Caso Bankia: las claves de la salida a bolsa que acabó en los juzgados

  • La entidad salió a bolsa en julio de 2011 y fue intervenida diez meses después

  • Los 34 acusados de delitos de estafa y falsedad contable por la salida a bolsa de Bankia han sido absueltos por la Audiencia Nacional

La historia de la salida a bolsa de Bankia, que este martes finaliza con la absolución de los 34 acusados de delitos de estafa y falsedad contable, podría arrancar año y medio antes de su estreno en el mercado. Concretamente en enero de 2010, momento en el que Rodrigo Rato llega a Caja Madrid tras dirigir el Fondo Monetario Internacional y pasar por el banco de inversiones Lazard. Su aterrizaje en la entidad es el resultado de una pugna política entre sus compañeros de partido, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón, para controlar la caja madrileña. Sustituye al frente de la entidad a Miguel Blesa, que abandona el cargo tras 13 años y vaticina que Rato será un magnífico presidente.

En esos momentos, en plena crisis económica y al inicio de la restructuración del sistema financiero, la situación de Caja Madrid ya no era buena. Sus principales problemas, como los de buena parte de las cajas (y también los bancos), procedían de los créditos dudosos y de su excesiva dependencia del ladrillo, algo sobre lo que los inspectores del Banco de España venían alertando desde 2004.

Las primeras cuentas de la entidad presentadas por Rato en mayo de 2010, señalaban que en el trimestre había ganado 70 millones de euros, lo que suponía una caída del beneficio del 80%. Estos resultados eran malas noticias para todo el sector, porque en el horizonte planeaba desde hacía tiempo la idea de que la caja madrileña debía ser la impulsora de un gran proceso de fusiones en el escenario financiero español, que había crecido de forma desmesurada durante años a hombros de la burbuja inmobiliaria.

El origen de Bankia

Esta operación no tarda en llegar. Caja Madrid lideró en junio de 2010, una fusión con cinco cajas más pequeñas (Caja Ávila, Caja Segovia, Caja Rioja, Caixa Laietana y La Caja Insular de Ahorros de Canarias) a las que habría que sumar también a Bancaja. Una unión que acabaría recibiendo 4.465 millones de ayudas del FROB.

Pero este último movimiento, la incorporación de la caja valenciana, es señalado por muchos como el principio del fin de la entidad recién creada, el Banco Financiero y de Ahorros (BFA). El motivo es que Bancaja, entonces la tercera caja por detrás La Caixa y Caja Madrid, tenía ya muchos más problemas que su socia madrileña.

El origen, de nuevo, estaba en su elevada exposición a los activos tóxicos del ladrillo. Pero esas dificultades parece que no se tuvieron en cuenta cuando Rato y el presidente de Bancaja, José Luis Olivas, se reunieron en el Banco de España a instancias de su entonces Gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, y aprobaron la fusión en pocas horas.

Anuncio de salida a bolsa

A comienzos de 2011, Rodrigo Rato anunciaba que el nuevo banco saldría a bolsa para cumplir con las nuevas exigencias de capital que había aprobado el Gobierno socialista. Lo hizo el mismo día que por primera vez se daban a conocer las cuentas de la entidad, que presentaba un valor en libros de 10.240 millones de euros.

El 4 de abril el consejo de BFA aprobaba que Bankia, la entidad que agrupaba el negocio bancario, saldría a bolsa con unos activos de 275.000 millones de euros, mientras que la matriz se quedaría con los activos (tóxicos) relacionados con el sector inmobiliario. Una solución para debutar en los mercados que al mismo tiempo, se supo años después, estaba poniendo en duda el inspector jefe del Banco de España que supervisaba la entidad.

En distintos correos electrónicos, José Antonio Casaus advirtió que el grupo no tenía “ninguna viabilidad”, pero la información no llegó en ese momento a los responsables del regulador, que aprobaron la salida a bolsa. Tampoco puso problemas la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), que dio el visto bueno a la operación porque la entidad, aseguraron, cumplió con los requisitos de dar información al mercado. No era su misión, señalaron, comprobar la solvencia.

Debut en el parqué

El 20 de julio de 2011, Rodrigo Rato, tocaba la campana de la Bolsa de Madrid tras lograr colocar cerca de 3.000 millones entre inversores a 3,75 euros la acción. La culminación de una operación “hecha en tiempo récord y en medio de una tormenta perfecta en los mercados”, dijo el financiero en el discurso que acompañó al estreno de la compañía en el parqué. En cuanto comenzó a cotizar, el valor se colocó en rojo y permaneció así hasta justo antes del cierre de la sesión. Un inicio poco halagüeño para una operación que se consideraba clave para el sector financiero y el futuro económico del país.

Y la situación no mejoró. La quiebra de su antigua filial, Banco de Valencia, a finales de año; el agravamiento de la crisis económica; un informe en el que el FMI señalaba a Bankia como el “elefante en la habitación” del sistema financiero español; y la exigencia de mayores provisiones afectaron a su cotización y mostraron la debilidad del banco.

La negativa de Deloitte a firmar la auditoria de las cuentas de 2011, en las que se comunicaban unos beneficios de 300 millones de euros, fue la señal definitiva de que las cosas no iban bien y precipitó la salida de Rodrigo Rato de la entidad el 7 de mayo de 2012. Ni el Gobierno de Rajoy ni los principales banqueros del país apoyaron su plan para salvar la entidad, que tuvo que ser rescatada con 22.422 millones de euros.

De beneficios a 3.000 millones de pérdidas

La nueva dirección del banco, presidido por José Ignacio Goirigolzarri, reformuló las cuentas tras su llegada y admitió que los supuestos beneficios de 2011 eran en realidad unas pérdidas de 3.000 millones.

Para entonces la acción de Bankia estaba por los suelos. Un año después de comenzar a cotizar había perdido más del 80% de su valor y a finales del 2012 apenas valía unos céntimos.

La entidad comenzó en 2014 a llegar a acuerdos extrajudiciales para devolver la inversión realizada a los particulares (400.000 habían acudido a la llamada para hacerse “bankeros”) y evitar así llegar a los tribunales, una campaña que generalizó en 2016 ofreciendo devolver todo lo invertido más intereses a sus primeros accionistas.

Eso no evitó que Rodrigo Rato y sus principales directivos tuvieran que sentarse en 2018 en el banquillo para responder por la operación de salida a bolsa. Nueve años después del estreno en el parqué, la Audiencia Nacional ha absuelto al expresidente de Bankia y a sus directivos de las acusaciones de estafa a los inversores y falseamiento de las cuentas. La entidad, además, acaba de acordar su fusión con Caixabank con la que formará el mayor banco de España.