Los aranceles chinos se ceban con el vino australiano

  • La investigación en Wuhan o la prohibición de Huawei en el 5G australiano han roto el vínculo entre Australia y China

  • China impuso a finales del año pasado unos aranceles al vino australiano del 218 por ciento que durarán cinco años

  • Las pérdidas del sector vinícola se cuentan por cientos de millones

Las relaciones entre China y Australia han sido históricamente complicadas y han tocado fondo durante el último año. La lista de desencuentros es cada vez más amplia y ha desgastado un trato bilateral que hasta ahora había sobrevivido gracias a lazos económicos muy fuertes y a intereses comunes en la región Asia-Pacífico. Sin embargo, el vínculo entre ambos países siempre ha estado supeditado a un contexto global donde las diferencias son casi insalvables y en el que Estados Unidos ha marcado la senda del país oceánico. Los últimos meses están siendo especialmente reveladores, ya que se está produciendo un fuego cruzado de declaraciones, de decisiones y de sanciones que afectan a varios sectores, especialmente a los productores vinícolas australianos. A ellos se les pica el vino mientras la diplomacia fracasa estrepitosamente.

Las cifras hablan por sí solas. De ser el mayor importador de vino australiano con más de un tercio de la producción, China impuso a finales del año pasado unos aranceles del 218 por ciento que durarán cinco años. Desde que la tarifa entró en vigor, las exportaciones se han desplomado. Entre diciembre de 2020 y marzo de 2021, éstas descendieron a 12 millones de dólares australianos (alrededor de 7,6 millones de euros), mientras que en el mismo periodo de el año anterior, habían exportado 325 millones de dólares australianos (casi 207 millones de euros). El valor total de negocio se redujo un 14% en 2020.

El impacto ha sido brutal y ha sido ínfimamente amortiguado gracias a un incremento de las exportaciones a Reino Unido tras el Brexit, a Singapur, Indonesia, EE.UU. y a un mercado nacional de por sí saturado. Desde Pekín han justificado esta medida y han acusado a Australia de competencia desleal, es decir, de exportar a un precio inferior al que normalmente cobra dentro de sus fronteras con el objetivo de aumentar la cuota de mercado en el país extranjero y expulsar a la competencia. En Canberra niegan estas acusaciones y la semana pasada el Gobierno australiano confirmó que ha denunciado a China a la Organización Mundial de Comercio.

Mientras tanto, los productores vinícolas están devastados. Hay regiones que dependen enteramente de este mercado y temen que ni siquiera el turismo sea capaz de salvarlo cuando se abran las fronteras australianas.

“Me preocupan las regiones más dependientes de las ventas de vino a China y de las visitas de los turistas chinos”, cuenta Jeremy Oliver, escritor especializado en el sector. “Incluso una vez que los turistas chinos puedan entrar en Australia, bajo la reciente imposición de 5 años de aranceles punitivos por parte de Pekín, es muy poco probable que se sientan tan cómodos como antes para visitar y gastar en regiones cuyo vino no pueden llevarse de vuelta”, afirma.

Éste no es el único sector que está sufriendo las consecuencias de estas degradadas relaciones bilaterales, también hay sanciones contra otros productos australianos como la cebada, la carne de vacuno, el algodón, la madera, el azúcar o el carbón, pero ninguno está viviendo un revés tan exagerado como el del sector vinícola, especialmente, aquellos viñedos que llevan años operando para el gigante asiático. Los que peor lo están pasando son los productores del Estado del Sur de Australia (Barossa Valley), Nueva Gales del Sur (Hunter Valley) y Victoria. En muchos casos, los últimos 12 meses han servido para tirar por el desagüe el trabajo de 15 años en los que se beneficiaron del acuerdo de libre comercio entre China y Australia. Al desastre de perder a su mejor cliente se le unen dos años de inclemencias climáticas como los fuegos, episodios de granizo y la sequía que azota a algunas regiones.

El anuncio que dejó boquiabiertos a los productores de vino

La cronología de los eventos que propiciaron la ruptura de las relaciones comerciales entre Australia y China es larga y vivió su momento álgido en abril de 2020, en plena pandemia de Covid-19. Fue entonces cuando el Gobierno australiano hizo un llamamiento para realizar una investigación independiente sobre el origen del virus en Wuhan. El 26 de abril, el embajador chino en Canberra, Cheng Jingye, realizó unas declaraciones con denominación de origen. “Tal vez, la gente de a pie se piense dos veces por qué debe beber vino australiano o comer carne de vacuno australiana”, afirmó al Australian Financial Review. Sus palabras dejaron a varias industrias tiritando antes de helarse cuando el cobijo chino desapareció definitivamente en marzo de este año. El día 26, Pekín confirmó que el incremento arancelario sería largo. Aquél fue el día en que China se cobró todas las facturas pendientes.

Una de ellas fue la de la visita del primer ministro australiano, Scott Morrison, a Japón en noviembre de 2020 para firmar acuerdos en materia de defensa.

“No hace falta ser un genio de la diplomacia para comprender la perspectiva china. Y si no creen que la historia importa, vayan a Nanjing, como yo he hecho, en el aniversario de la masacre japonesa que comenzó allí en diciembre de 1937”, añade Oliver.

Se trata de un episodio inolvidable e imperdonable desde el prisma chino en el que algunas estimaciones apuntan a que hubo cientos de miles de fallecidos -así como violaciones y demás actos deplorables- tras la toma de la ciudad por las fuerzas del Imperio Japonés durante la segunda guerra sino-japonesa. La visita de Morrison a Japón hace siete meses hirió a las autoridades chinas y volvió a confirmar su sentir, reflejado en una metáfora que en los años ochenta describió las relaciones entre los Gobiernos australiano y chino. “Australia es como los murciélagos, son leales a los mamíferos cuando triunfan, pero muestran sus alas y se declaran pájaros cuando éstos salen victoriosos”.

En otras palabras, Australia siempre se ha debatido entre sus conexiones con Asia y sus alianzas tradicionales. En términos de seguridad se ha beneficiado de las relaciones con EE.UU. mientras que su crecimiento económico se ha vinculado a una China que ve una clara incompatibilidad en esta dualidad.

Otras facturas que se ha cobrado China

Dos semanas después la visita de Morrison a Japón saltó el escándalo: un informe interno concluyó que soldados australianos habían cometido crímenes de guerra en Afganistán. Instantáneamente, el portavoz del Gobierno chino tuiteó una imagen trucada de un soldado australiano sosteniendo un cuchillo en la garganta de un niño afgano. Canberra exigió disculpas y Pekín no se bajó del carro.

Estos son algunos de los últimos acontecimientos que han roto el vínculo comercial, pero hay más. Otro de los puntos de inflexión se produjo en 2017 cuando Australia prohibió las donaciones políticas extranjeras, y los funcionarios advirtieron de los "inquietantes informes" sobre los intentos chinos de influir en el proceso político en Canberra. Según un estudio de la Comisión Electoral, desde el año 2000 hasta 2017, casi el 80% de las donaciones extranjeras realizadas a los partidos políticos de Australia estaban vinculadas a China. El por entonces primer ministro, Malcolm Turnbull, se encargó de poner fin a lo que definió como una injerencia en toda regla.

Al año siguiente, Australia se convirtió en el primer país en prohibir al gigante tecnológico chino, Huawei, su red 5G por motivos de seguridad nacional. Desde China instaron a que abandonaran “sus prejuicios ideológicos y promovieran una competencia justa”, mientras que Morrison y su equipo alegaron que no había garantías de que Huawei fuera capaz de proteger la privacidad de sus usuarios.

También en 2018, el Gobierno australiano bloqueó 10 acuerdos de inversión chinos en infraestructuras, agricultura y ganadería. El no reconocimiento de la reclamación del gigante asiático en el disputado Mar de China Meridional y la supuesta “interferencia gratuita” en Hong Kong (críticas a la nueva ley de seguridad), Xinjiang (el maltrato a la minoría uigur) y Taiwán (por tomar partido por EE.UU. en las tensiones con China) han sido interpretadas como una falta de respeto por la Administración de Xi Jinping. Además, tampoco ha gustado el enésimo acercamiento de Australia a EE.UU. con el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad), un grupo estratégico informal en el que participan junto a India y Japón.

El clima de tensión entre China y Australia vive así uno de sus peores momentos en los últimos 50 años. La cuestión ahora es cómo van a sobrevivir sectores como el del vino cuando el cliente que les compraba casi un 40 por ciento de su producción le ha cerrado las puertas. Son ellos los que pagan las consecuencias de las hostilidades entre ambos países, también las empresas de embotellado, y las de encorchado, y las de etiquetado, y las de logística, transporte, todos los negocios (restaurantes, hoteles, turoperadores…) que en condiciones normales sobreviven gracias al oro líquido que sale de sus regiones. El impacto se cuenta por miles de millones y las soluciones sólo pasan por separar libre comercio de política exterior, algo indivisible en este momento.