"Me alegro de que me haga esa pregunta", por Juan Antonio Nicolay

  • El 'idilio' entre Rufián y Sánchez y la petición de dimisiones de Abascal definen la primera sesión de control de la coalición

  • "Esperamos lo mejor de este Gobierno", dice el líder de ERC en un pleno sin apenas referencias a Cataluña

  • La derecha utiliza el 'caso Ábalos' para intentar poner contra las cuerdas al presidente

A la legislatura XIV le faltaba una sesión de control para ponerse en marcha. Y ya la ha tenido. Porque lo de la apertura solemne está bien como adorno. Lo de los plenos le da contenido. Pero no hay legislatura como tal sin sesión de control. Ese choque del legislativo y el ejecutivo en la arena del hemiciclo: una versión democrática, civilizada y mediática (no hay más que verles como hablan para saber que saben que salen en la tele) del circo romano.

La de éste miércoles, la primera desde septiembre, la primera con ministros de Unidas Podemos en el banco azul (todavía estamos en tiempo de primeras veces, aunque ya queda menos para que acabe) ha sido la carta de navegación de futuras peleas. Y de las armas que piensa usar cada uno. Las sesiones de control, ya se sabe, informan del clima político. Anuncian por donde van a ir los tiros, lo que no está de más teniendo a Ortega Smith emboscado en uno de los escaños.

Casado ha estado medido. Todo lo más que ha llegado es a decirle a Sánchez que por mucho que se mire en el espejo "nunca será Kennedy", y que deje de seguir "los pasos de Maduro". Sánchez, institucional: "demos oportunidad al reencuentro" (ahora es su palabra fetiche), le ha respondido al líder del PP. Abascal se mantiene en su papel de duro de la película. Ha pedido que dimita hasta el apuntador.

El 'oasis' Rufián

El golpe, por llamarlo de alguna manera, lo ha dado Gabriel Rufián. El nuevo Rufián. "Hay cosas que suenan muy bien", le acariciaba los oídos el líder independentista al presidente del Gobierno (quién le ha visto y quién le ve) después de escuchar sus planes para "frenar al fascismo", que de eso iba la pregunta. Sánchez ha prometido revisar la ley de memoria histórica; airear el expediente de Billy el Niño y los torturadores del franquismo; "denostar" el juicio de Companys. "Esperamos lo mejor de este Gobierno", se lo ha agradecido el líder de ERC poniendo fin a los juegos florales.

Sánchez ha llegado al rifirafe, es un decir, con Rufián como quien aterriza en un oasis, después de su paso por el territorio inhóspito de la derecha y la ultraderecha.

Lo de Casado no ha sido, ya está dicho, para tirar cohetes.

- Casado: "¿Va a respetar el Estado de Derecho?", era su pregunta

- Sánchez: "Por supuesto que sí, lo he hecho siempre y lo haré siempre", ha respondido el presidente.

Y ahí se podía haber quedado la cosa. Pero no. Porque esto de las sesiones de control lleva su liturgia. Que es como decir su trampa. Y las preguntas que se registran son, en realidad, un camarote de los Marx. De la de Casado han aparecido Ábalos, Maduro, Delcy Rodíguez, Dolores Delgado, Junqueras y Kennedy, todos por ahí revueltos.

El desfile ha acabado con una petición. "Cumpla la ley y hágala cumplir, que no es mucho pedir en democracia", le ha dicho a Sánchez. El presidente le ha respondido invitándole a abandonar la "crispación". "No sea el eco de la ultraderecha", ha sido la frase que más han celebrado los suyos, pese a no encajar del todo con el Casado a medio gas de este miércoles.

El que sí se ha empleado a tope de revoluciones ha sido Santiago Abascal. El líder de Vox ha visto en el caso Ábalos y el avión de la vicepresidenta venezolana un flanco débil en el fuselaje del Gobierno, y está a ver si lo derriba. Abascal, que exige saber quien le mandó a Ábalos a Barajas, ha hablado así: "Si dio la orden, dimita. Si la dio su vicepresidente, que dimita también. Si actuó por libre, dimitan los dos. Si la dio Maduro, dimitan todos". La transcripción no es textual. El número de dimisiones que reclama sí. Le ha faltado un "¡Dimita todo el mundo!", para ganarse todos los titulares.

En su réplica, Sánchez ha pecado de ingenuo "La palabra del presidente para usted no vale nada", le ha dicho, cuando está claro que, si el presidente es él, pues no. Más claro no se lo ha podido decir: "Ha demostrado tal carencia de escrúpulos y arrepentimiento a la hora de mentir... Ha mentido a los electores haciendo fraude con los pactos ¿Por qué no va a mentir ahora a los fachas de Vox?". Palabra de Abascal.

El "mandato de la mentira"

Es solo el principio. Pero lo suyo en estas sesiones es apuntar maneras. Marcar tendencia, como luego ha intentado el popular Teodoro García Egea, proponiendo bautizar el gobierno de Sánchez como el "mandato de la mentira".

Egea, número dos del PP ha ninguneado esta vez a la número dos del Gobierno, Carmen Calvo, para apuntar al tres, Pablo Iglesias. Y ha utilizado también la treta de la pregunta contenedor. Iba, en principio, sobre la agenda 2030. Pero ha hablado de todo menos del clima y sus emergencias. Lo suyo era disparar contra el gobierno de coalición, y la diana ha sido Iglesias. "Bienvenido", le ha dicho por aquello de que ha sido su primera vez, Y luego ya... "ha pasado de la camisa a la americana, de la mochila a la cartera, de la bici al coche oficial", ha enumerado, armando un nuevo género, la crítica costumbrista. "Antes se repartían los recursos económicos, ahora los ministerios: es el comunismo de élite", venía a decir el fondo de su intervención. Las tendrá mejores.

"Le agradezco el tono. La ironía es saludable", ha arrancado en su réplica -a su vez irónica- el líder de Podemos, que sigue en la construcción de su avatar como vicepresidente. Tono pausado, fair play, aire formal. El Iglesias didáctico de los debates electorales ha echado en mano a un informe sobre la pobreza para responder... "¡Corta el rollo!", le ha gritado alguien desde la tribuna. Probablemente con miedo a que en su intento de reconversión arruinara el espectáculo.