La orfebrería del azabache, un oficio en vías de extinción en Compostela

AGENCIA EFE 10/04/2009 13:30

La talla del azabache es, desde hace varios siglos, un icono representativo de la artesanía compostelana que, en los últimos años, ha atraído a japoneses, neozelandeses o estadounidenses en busca de esta "piedra negra", dijo González.

La tradición de la talla del azabache figuraba ya en un códice del siglo XV en el que aparece una reseña de "distintas piezas elaborada por diez o doce mujeres, algo extraordinario para aquella época", puntualizó el joyero y orfebre.

El azabache, un piedra de lignito "dura y llena de impurezas" es al mismo tiempo "cristalina", por lo que a la hora de manejarlo, y "si no se tiene cuidado y no se trabaja con delicadeza, se puede quebrar", advirtió González, originario de una familia dedicada a ese oficio.

Por este motivo, los pocos artesanos que todavía perduran en Compostela, algunos de los cuales heredaron esa tradición familiar, tratan de cuidar sus diseños, adaptarse e incorporar nuevos elementos.

Entre las piezas más comerciales destacan las conchas simbólicas de la tradición jacobea, considerados como iconos para los peregrinos que culminan en Galicia su camino.

Las réplicas del pórtico de la gloria o las figuras representativas del apóstol Santiago son también algunas de las obras más reclamadas por los visitantes.

Orfebres compostelanos como González se han lanzado a introducir desde hace años innovaciones, incorporando al negro azabache, que generalmente se combinaba con la plata o el oro, otros materiales como el blanco marfil.

El contraste y la fusión con diseños a la vez tradicionales y obras más vanguardistas atraen tanto a los que buscan de alhajas y complementos femeninos -especialmente pendientes, sortijas o medallas- como a afortunados clientes que buscan piezas ornamentales únicas de mayor tamaño.

El azabache, la materia prima que originalmente los orfebres compostelanos importaban de la vecina Asturias para modelarla, procede ahora de diversos lugares de Europa.

Generalmente, se combinaba con plata de América o con oro de diversas regiones del planeta, que los artesanos compostelanos acostumbraban a mezclar en sus piezas.

A esa piedra singular, algunos artesanos como González le han añadido marfil, con el preceptivo certificado internacional, procedente de Asia o África, lo que ha convertido sus creaciones en auténticas joyas de materiales procedentes de los cuatro puntos cardinales.

No obstante, los artesanos han envejecido y en los últimos años pocos jóvenes han tomado el relevo para aprender este tradicional oficio, ya que apenas hay ofertas formativas, desde la desaparición del aula de Azabache de la Escuela de Artesanos.

"Hoy en día es un trabajo que no está lo suficientemente apoyado por las administraciones", lamentó González, y advirtió que de seguir la tendencia, ese oficio que durante siglos ha mostrado la sabiduría de la creatividad en base a la incorporación de valor añadido a materiales importados, podría simplemente extinguirse.

Sara Gónzalez Iglesias