Xi Jinping, los 'encantos’ de su diplomacia cara a cara

  • Más allá de su opaca personalidad, en la distancia corta Jinping ha sido descrito como moderado en su discurso e implacable con sus líneas rojas

  • Después de tres años casi aislado, el mandatario chino se ha reunido con homólogos durante la Cumbre del G-20 y la APEC

  • El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, vivió en persona la versión más intimidatoria del líder chino

Pocas personas se han reunido con tantos presidentes de China como Kevin Rudd. El ex primer ministro de Australia (2007-2010 y 2013) tiene una visión privilegiada de los diferentes estilos de liderazgo que han pasado por el puesto desde Deng Xiaoping a Xi Jinping. Los cara a cara que ha mantenido con todos ellos se cuentan con los dedos de las dos manos, por eso, si hay alguien capaz de normalizar el misticismo de estos líderes trascendentales, ése es Rudd. El diplomático australiano recibió su primera clase de mandarín el 9 de septiembre de 1976, el día que murió Mao Zedong, y su profundo interés en todo lo relativo al gigante asiático la ha permitido ilustrarse en muchos aspectos, incluida la psique de Jinping. Los que observan desde la mirilla de las redes sociales contenido relativo a China han podido experimentar un par de píldoras que definen a Xi en las distancias cortas. La más reciente es la manera en la que le ‘dio un tirón de orejas’ al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, durante un breve encuentro en Bali en el marco de la Cumbre del G-20. Las imágenes muestran cómo el presidente chino abronca a su homólogo por haber compartido supuestamente la conversación que ambos tuvieron el día anterior. “Todo sobre los que hablamos ha sido filtrado a la prensa, eso no es apropiado”, le espetó el líder asiático a Trudeau siendo plenamente consciente de la presencia de la cámara que captó el momento. “Además, esa no fue la manera en la que se llevó a cabo la conversación. Si hay sinceridad podemos comunicarnos con respeto mutuo, de lo contrario, será difícil predecir el resultado”, prosiguió. 

Nada de lo que dijera el canadiense iba a evitar el fortalecimiento de la figura de Jinping, capaz de escapar de aquellos asuntos en los que “no están de acuerdo” -como los derechos humanos, Ucrania o el cambio climático- abrazado a los siempre eficaces argumentos de la sinceridad y la traición. Si algo le ha enseñado su extensa carrera política, incluida la década en el poder, es a ser docto en las artes de la persuasión y la divagación. Probablemente tampoco fuera casualidad que las cámaras también inmortalizaran el momento en el que su predecesor en el cargo, Hu Jintao, fuera expulsado del 20º Congreso del Partido Comunista chino celebrado recientemente. Ese fue el segundo instante que sirvió para indagar un poco más en la hermética personalidad de Jinping. Con una sonrisa y a través de un finísimo hilo de aire que salió de sus labios entreabiertos, respondió a las súplicas del expresidente para que intercediera por él con algo así como “váyase usted y deje el numerito”, mientras Jintao era acompañado a abandonar la sala. 

“(Jinping) era una persona que estaba cómoda en su propia piel, sabía en lo que creía y lo que tenía que decir lo decía sin pedir perdón”, recordó Rudd a Foreign Affairs justo después de la visita a Taiwán de la congresista estadounidense, Nancy Pelosi. “Y esto era cuando él era vicepresidente. Cuando lidié con él como presidente, nada había cambiado más allá de una cosa: su posición se había fortalecido”.

Se rompió la tensa pausa

Después de tres años de política Covid cero en China, los encuentros entre Jinping y otros líderes mundiales, especialmente con Estados Unidos y sus aliados, han vivido un momento de tensa pausa. Muchas de las relaciones del gigante asiático y otros países están en su peor momento en décadas y la reunión del G-20 ha servido para que Jinping paseara su diplomacia con varios de sus homólogos.

El presidente estadounidense, Joe Biden, lo vio en persona por primera vez desde que saliera elegido, también conversó con el francés, Emmanuel Macron, con el máximo mandatario de Corea del Sur, Yoon Suk-yeo, con el australiano, Anthony Albanese, o con Pedro Sánchez entre otros. Un día después de la finalización de la cumbre, hizo lo propio en Bangkok, con el primer ministro de Japón, Fumio Kishida y con la neozelandesa, Jacinda Arden, durante la reunión con los países integrantes en la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). 

Según Rudd, una de las cualidades más reveladoras de su personalidad era su capacidad para mantener conversaciones complejas con sus interlocutores sin necesidad de un guión, algo que no hacían sus predecesores.

“Este líder es diferente porque exhibe con fortaleza su propósito individual y sentido de la dirección del país. Eso no lo vi en Jintao o Zemin. Sí lo percibí en Deng Xiaoping cuando era un diplomático joven. Tenía una opinión muy particular y eso se reflejaba en cómo era él como líder: la prioridad era el desarrollo de la economía y lo demás estaba en un segundo plano”, desgranó Rudd. “Todos los líderes que llegaron después siguieron esa pauta menos Xi Jinping. Él, sin embargo, piensa que su país es muy potente, que está harto de ser empujado. Cuando observas su comunicación, él no es agresivo en su lenguaje interpersonal, ni asertivo”, apuntó.

Las cosas claras, los uigures en su sitio, el resto de la población china en el suyo, su estrategia geopolítica a punto y la sonrisa siempre impecable mientras se hace más y más fuerte en su posición. Como dijo un informador estadounidense que lo conoció de joven -tal y como revelaron cables de WikiLeaks en 2009- Jinping no es corruptible por el dinero o los bienes materiales pero sí lo puede ser por el poder. Algunos trazos de su personalidad incluyen su “excesiva ambición”, su obsesión por ser “más rojo que el rojo para conseguir sobrevivir políticamente”, que no se guía por la ideología sino por una combinación entre la “ambición” y la “protección de sí mismo”. La descripción también habló de su “elitismo” y de su capacidad para sentirse con derecho a todo. 

Riesgos calculados

“Es un líder que siempre está preparado para tomar riesgos calculados y equilibrados, algo que no hicieron sus predecesores”, explicó Rudd. “Mao también estaba dispuesto a tomar ese tipo de riesgos. No es un loco, un despreocupado, pero tampoco adopta una posición pasiva”. Por eso ha ido al grano de lo que le interesa en las reuniones que ha mantenido con sus homólogos. A excepción de Trudeau, el resto de sus encuentros han sido explicados al público en clave positiva no sólo por la prensa occidental, sino también por la china. Para limar asperezas con EE.UU. Jinping trató de desvincularse de la perspectiva estadounidense de colaborar más estrechamente con sus aliados y socios y así contrarrestar la creciente influencia de Pekín. Todo ello enmarcando la rivalidad con China como parte del enfrentamiento mundial entre democracia y autocracia. Para ello, el líder chino describió el sistema de gobierno de su país como una “democracia al estilo chino”, en la que fue una aparente señal a los aliados de los estadounidenses: las diferencias ideológicas no son una barrera para las relaciones con Pekín.

Una de las reuniones más esperadas fue la que Jinping tuvo con el líder australiano, Albanese, especialmente el momento más difícil entre ambas naciones en décadas -en lo comercial, en lo armamentístico, en cuanto a alianzas e influencia sobre naciones del Pacífico- y después de seis años sin que un mandatario de Australia se haya visto con el presidente chino. Los 32 minutos que se vieron no sirvieron para reiniciar el vínculo, pero sí para poner la primera piedra para saber convivir más allá de los desacuerdos. Con Macron y Sánchez el énfasis se puso en la posición de China a la invasión de Ucrania, la necesidad de un alto el fuego para iniciar conversaciones de paz y en evitar un ataque nuclear. 

Jinping necesitaba insuflar nuevos aires a su perspectiva tras el aislamiento de los últimos años. Era el momento de pasear sus ‘encantos diplomáticos’ para rebajar tensiones y, en cierto modo, lo ha logrado. Siempre, eso sí, usando una retórica más moderada de lo que muestran sus acciones en algunos asuntos y trazando unas líneas rojas difíciles de digerir para occidente.