Tengo 22 años y me gusta ligar con hombres mucho más mayores que yo

  • El amor y la atracción física no entienden de edad y no podemos elegir de quién nos enamoramos

  • Salir con un hombre que te doble la edad no significa tener 'daddy issues'

  • ¿Hay riesgos reales en las relaciones con hombres mayores?

Aunque la expresión de 'a mí me gustan mayores' se ha puesto de moda por la canción de Becky G', las relaciones con mucha diferencia de edad no son una moda pasajera ni mucho menos. Como dice el refrán, el amor no tiene edad y no podemos elegir de quién nos encaprichamos de forma fortuita.

Vamos a ir un poco más allá centrándonos en el comportamiento de las personas de entre veinte y treinta años que sistemáticamente buscan ligues mucho más mayores para una relación esporádica o lo que surja. Para ello hemos preguntado a Elisa, una chica de 22 años con un prototipo muy claro: que tenga más de 40 años.

¿En qué momento la diferencia de edad se convierte en una diferencia de poder? ¿Hay riesgos en este tipo de relaciones? Responderemos a estas preguntas de la mano de su testimonio.

Elisa (22 años): "Veo a los chicos de mi edad como críos"

Aunque mis dos primeros novios fueron de mi edad, en general me gustan los hombres mayores. A partir de los 19 años empecé a salir con chicos que me sacaban varios años y desde ese momento empecé a ver a los de mi quinta como críos, no lo puedo evitar.

El primer hombre "mayor" con el que estuve me sacaba más o menos 7 años. Tampoco es mucho, pero me sirvió como toma de contacto. Nos conocimos a raíz de un amigo y conectamos desde el primer momento. Estuvimos juntos durante 5 meses y después cortamos porque él se mudó a otra ciudad y no queríamos una relación a distancia. Después de él salí con un chico que me sacaba 10 años y también fue bastante serio. Entre medias tuve rollos esporádicos y todos seguían el mismo patrón: hombres mayores que yo.

Ahora mismo mi requisito es que tenga más de 40 años, porque sino no me interesa. Sé que para muchas personas esto es algo raro e incluso se piensan que tengo algún trauma escondido. Siento decepcionar a los que piensan así, pero no tengo ‘daddy issues’. Mi relación con mi padre es muy sana y crecí en un ambiente normal. Simplemente mis gustos son así. A algunas chicas les gustan los hombres altos, a otras los rubios y a mí me gustan los que son mayores.

Tampoco siento que ningún hombre se haya aprovechado de mí o me haya hecho más daño del que me podría haber hecho alguien de mi edad. Sí, he tenido desengaños amorosos, pero igual que mis amigas cuando salen con veinteañeros. Que el tío sea o no sea un capullo depende de sus valores y de su educación, y no de la edad que tiene.

¿La diferencia es de edad o de poder?

Uno de los argumentos más utilizados para criticar las relaciones con diferencia de edad es la desigualdad de poder. Es decir, la influencia potencialmente dañina que ejerce la persona mayor sobre la persona joven. ¿Esto sucede de verdad o es una premisa falaz para criticar lo que no queremos entender?

Es innegable que una persona de 40 años ha vivido experiencias distintas que una persona de 20. Posiblemente lleve más de una década trabajando, habrá atravesado múltiples relaciones tanto serias como esporádicas y los años de universidad le han quedado muy atrás. Lo más probable es que su madurez mental sea mayor que la de una persona que acaba de comenzar la carrera. El quid de la cuestión es el uso que le da a dicha madurez mental.

Una persona dominante, controladora, manipuladora o cruel lo será tanto a los 25 como a los 40 años. Aunque las formas de ejercer poder sobre la pareja varían con los años, los patrones del maltrato suelen ser los mismos. Primero se proyecta una imagen idealizada, después comienzan los celos y el aislamiento, y finalmente surge el maltrato psicológico y físico puro y duro. Nadie esta exento de sufrir algo así, aunque nos creamos los más independientes y fuertes del mundo, y la diferencia de edad no es un indicador fiable de una relación conflictiva con desigualdad de poder.

Por otro lado, las personas más jóvenes suelen ser más celosas. Aunque no es una regla exacta, la inexperiencia amorosa provoca más inseguridades en los veinteañeros y algunos las gestionan desconfiando de su pareja. Cuando atravesamos varias relaciones y aprendemos de la experiencia, nos damos cuenta de que los celos no son amor.

Los riesgos de estas relaciones

Como acabamos de ver, la desigualdad de poder no es algo inherente a las relaciones con mucha diferencia de edad, pero sí que existen ciertos riesgos que pueden provocar el fracaso de estas parejas.

El más importante es la diferencia de objetivos vitales. Una persona de 20 años y una de 40 fácilmente pueden compartir hobbies, aficiones y temas de conversación, pero es posible que no quieran lo mismo cuando la cosa se pone seria –o que si lo quieran, pero en momentos diferentes–. Comprar una casa, reflexionar sobre tener hijos o no, conseguir un puesto de trabajo fijo, asentarse en una ciudad definitivamente, etc. Todas estas decisiones no se toman de un día para otro.

Antaño estos hitos vitales se alcanzaban a los 25 años aproximadamente, pero la sociedad avanza y el pack de 'trabajo, hijos y casa' no se consigue hasta pasados los 30. Por otro lado, hay personas cuya ambición no es tener descendencia o un trabajo convencional, y es precisamente durante la década de los veinte años cuando toca reflexionar sobre estos temas.

En conclusión, hay tantas relaciones como personas en el mundo y no podemos juzgar algo por el simplemente hecho de que sea poco convencional. El amor y la atracción física no entienden de edades, razas y género, y mientras haya consenso y respeto todo está permitido.