Patrick Bahners: “AfD es el partido anti-Gobierno, pero no descarto que en diez años entre en el Ejecutivo”

  • El periodista y autor Patrick Bahners explica en esta entrevista con NIUS las muchas complejidades que marcan la existencia del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), que acaba de cumplir diez años de vida.

Al partido Alternativa para Alemania (AfD) se le podría poner la etiqueta condenatoria de “extrema derecha” y, para muchos, bastaría para no querer saber nada más de esta formación. Sin embargo, AfD seguiría formando parte de la realidad política alemana. De hecho, lo hace desde 2013. El partido ha celebrado recientemente su primera década de vida. Ese tiempo resulta suficiente para tener claro que AfD no sólo es el partido que ha devuelto a la política alemana la presencia de la ultraderecha en el Bundestag. Patrick Bahners, (1967, Paderborn), periodista cultural del prestigioso diario Frankfurter Allgemeine Zeitung y autor del último libro más relevante sobre AfD en Alemania, sabe que tras las siglas AfD se esconde una realidad más compleja que la que sugiere el simple etiquetado “extrema derecha”.

En esta conversación de Bahners con NIUS, de hecho, AfD aparece como “el partido de los profesores”, porque fue fundado en 2013 por economistas y profesores universitarios; como el “partido de los perdedores de la globalización”, aunque sus políticos, en general, sean gente de mundo. También se alude en esta entrevista a AfD como el “partido de los trabajadores”, después de que el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), la formación del canciller Olaf Scholz, haya perdido ese estatus.

Es AfD, además, una formación vigilada por los servicios de inteligencia del Ministerio del Interior alemán por su supuesto carácter anticonstitucional. Pero AfD es, igualmente, según recuerda Bahners, un partido prácticamente imposible de prohibir y, en un futuro, capaz de gobernar el país. Todo ello, llevando la bandera de un nacionalismo que no quiere ver a Alemania por encima del resto de países, sino un de nacionalismo que se presenta como “protector” y que también parece anhelar el aislamiento de los alemanes del mundo.

Precisamente la cuestión nacionalista en AfD inspira el libro de Bahners desde el principios. Die Wiederkehr: Die AfD und der neue Nationalismus (Ed. Klett-Cotta, 2023) o “El retorno: AfD y el nuevo nacionalismo”, se titula su volumen.

En general, la gente de AfD no son los perdedores de la globalización. Pero sí son la gente que tiene miedo de la pérdida de confort por la globalización.

P: Hace tiempo que AfD dejó de ser una novedad en el panorama político alemán. Usted publica un libro sobre esta formación, pero se habían escrito ya muchos libros sobre este partido. ¿Qué falta o qué faltaba por escribirse sobre este partido?

Lo que yo quería hacer, y eso hago desde el título del libro, es vincular a AfD con lo que yo llamo nuevo nacionalismo. Porque es verdad que ha resurgido en mucha gente esa idea según la cual se dice: 'para mí, lo importante son los intereses de Alemania y la nación alemana'. Yo lo quería explicar la relación entre esto y AfD, quería indagar en los orígenes de esto. No sabía si era algo que tenía que ver con la historia del nacionalsocialismo o si era algo nuevo que atiende a razones particulares.

P: Se dice que los “perdedores de la globalización” votan a la ultraderecha ¿Cree usted que AfD tiene que ver con eso?

Cuando uno mira las estadísticas, en lo que respecta a estatus social, o clase social, AfD no es un partido que mayoritariamente se nutra del voto de de las clases sociales populares. En general, la gente de AfD no son los perdedores de la globalización. Pero sí son la gente que tiene miedo de la pérdida de confort por la globalización.

Lo que yo creo es que AfD ha sabido encontrar este público. Y les vienen a decir esto: 'hay estos perdedores de la globalización y nadie hace políticas para ellos'. No lo hace el SPD, que era el viejo partido de los trabajadores. Lo que yo hago es preguntarme en el libro si en Alemania esa clase de perdedores de la globalización es grande o si, al contrario, lo que hay es una idea de que esos perdedores están ahí y hay que atenderlos y ocuparse de ellos. Para solidarizarse con ellos, ahí está AfD.

P: ¿A qué se refiere?

A que yo veo al típico votante de AfD no como un perdedor de la globalización, ni como alguien que ve que el edificio en el que vive se llena de refugiados. Sino como alguien que escucha noticias sobre los refugiados, que ve, por ejemplo cómo hay peligros para los pequeños comercios, como su panadero, y ante esto se plantea hacer algo como apoyar a AfD. Lo que hay en la ultraderecha es más una solidaridad con esos perdedores que una identificación con el hecho de ser un perdedor en la globalización.

En el mundo sindical, hay una división. Hay trabajadores que están frustrados, han dejado de reconocerse en el SPD y por eso son clientela para los sindicatos conectados a AfD.

P: Perdedores o no, ya en 2017, el semanario Der Spiegel decía de AfD que era “el partido de los trabajadores” ¿Qué ha pasado para que se pueda describir así al partido de la ultraderecha?

Sí, el partido se dirige a los trabajadores. AfD tiene votantes que vienen del SPD. Pero miremos al mundo sindical. Por mucho que sea un ámbito cercano al SPD, el mundo sindical alemán está abierto a muchas tendencias. Hay sindicatos cristianos, por ejemplo.

En este contexto, cuando se mira a sectores afectados por las últimas transformaciones industriales, en las últimas elecciones para formar los comités de empresa, se han formado sindicatos que están fuera del tradicional movimiento obrero. Y quienes forman estos sindicatos están conectados con AfD o con otros grupos radicales. En el mundo sindical, hay una división. Porque hay trabajadores que están frustrados, han dejado de reconocerse en el SPD, tampoco se reconocen en la CDU y por eso son clientela para AfD.

La creación de AfD no es algo por lo que haya que buscar culpables.

P: Se ha dicho que a AfD la hecho grande en la política alemana el que Angela Merkel hiciera girar a la izquierda a su Unión Demócrata Cristiana (CDU) cuando estaba en el poder. ¿Es así?

Es cierto, la CDU se ha movido hacia el centro y ha quedado un agujero en la derecha. Pero yo no creo que eso sea un reproche que se pueda hacer a la CDU. El SPD, en su momento, también giró al centro con Gerhard Schröder, en los años noventa, implementando reformas neoliberales y, eso dio pie a la salida del SPD de los socialdemócratas más izquierdistas, que acabarían fundando el partido que daría lugar a Die Linke, tras sumarse al proyecto los post-comunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS). Lo que pasó con la CDU y el SPD es algo normal. La creación de AfD no es algo por lo que haya que buscar culpables.

P: Cuando surgió, en 2013 y durante un tiempo algo después, AfD era el “partido de los profesores”, porque lo lanzaron, mayormente, economistas universitarios. Entonces, AfD tenía un discurso según el cual había que proteger a Alemania ante las necesidades económicas de los países afectados por la crisis del euro, como España. ¿Son en AfD son nacionalistas protectores, y no nacionalistas imperialistas?

El nacionalismo de AfD es un nacionalismo que se quiere aislar del mundo. Esa idea de que hay que proteger las finanzas de Alemania de los países que no saben gestionar sus economías, está en AfD. No se dicen que ante una crisis como la del euro, Alemania podía ejercer un control sobre el resto de países que se hagan dependiente de nuestro dinero.

P: Pero luego resulta que Alemania es una economía global, muy conectada con todo el mundo. ¿Por qué llevan la contraria en AfD cuando defienden esas tesis de aislar al país?

En AfD, la mayoría de los políticos que están en los cargos importantes son gente que tiene estudios universitarios cuando no un trabajo académico. Son políticos que tienen experiencia en el extranjero. Son gente que conocen el mundo, pero eso no les impide ser nacionalistas.

Esto se ha visto también en Estados Unidos, con políticos como Donald Trump, alguien que es capaz de hablar a gente sencilla que vive en mitad del país, que no ha salido de Estados Unidos nunca, pero luego, en el Partido Republicano, la gente está muy formada, tiene horizontes internacionales, como los del Partido Demócrata. En AfD, el mejor ejemplo de esto es Alice Weidel, la co-presidenta del partido. Ella es una economista que vive en Suiza. Es alguien que, por su formación y profesión, tiene el perfil de alguien que va por el mundo sin fronteras, pero ella es de los que defiende que hay que cerrar las fronteras.

P: Aunque eso pueda resultar una paradoja evidente. AfD conseguía estar algo por encima del 10% en las últimas elecciones generales.

Sí, el partido tiene muchos votantes. Recuerdo que partidos como Los Verdes, cuando llegaron a la política en el Bundestag en los años ochenta, o el propio FDP [el partido liberal del ahora ministro de Hacienda germano, Christian Lindner, ndlr.] de siempre, estaban entre el 5% y el 10% de los votos en las generales. Para AfD, un 10% parece un mínimo, y se puede imaginar al partido logrando hasta un 17%. Esto supone un gran cambio en la política alemana.

P: En el este alemán, en lo que fue la República Democrática de Alemania (RDA), el porcentaje de voto a AfD en algunos Länder está incluso por encima del 20%. ¿Cómo explica usted esto?

Esto tiene que ver con el rechazo que hay al Gobierno federal, porque en el este alemán ese rechazo es especialmente grande. Pero hay una idea en el este alemán que se ha extendido mucho según la cual el Gobierno alemán es muy poderoso, demasiado, y vive ajeno a la población. Por eso, se piensa, hay que hacer aglo.

El que quiere votar para mostrar su oposición a los partidos de los gobiernos, en los Länder o en Berlín, vota a AfD.

Pero todos los partidos, hasta los izquierdistas de Die Linke, participan de las responsabilidades del Gobierno, ya sean en los Länder o a nivel federal. En este contexto, el que quiere votar para mostrar su oposición a los partidos de los gobiernos, en los Länder o en Berlín, vota a AfD. Esto lo que más explica el éxito del partido en el este. AfD es el partido de la protesta de la política, especialmente contra política del Gobierno federal.

P: Coincidiendo con el décimo aniversario del partido, en AfD se ha venido diciendo que están preparados para gobernar formando parte de una coalición. ¿Ve usted esta opción posible? En otros países de Europa, la ultraderecha gobierna en coaliciones...

Sí, en vista de los ejemplos europeos, parece que las cosas pueden ir muy rápido cuando se trata de formar gobierno aunque haya partidos de extrema derecha. Ahora, en Alemania, vemos que hay un distanciamiento de la CDU con AfD. Pero esa política de la CDU que consiste no trabajar nunca con AfD resulta incomprensible. Yo creo que las promesas de ese tipo, no trabajar nunca con no sé qué partido, siempre hay que ponerlas a prueba. Por ejemplo, en su momento, el SPD ya dijo que nunca gobernaría con Los Verdes.

De los ecologistas, en el SPD decían que eran unos “locos” que están haciendo daño a la política con sus protestas, con sus posiciones contrarias a la industria. Pero ahora, en el SPD están contentos cuando tienen la posibilidad de gobernar con Los Verdes. Lo que pase con AfD es algo que depende de evolucionen las cosas, pero no hay que descartar que, tras un par de legislaturas, por ejemplo, si empiezan a hacer oposición normal sin centrarse tanto en atacar a la canciller, como hicieron con Merkel, entonces, puede ser que entren en gobiernos. No descarto que esto pase de aquí a diez años.

P: Pero antes habrá que aclarar si AfD es anticonstitucional, porque siguen vigilados por la Oficina de Protección de la Constitución, que son los servicios de inteligencia del Ministerio del Interior.

Sí. Esto es algo atípico. Nunca antes un partido tan importante, con tanta presencia en el Bundestag, había sido vigilado por la Oficina de Protección de la Constitución. Normalmente esto pasaba con los partidos pequeños. Pero yo no creo que a AfD acabe siendo prohibido. Porque estamos hablando de un partido que cuenta con un 15% del apoyo de la población. Con este asunto hay que ser cuidadoso.

P: ¿A qué se refiere?

Los políticos tienen que ser cuidadosos. Porque sólo presentando una petición, con la valoración de los servicios de inteligencia, al Tribunal Constitucional podría prohibirse el partido. Esto podría pasar. Pero, ¿y después? Pues seguramente se formaría un nuevo partido con los responsables de AfD pero con otro nombre. Dirán que habrán aprendido la lección y que el nuevo partido es una tentativa nueva. Dirán las cosas algo distintas, pero dirán más o menos las mismas cosas. Y no habrá una segunda prohibición no habrá.

Los partidos se combaten mejor cuando se convence a sus electores de que no tiene sentido votar por ese partido.

P:¿Hay precedente de algo así?

Sí, lo que pasó con los comunistas, con el Partido Comunista de Alemania (KPD). En 1956 se prohibió. Pero a finales de los sesenta se fundó en 1968 otro partido, el Partido Alemán Comunista (DKP), que sólo cambia en sus siglas. El DKP lo llevaba la misma gente que el KPD. Después de aquello, nadie nunca pensó en prohibirlo. Los partidos se combaten mejor cuando se convence a sus electores de que no tiene sentido votar por ese partido.

P: Ya que hablamos de extrema izquierda y extrema derecha. Die Linke y AfD son los únicos partidos que muestran voluntad de querer entenderse con la Rusia de Vladimir Putin pese a la ilegal guerra contra Ucrania ¿Cómo explica usted esto?

Esto ocurre por motivos políticos. Desde tiempos de Merkel hay una fuerte sensación en la población de desconfianza en el Gobierno. Esto no ha cambiado. A Scholz se le va mirar así también. Si en AfD dicen que hay que construir puentes hacia Rusia, lo hacen, sobre todo, para oponerse al Gobierno. Porque la guerra significa, aunque Alemania no sea parte de la guerra, una oportunidad para el Ejecutivo hacer uso de su poder, con políticas fiscales y gasto en defensa. Frente a esto, AfD es el partido anti-Gobierno. Por eso hacen y dicen lo contrario de lo que dice el Gobierno.