Una vida buscando

Noelia Camacho 16/11/2012 18:38

Mi abuelo no entró en combate, no era militar. Era un político de pueblo, del PSOE, y ese fue todo su crimen. Cuando lo mataron mi abuela estaba embarazada y por eso mi madre fue hija póstuma, nunca lo conoció.

Ésa ha sido la espina clavada en su historia desde que tengo uso de razón. “Quiero saber dónde está enterrado, quiero saber qué le pasó”, me ha dicho cientos de veces mi madre.

De esa búsqueda parte esta historia y nuestro viaje a Bruselas, al Parlamento Europeo, que por primera vez ha aceptado un caso relacionado con la Memoria Histórica.

-Niña, me voy al Parlamento Europeo por lo del abuelo

-Pero ¿qué dices mamá? ¿Qué vas a hacer allí, encadenarte?

-Pues, no sé, ya veré…

-Que no, mamá, que al Parlamento se le escribe, no se planta uno allí.

-Pues entonces, escríbeles.

Así fue como empezó nuestra aventura europea. Por el empeño de mi madre. Con 76 años, atesora todos y cada uno de los recuerdos y comentarios sobre su padre perdido. De él tenemos una única foto, que ella fotocopia con ahínco para repartir por todos lados.

-Mamá, cuéntame cómo fue todo, cómo lo apresaron.

-Hija, pues a él lo mandaron llamar a Córdoba uno o dos días antes de estallar la guerra.

-¿Cómo que lo mandaron llamar? ¿Quién?

-No lo sé, la policía, los guardias, no lo sé. Un amigo le dijo que no fuera y él dijo: por qué no voy a ir, yo no tengo nada que esconder… En cuanto llegó a Córdoba lo encarcelaron y estuvo preso un mes.

Sus hermanos iban a verlo, e incluso uno de ellos, que era de Falange, trató de liberarlo, pero no pudo ser. El 19 de agosto de 1936 nos mandó su última carta. En ella decía que quería que me pusieran su nombre y quién le debía dinero. Sabía que lo iban a matar.

-¿Y cómo murió?

-Me dijeron que montaron a un grupo en un camión y que en el camino, a él le dieron un tiro. Al día siguiente le entregaron a sus hermanos su reloj, la carta… Nada más. Nunca se supo dónde lo enterraron.

Ésa es la historia tal y como le llegó a mi madre, contada por terceros, ya muertos todos. Y un día, 60 años después, me propuse tratar de encontrar la máxima información posible.

Escribí decenas de solicitudes a archivos históricos de Córdoba y de toda España. Y lo que encontré fue significativo. Un año después de su muerte, en 1937, la Comandancia Militar de Córdoba pide los antecedentes de mi abuelo al ayuntamiento de Palma del Río, que le contesta.

En 1941, el Juzgado de Responsabilidades Políticas de Córdoba pide al ayuntamiento una relación de sus bienes. Era algo habitual con los fusilados: les abrían juicio para quitarles todas las posesiones a sus familias. Escriben también al Tribunal contra la Masonería para saber si era masón. Y en 1943, el Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba publica el sobreseimiento de la causa judicial abierta contra mi abuelo.

Llevaba ya siete años muerto, qué ironías. De repente, me di cuenta de lo que significaba todo esto. Mi abuelo no había sido un muerto sin identificar, ellos sabían que lo habían matado. Por eso pedían toda esta información.

Este expediente judicial podía contener las respuestas. Enseguida escribí al Juzgado de Posadas que había archivado la causa.

Expediente nº 2350:

Les escribí mi historia, todos los datos que tenía de mi abuelo, del expediente… Sin respuesta. Nunca me contestaron. Tampoco respondió el Juzgado de Córdoba, al que pedí información del ya desaparecido Juzgado de Responsabilidades Políticas de Córdoba.

Ahí se estancó mi búsqueda y ésa ha sido también la causa de que el Parlamento Europeo haya aceptado a trámite nuestra queja en la Comisión de Peticiones.

El Parlamento no puede tratar cualquier queja, por justa que sea, sólo sobre los asuntos en los que tiene competencias. ¡Y tiene competencias sobre el acceso a la información personal! Ésa que nos llevan años negando por mala fe, por dejadez o por falta de medios.

Pido justicia. Vengo al Parlamento Europeo porque en España no me la dan. Pido justicia para un hombre que fue bueno, honrado y que no le hizo daño a nadie. Gracias”, dijo mi madre ante los europarlamentarios, con la voz rota y al final ya, llorando… Su intervención duró unos segundos, pero no hacía falta más.

Yo después les explique en qué consistía nuestra petición e intervinieron varios europarlamentarios españoles: Luis Yáñez (PSOE), Willy Meyer (IU), Miguel Ángel Martínez, vicepresidente del Parlamento Europeo, Carlos Iturgáiz (PP)… La presidenta de la Comisión decidió dejar abierta nuestra petición y escribir al Ministerio de Justicia y a la Junta de Andalucía para pedirles que nos ayuden a encontrar la documentación que buscamos. Un nuevo impulso. Mi madre estaba feliz.

-Menos mal que hemos venido, Noelia.

-¿Estás contenta, mamá?

-Contentísima, han estado hablando una hora y media sobre mi padre. Y han hablado tan bien de él…

Su felicidad, de repente, me dio una enorme tristeza. Estaba satisfecha simplemente por el reconocimiento de mi abuelo, de su figura. Fui consciente del olvido tan desgarrador al que han sido sometidas cientos de miles de víctimas del franquismo, de la guerra civil.

Son muchos los que propugnan el olvido a favor de una falsa reconciliación que no es posible hasta que no se reconozca lo que ocurrió. Mi madre no puede olvidar, es imposible. Ni ella, ni yo, ni cientos de miles de españoles que seguimos buscando.