La guerra mueve al este el centro de gravedad del poder europeo

  • Los gobiernos del este advirtieron durante años de la actitud expansionista rusa sin que Bruselas, París o Berlín hicieran mucho caso

  • Polonia pasa en pocos meses de apestado europeo a país central en las decisiones relativas a la guerra

Nadie les hacía mucho caso en Bruselas, en París, en Berlín. Durante años, sobre todo desde que en 2014 Rusia se anexionó por la fuerza la provincia ucraniana de Crimea, gobernantes, diplomáticos y periodistas de países como las tres pequeñas repúblicas bálticas, Polonia o Rumanía advertían a la diplomacia europea de la actitud expansionista y revisionista del presidente ruso Vladimir Putin. Creían, y así lo contaban habitualmente en las reuniones de ministros de Exteriores europeas, que acuerdos como los de Minsk (para intentar frenar la guerra en el Donbass ucraniano en 2014) no valían nada porque tampoco valía nada la palabra de Putin. Pedían más gasto militar (ellos lo han ido subiendo) y exigían que la OTAN tuviera planes reales de defensa de sus territorios, no sólo planes para reaccionar semanas más tarde a un eventual ataque ruso. Querían bases militares permanentes dotadas con medios suficientes para repeler un ataque.

Los años pasaron sin que nadie les escuchara pero el 24 de febrero del año pasado los tanques rusos cruzaron la frontera de Ucrania y aquellos europeos del este, a quienes en algunos círculos diplomáticos en Bruselas, Berlín, París y hasta Londres se veía como exageradamente miedosos y desconfiados con Rusia, pusieron cara de “te lo dije”. Desde entonces están a la vanguardia de la presión para que las sanciones a Rusia sean lo más duras posibles y para que se entreguen a Ucrania todas las armas que pida. Dirigentes como los primeros ministros polaco Mateusz Morawiecki o la estonia Kaja Kallas pelean ahora por encima del peso de sus países y mantienen la línea dura europea hacia Rusia. 

Polonia "nuevo líder"

Polonia ha pasado de ser el paria europeo por su deriva iliberal (condenada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y que le ha valido recortes en los fondos europeos) a uno de los países más influyentes en todas las decisiones relativas a la guerra. Cuando Morawiecki empezó a pedir tanques pesados por Ucrania su pedido fue recibido con asombro. Meses después se está ultimando el envío de los tanques. El pasado mes de agosto, en la cumbre europea informal de Praga con motivo de la presidencia checa, el jefe del Gobierno alemán, Olaf Scholz, dijo: “El centro de Europa se está moviendo al este”. No sólo porque la guerra lleva la mirada hacia los países vecinos de Ucrania, sino porque la Unión Europea empieza a ver que la futura ampliación a los Balcanes y, llegado el día, a Moldavia y la propia Ucrania, ya no puede quedar aparcada sine die como estaba hasta el estallido de la guerra. Una eventual entrada de Ucrania en la Unión Europea, sea en esta década o más probablemente en la siguiente, pero ya en la agenda política, moverá de forma permanente al este el centro de gravedad. Ucrania sería el país más extenso de la Unión Europea y el quinto más poblado tras Alemania, Francia, Italia y España. Sería también su primera potencia agrícola y sería sobre todo la responsable de la gran frontera con Rusia. El confín.

Mientras los del este ganan peso porque tienen ahora la autoridad moral de haber acertado en el diagnóstico de a dónde iba la Rusia de Putin, las diplomacias que hasta el último momento intentaron mantener el ‘business as usual’ con Moscú y que mejores relaciones tenían con Rusia, como la francesa y la alemana, han tenido que corregir su enfoque. Al oeste de Berlín nunca hubo que vivir bajo ocupación ruso-soviética, como sí sufrieron los bálticos durante más de medio siglo. 

"Más gasto militar"

La guerra lleva también a lo alto de la agenda las políticas de poder duro más evidentes, con el gasto militar en todas las bocas y en general las políticas de seguridad y Defensa. Los países del este y el centro de Europa pusieron más énfasis en estos asuntos en las últimas décadas que los del sur y el oeste de Europa. Mientras el presidente francés Emmanuel Macron creía todavía una semana antes del ataque que la diplomacia podía frenar a Putin, los bálticos ya preparaban el envío de armas antitanque a Ucrania.

La historia manda: España o Portugal hace más de dos siglos que no sufren una ocupación extranjera pero las tropas rusas estaban en Lituania todavía en 1990. Los países fronterizos a Rusia o muy cercanos sienten desde hace años, al menos desde 2014, que un ataque ruso no es un imposible. La amenaza militar del Kremlin no se ve igual desde Tallin (350 kilómetros por carretera a San Petersburgo) que desde Madrid (4.000 kilómetros).

El nuevo escenario acaba también por ahora con la apuesta por el refuerzo de la Europa de la Defensa que impulsaba París y en parte Berlín. Varsovia, Vilnius, Tallin, Riga, Bucarest, no quieren saber de más defensa que la que puede garantizarles la OTAN con la participación de Estados Unidos. Y ven con desconfianza cualquier movimiento que pueda debilitar los compromisos militares con la OTAN.

Alemania quedó en fuera de juego, sobre todo por su dependencia de la energía barata rusa, pero a medio y largo plazo puede ser uno de los grandes ganadores económicos del movimiento del centro de gravedad al este, como lo fue de la gran ampliación de la Unión Europea al este en 2004.  Este movimiento al este tiene un límite. Cuando la discusión abandona la guerra y la Defensa, la Unión Europea sigue funcionando en base a un doble peso económico y poblacional. Y sólo Polonia, con casi 40 millones de habitantes, tiene el peso necesario para competir con países como España o Italia. Francia y Alemania seguirán siendo esenciales en cualquier decisión europea, pero el centro de gravedad se movió y a partir de ahora los países del Este difícilmente aceptarán seguir siendo la comparsa que fueron en muchos asuntos durante muchos años.