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Este gesto al lavar los platos puede aumentar tu factura de agua en más de 100 € al año

Lavando los platos a mano. GETTY IMAGES
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En la cartografía invisible del derroche cotidiano, pocas prácticas resultan tan insidiosamente normalizadas, siendo a la vez económicamente lesivas, como una protagonizada por nuestros fregaderos. Lo que puede parecer un gesto trivial, como abrir el grifo y dejar correr el agua mientras los platos desfilan bajo el chorro, demuestra ser un auténtico agujero negro de recursos.

Porque el agua que se escapa al hacerlo supone una pérdida tanto a nivel ambiental, como de euros que se diluyen por el desagüe, sin que seamos realmente conscientes de ello. Un gesto tan cotidiano como mantener el grifo abierto al lavar los platos puede incrementar la factura anual del agua en tres dígitos, lo que supone razón más que suficiente para comenzar a prestarle atención.

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El grifo abierto: una fuga silenciosa de agua… y de dinero

Mantener el grifo abierto mientras se enjabonan o aclaran los platos no es un gesto inocuo ni anecdótico. Según la Organización de Consumidores y Usuarios, este hábito supone un consumo medio de entre entre 60 y 120 litros de agua por lavado, dependiendo de la presión y el tiempo empleado. Además, hacer el lavado a mano consumo muchísimo más agua que hacerlo en un friegaplatos.

Cuando ese gesto se repite diariamente, el impacto se acumula hasta cifras que bordean lo escandaloso: miles de litros al año, que pueden ser equivalentes a entre 90 y 130 euros anuales adicionales en la factura de agua. El coste no es solo económico: en términos medioambientales, este consumo supone la huella hídrica equivalente al agua potable necesaria para abastecer durante un mes a una familia de tres personas en algunos países del sur global.

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Lavar a mano… ¿es realmente más sostenible? Spoiler: no

Pese a la romántica creencia de que lavar los platos a mano es más sostenible que utilizar el lavavajillas, la evidencia empírica lo desmiente de forma contundente. Un lavavajillas moderno, eficiente y bien cargado, consume entre 9 y 12 litros por ciclo completo, es decir, hasta un 90% menos que lavar a mano con el grifo corriendo. Y es que, el agua no se va en el lavado de los platos propiamente dichos, sino que se va por el desagüe mientras nos distraemos en enjabonarlos

Incluso en los escenarios en los que no se dispone de lavavajillas, la alternativa racional es aplicar el clásico sistema de doble recipiente: uno para lavar y otro para aclarar, con un consumo total de entre 15 y 20 litros. La diferencia, si se mide en dinero y no en gotas, sigue siendo devastadora.

La revolución del gesto mínimo: cerrar el grifo es cerrar la fuga financiera

Cerrar el grifo mientras se enjabona no es un gesto simbólico ni un capricho de la conciencia verde: es una estrategia financiera doméstica de primer orden. Lo que a lo largo del día parece un insignificante hilo de agua, se convierte, en términos anuales, en una transferencia inconsciente de más de 100 euros desde el bolsillo del consumidor hacia las arcas de la compañía suministradora, simplemente por no haber interiorizado un hábito cuya implementación no cuesta ni un céntimo.

En un mundo donde la escasez de agua ya no es una amenaza futurista sino una realidad operativa en múltiples regiones del planeta, la eficiencia hídrica deja de ser una opción estética para transformarse en una obligación ética, económica y ambiental. Porque, al final, el agua que no se desperdicia es también dinero que no se evapora. Y si el cambio empieza por casa, el primer paso es, sencillamente, cerrar el grifo.