La música española se 'italianiza' en Benidorm buscando emular el éxito del Festival de San Remo en Italia

  • El festival de Benidorm resurge con la intención de imitar el éxito de San Remo

  • El certamen italiano es un acontecimiento social inimitable, que moviliza a todo el país

No pasa nada, es hora de decirlo. España siempre quiso ser un poco Italia. Durante mucho tiempo ocultamos ese complejo de sentirnos inferiores llevándolo al terreno de la rivalidad. Nos llegamos a engañar incluso con un punto de tirria, como el que le coge manía a la novia de su ex. Siempre por ahí, con el país hecho un desastre, y saliendo en todas las fotos. Italia, sin tomarse a sí misma en serio, consigue al menos que la escuchen. No como a nosotros, que nos pusimos muy dignos cuando creímos dejar de ser el cuñado de provincias de Europa. ¿Por qué ellos sí y nosotros no?

Estas cosas obligan a uno a actuar desde la raíz. En los sesenta Italia era un país vibrante, moderno de verdad. Es decir, tenía dinero. Estados Unidos le había untado de dólares para que no cayera en la órbita comunista durante la Guerra Fría. Y a ellos la Transición les llegó veinte años antes que a nosotros. Del mundo de la cultura brotaban ideas e imaginación. Fellini, Moravia, Pasolini, Antonioni, Umberto Eco, Rossellini, Dario Fo, Ugo Pratt… En la música, para canalizar el torrente en cultura pop, lanzaron el festival de San Remo en 1951.

San Remo era una localidad turística, en la frontera con Francia, en la que veraneaban las clases acomodas de Milán y Turín, la Italia bien. El festival, que servía para elegir al candidato en Eurovisión, se celebraba en febrero para revitalizar una ciudad muerta en invierno. España entonces, en pleno franquismo, ni competía en el certamen europeo. El apogeo de San Remo llegó, como en el resto de Italia, en los sesenta. Por allí pasaron Adriano Celentano, Mina o Lucio Battisti, los transgresores de la época. Celentano ganó en 1970 con una canción llamada ‘Chi non lavora, non fa l’amore’ (quien no trabaja, no hace el amor), equivalente a la actual adoración de la teta.

En España todo esto gustó. Y lanzamos nuestra versión de marca blanca, el festival de Benidorm. Era 1959, a punto de entrar en la era del 600, el boom del turismo y el ‘Spain is different’. Benidorm sería la meca del dominguero madrileño, las suecas, Raphael y Julio Iglesias. Al menos ellos supieron subirse a la ola del éxito. Pero la edición española siempre nos pareció un calco apolillado de San Remo.

La España moderna pasa, Italia siempre es fiel a San Remo

Uno y otro festival han tenido sus altibajos. Pero resulta curioso que cuando realmente llegó el color a España, con la Transición, comenzó el declive de Benidorm. Italia ya estaba en ese momento de bajón. Nos mandaron a Raffaella, que pasó mil veces por San Remo, y nos pegamos la fiesta en otros lugares. En Italia, que siempre ha tenido menos remilgos, no esquivaron su celebración musical más popular ni siquiera autores de culto como Franco Battiato.

Aunque no todo fue desenfreno. La ‘canzone’, por naturaleza, es romántica. En los ochenta y noventa llegaron Eros Ramazzotti, Albano y Romina, Ricchi e Poveri, Andrea Bocelli o Laura Pausini. Con sus más y sus menos, San Remo siempre ha modelado la cultura italiana. Los grupos tratan de adaptarse al estilo del certamen como único trampolín hacia la fama. Quien no está en San Remo no existe. La semana del festival el país se paraliza, no se habla de otra cosa, los periódicos le dedican sus portadas, la política se olvida y las audiencias superan el 60%, como cuando se emitía en blanco y negro.

En los últimos años supieron captar de nuevo por donde se movía la tendencia. En 2019 ya estuvieron a punto de ganar Eurovisión -adonde va el vencedor de San Remo del año anterior- con Mahmood, un chico milanés de padre egipcio salido de X Factor. Y el año pasado lo logró el rock andrógino de Maneskin, que acaba de triunfar en el mítico programa estadounidense Saturday Night Live. Su éxito en un año se ha disparado.

Un festival para copiar el éxito italiano

Cómo no recuperar, entonces, el Festival de Benidorm para imitar el éxito. España, que adelantó por la izquierda a Italia hace ya unos cuantos años en el manual de modernidad, donde los fenómenos musicales televisivos han movilizado a los más jóvenes y cuya cultura musical indie está mucho más desarrollada que la italiana. Benidorm ha querido ser de nuevo San Remo. Incluso su máxima estrella, Rigoberta Bandini, suena a italiano, aunque sea ella misma quien ha elegido cambiarse el nombre y dejar de ser Paula Ribó.

El show, el más mediático celebrado en España para la ocasión de los últimos años, tiene mucho de italiano. Se ve en el estilo, como en el de Rayden, muy cantautor canalla, a lo Vinicio Capossella. O en el de Varry Brava, al que no le hace falta ni disimular, con su homenaje a la Carrà. Pero hay que perfeccionar mucho el formato para llegar a ser San Remo. La versión italiana se sirve en jornadas maratonianas durante una semana entera, la espolvorean con brillantina y la venden en cada casa. Las semifinales del Benidorm Fest tuvieron unas altas cuotas de pantalla, del 11% y el 15%. Pero es que en Italia el año pasado la final tuvo un 50% de ‘share’, lo que ya es menos de lo que acostumbran.

El himno feminista de Rigoberta Bandini o las ‘galician dark’, las Tanxugueiras, serán lo más revolucionario que propone España para Eurovisión en mucho tiempo. Aunque, al final, lo diferente tendrá un punto de uniformidad cultural. Siempre nos gustó ser un poco como Italia, más ahora que aún tenemos en el recuerdo a Raffaella. En esta y en otras cosas, pero no en adelantar el ‘prime time’. A las 11 de la noche, para eso no tenemos remedio.