Educación

El "efecto Pigmalión" en casa: cómo tu fe en tus hijos moldea su futuro (y cómo evitar lo contrario)

El efecto Pigmalión demuestra que creer en el potencial de los niños puede moldear su futuro
El efecto Pigmalión dice que creer en el potencial de los niños puede moldear su futuro. Freepik
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MadridAunque parezca algo imposible, lo que otras personas esperan de nosotros, influye directamente en lo que conseguimos. Se trata del efecto Pigmalión, un fenómeno psicológico que demuestra cómo las expectativas, tanto positivas como negativas, pueden moldear el rendimiento y comportamiento de las personas. Este concepto es una prueba del impacto que las creencias de los demás tienen sobre nuestra realidad.

También es conocido como profecía autocumplida, y en el contexto de la educación, se refiere a cómo las creencias que los adultos tienen sobre las capacidades de un niño pueden influir en su desempeño académico, social y emocional. Si los padres y profesores confían en ellos, tienden a rendir mejor; de lo contrario, esta baja expectativa puede limitar su desarrollo y autoconfianza.

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Este término proviene de un experimento clásico realizado en 1968 por los psicólogos Robert Rosenthal y Lenore Jacobson en una escuela primaria en California. Los investigadores contaron a los maestros que ciertos alumnos escogidos al azar, tenían un potencial excepcional. A final de cursos, estos niños mostraron mejoras académicas superiores a las del resto de sus compañeros, poniendo en evidencia que la expectativa del adulto había moldeado la realidad del niño.

Más de cincuenta años después, estudios contemporáneos continúan confirmando y ampliando estas conclusiones, poniendo en evidencia cómo la fe, la atención y la comunicación positiva de los padres y profesores pueden potenciar las habilidades cognitivas, la motivación y autoestima durante la niñez.

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Cómo funciona el “efecto Pigmalión” en casa

El efecto Pigmalión se basa en la interacción entre la expectativa del adulto y la respuesta del niño ante esa expectativa. Cuando los padres creen profundamente en las capacidades de su hijo, su comportamiento cambia de manera sutil pero significativa: se puede ver como dan más atención y estímulos positivos, reforzando su curiosidad y la exploración; ajustan la dificultad de las tareas para que puedan suponer un reto alcanzable, evitando la sobreprotección o la frustración innecesaria. Por otro lado, utilizan refuerzos verbales y no verbales que les transmiten confianza, como elogios específicos sobre el esfuerzo y no solo el resultado.

En respuesta el niño desarrolla una mayor motivación intrínseca, pertenencia y confianza en sí mismo, lo que refuerza un ciclo positivo de aprendizaje y logro. Cuando ocurre lo contrario y hay una ausencia de expectativas o éstas expectativas son negativas, se puede generar el llamado efecto Golem, donde la percepción limitada del adulto reduce las oportunidades y la motivación del niño.

Cómo aplicar el “efecto Pigmalión” de manera positiva en casa

La buena noticia es que los padres y cuidadores pueden aprender a utilizar sus expectativas de manera que puedan beneficiar al desarrollo de sus hijos. Algunas estrategias son:

Centrar el elogio en el esfuerzo, no en la habilidad innata

En vez de decir “eres muy listo”, es mucho más eficaz comentar “has trabajado muy duro y eso se nota”. Este tipo de comentarios promueven la mentalidad de crecimiento, donde los niños entienden que sus logros dependen de la dedicación y la práctica, y no solo de un talento fijo.

Mantener expectativas altas pero realistas

Creer que un niño puede mejorar y aprender nuevas habilidades es fundamental, pero también es importante ajustar esas expectativas a su nivel y personalidad. Demasiada presión puede generarles estrés y desmotivación, mientras que unas expectativas claras y alcanzables fomentan la confianza y perseverancia.

Refuerzo positivo consistente

Los elogios específicos, la atención y el reconocimiento de los logros, aunque sean pequeños, ayudan a que el niño asocie el esfuerzo con resultados positivos. Esto no solo fortalece su autoestima, sino que también es una motivación para querer seguir enfrentándose a nuevos retos.

Modelar actitudes de aprendizaje y resiliencia

Los niños aprenden observando. Si su entorno muestra entusiasmo por aprender, afronta los errores con tranquilidad y busca soluciones a los problemas que se encuentra, enseña que equivocarse forma parte del aprendizaje. Esta actitud refuerza indirectamente la confianza del niño en sí mismo.

Crear un entorno estimulante y seguro

Se le deben proporcionar al niño recursos educativos, tiempo para la exploración y espacios donde pueda experimentar sin miedo a ser juzgado. Esto fomenta la curiosidad y la creatividad. Un ambiente positivo hace que refuercen la idea de que aprender es valioso y divertido, consolidando así el efecto Pigmalión de manera natural.

Para aplicar este efecto en casa lo más importante es recordar que no hay que sobrecargar al niño con expectativas, sino acompañarlo con confianza, atención y guía, permitiendo que pueda descubrir y potenciar sus capacidades y cualidades al máximo por sí mismo. Por otro lado, se tiene que tener en cuenta que la consistencia es fundamental, cuando se transmite confianza de manera intermitente o condicional puede confundir al niño y generarle ansiedad. Además, no sustituye otros factores esenciales como un buen apoyo educativo, atención emocional y oportunidades de aprendizaje adecuadas.