. Algunos familiares no hablan a mi padre, otras personas hacen como si fuese mentira, como si en realidad fuese hetero y se hubieran divorciado por diferencias de opiniones.

Al principio yo estaba enfadada. No entendía qué pasaba y culpaba a mi padre por mi dolor. No me dolía que fuese gay, me dolía que hubiese mentido durante tanto tiempo. No quería verle ni hablar con él. Cuando mi madre me explicó todo y tras ver un psicólogo para gestionar la situación, dejé de sentir rabia. No podía enfadarme con una persona que había mentido durante toda su vida por agradar a los demás.

Mi padre me pidió perdón muchas veces, pero no había nada que perdonar. Él es así y se merece ser feliz. Soy yo la que tiene que pedirle perdón por no haberle entendido y por haberme enfadado. Eso quiero hacer con este testimonio.

También quiero pedir a la gente que es como mi padre que no se avergüence. Al principio puede ser difícil, pero las cosas mejoran. Ojalá algún día todos podamos vivir sin miedo, y eso es lo que está haciendo mi padre ahora mismo, aunque haya tenido que esperar 42 años".