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Guía para entender el mercado de los avatares y la moda digital: ¿es una inversión o una burbuja?

Los avatares y la moda digital son una potencial inversión... ¿o una burbuja?. Telecinco.es
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El término “moda digital” hace tiempo que ha dejado de sonar a ciencia ficción. Hoy hablamos de colecciones que no existen físicamente, de prendas diseñadas solo para lucirse en un avatar y de marcas de lujo que lanzan sus piezas en mundos virtuales. El auge de este mercado se entrelaza con el crecimiento del universo de los avatares digitales, y aunque las cifras apuntan a un futuro de miles de millones de dólares, la gran pregunta persiste: ¿estamos ante una inversión sólida o frente a la próxima gran burbuja?

De entrada, las proyecciones sobre el negocio de la moda digital varían de forma llamativa. Según Verified Market Reports, el sector podría pasar de 3.500 millones de dólares en 2024 a 8.500 millones en 2033, con un crecimiento anual del 10,5%. En cambio, otros estudios como Global Growth Insights anticipan cifras mucho más agresivas: 2,9 billones ya en 2025 y 7,7 billones en 2033, con un crecimiento anual del 167,5%.

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Lo mismo ocurre en el terreno de los avatares. Grand View Research estima que el mercado global podría alcanzar 270.610 millones de dólares en 2030, con una tasa de crecimiento del 49,8% anual entre 2024 y 2030. Market.us es aún más ambicioso y proyecta 745.100 millones de dólares en 2033.

La disparidad de números no resta importancia a la tendencia: tanto avatares como moda digital crecen en dobles dígitos y atraen cada vez más inversión. Pero también refleja la fragilidad de unas predicciones muy dependientes de la adopción tecnológica y de la euforia mediática.

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El entusiasmo, sin embargo, convive con síntomas de burbuja. Un estudio sobre NFTs detectó que ya en diciembre de 2021 existía un comportamiento especulativo: los NFTs en general estaban en una “pequeña burbuja” y proyectos como Decentraland se encontraban en una “burbuja media”. Otro análisis en MDPI advierte de que hay tokens vinculados al metaverso, como MANA, que muestran dinámicas de volatilidad que pueden acabar en correcciones bruscas.

Además, la falta de interoperabilidad entre plataformas limita el valor real de las prendas digitales. Que un vestido virtual solo funcione en un metaverso concreto reduce su utilidad y lo convierte en objeto de especulación. Los problemas de derechos de autor, plagio y regulación de activos digitales añaden más incertidumbre.

Generación Z: vestir primero al avatar

Los datos de uso muestran que no se trata de una moda pasajera. Roblox, una de las plataformas más populares entre jóvenes, registró 165.000 millones de actualizaciones de avatares y 1.650 millones de compras de moda digital solo en los primeros nueve meses de 2023. Según un informe de DressX, el 56% de los usuarios de la Generación Z declara preocuparse más por cómo viste su avatar que por su apariencia física.

Este desplazamiento de la identidad hacia lo digital explica por qué marcas como Meta han lanzado tiendas de ropa virtual en colaboración con firmas como DressX, y por qué gigantes como H&M experimentan con modelos de IA y “gemelos digitales” de sus prendas.

Dicho esto, queda claro que la moda digital ofrece ventajas que el sector tradicional no puede ignorar. Eliminar la producción física reduce costes logísticos y el impacto ambiental. Permite además experimentar con diseños imposibles de materializar y vender colecciones “ilimitadas” sin inventario. Un estudio del Politécnico de Milán subraya que esta vía abre un espacio de creatividad sin las restricciones de la industria textil clásica.

También se abre un nuevo frente para el lujo. Una investigación publicada en ScienceDirect sobre campañas NFT apunta a que los artículos digitales de alta gama buscan legitimarse como bienes coleccionables, no solo como objetos de moda pasajera.

¿Inversión o espejismo?

La respuesta depende de la perspectiva. Puede considerarse inversión cuando hablamos de marcas consolidadas que integran moda digital en sus estrategias, de diseñadores que generan ingresos sostenibles en comunidades activas o de tecnologías con aplicaciones claras en videojuegos, redes sociales y experiencias inmersivas.

Pero se convierte en burbuja cuando los precios dependen únicamente de la expectativa de que otro pague más en el futuro, sin utilidad ni adopción real detrás. La historia reciente de los NFTs es un recordatorio de lo rápido que puede inflarse y desinflarse un mercado.

En definitiva, la moda digital y los avatares representan una intersección fascinante entre identidad, tecnología y economía. Pueden abrir oportunidades de negocio, creatividad y nuevos modelos de consumo. Pero también concentran los ingredientes clásicos de una burbuja: previsiones desmesuradas, dependencia tecnológica y euforia social. La clave, como siempre en finanzas, está en distinguir entre la tendencia estructural y el espejismo pasajero.