El relato del secuestro de un inmigrante ilegal en México: “Si no pagamos los 10.000 dólares, lo matan”

  • Un hondureño de 59 años quería trabajar en EEUU y luego regresar con su mujer e hijos con unos ahorros

  • Los inmigrantes deportados se han convertido en el nuevo botín de los carteles

  • En NIUS hablamos en exclusiva con un tío de la víctima que está en contacto con el cartel

Cuando Nolvin C. tomó la decisión de cruzar la frontera de Estados Unidos de manera ilegal, atravesando el desierto, no tenía intención de quedarse a vivir para siempre en la tierra del sueño americano.

Su intención era volver a Honduras, con su mujer y sus dos hijos de cuatro y ocho años, con la esperanza de hacerlo después de haber ahorrado un dinero para renovar el material de trabajo de su pequeño negocio. En Tegucigalpa, una de las ciudades más pobladas de Centroamérica, tiene un humilde taller de reparación de aparatos electrónicos, de teléfonos y ordenadores. Pero sus herramientas están viejas, la tecnología avanza rápido, y el país se encuentra en una difícil situación política agravada por la pandemia. Hay poco de donde sacar.

Poniendo en marcha su arriesgado plan, esperaba en cualquier caso mejorar las perspectivas de futuro y dar a sus hijos más oportunidades para crecer y formarse. Pero sus planes se han truncado trágicamente: Nolvin ha sido secuestrado en la frontera de México por una organización criminal que ha pedido a su familia un rescate de 10.000 dólares si quieren volver a verlo con vida.

“Mi sobrina en Honduras es la que se pone en contacto conmigo y me pone al tanto de la situación. Luego, no sé cómo, alguien del cartel se hizo con mi número de teléfono y comenzó a enviarme mensajes de texto pidiendo dinero”, cuenta a NIUS, José Montenegro, tío de la víctima, pastor y fundador de una iglesia evangelista, y residente en Miami desde hace 17 años. “No les conozco la voz, no sé si es una mujer o es un hombre el que nos está extorsionando, ni siquiera sé qué cartel es, si los Zetas o cuál otro porque hay varios”.

Nolvin había pagado a un cartel (diferente al que lo ha secuestrado) para que le ayudara a cruzar la frontera. “Tardó un mes y medio en el camino desde Honduras pasando por Guatemala hasta llegar a México. Inicialmente tenía previsto instalarse en Dallas donde un amigo lo iba a recibir, pero antes de ser secuestrado, el hondureño que viajaba con otros 10 inmigrantes, fue detenido por las autoridades en Estados Unidos: “Él cruzó la frontera por el lado de Texas, una zona muy desierta y estuvo 4 días por dentro del desierto. Un vehículo debía recogerlos en McAllen, al sur del estado, pero sólo recogió a siete, y los otros cuatro, incluido mi sobrino, fueron capturados por Inmigración, y tal y como está la ley ahora, Nolvin fue deportado el mismo día que lo cogieron”.

Los inmigrantes, el nuevo y abundante botín de los carteles

En efecto, con la llegada de la pandemia, “las reglas del juego” han cambiado y la deportación de los inmigrantes ilegales adultos detenidos en la frontera, es inmediata. Pero, no les deportan al país del que proceden, sino que son trasladados a alguna localidad fronteriza de México, donde cada uno tiene que apañárselas para volver a su casa. Llegan a la boca del lobo y antes de que se den cuenta, se han convertido en el nuevo botín de los carteles.

Los coyotes los distinguen porque no llevan cordones en sus zapatos. Inmigración se los ha quita cuando son detenidos, por razones de seguridad. Es la prueba de que entraron en Estados Unidos en busca de un nuevo futuro, y lo único que encontraron fuero la detención y a deportación. “A Nolvin lo metieron en un autobús con otros tres inmigrantes y lo dejaron en Nuevo Laredo”, relata Montenegro. “La situación es bien difícil porque quienes mandan en la frontera no son los militares ni la policía. Quienes mandan son los carteles y sus `coyotes´, que se dedican tanto a traficar inmigrantes como a traficar drogas”.

A su llegada a Nuevo Laredo, Nolvin y sus compañeros fueron a un parque a llamar por teléfono y avisar así a sus respectivas familias de la situación de desamparo en una ciudad desconocida. Fue en ese momento cuando el cartel de la banda armada lo capturó. “Mi sobrino estaba hablando con su amigo de Dallas y en mitad de la conversación le dijo, “¡ya no puedo hablar porque nos están llevando presos!”.

La única opción es pagar

Ante esta dramática situación, el pastor Montenegro ha buscado ayuda en el consulado de México y de Honduras en Miami “pero nos han dicho que no se meten ese asunto porque un asunto ilegal, y es la verdad, es un asunto ilegal”.

La posibilidad de acudir a la policía antisecuestro la descartan por completo ante la posibilidad de que, con los niveles de corrupción que hay, sea la propia policía la que filtre la información a los carteles: “No hemos querido recurrir a ellos para evitar un fracaso porque el problema de los carteles es que, tú puedes ahorita mismo luchar para liberar a tu familiar, pero creas una rencilla con esa gente, y más tarde, te pueden a matar a otros familiares de Honduras y de aquí de Estados Unidos”.

El paradero de Nolvin es desconocido pero en el transcurso de estos días, su madre, desesperada, ha logrado hablar con él en una ocasión “Él no tiene acceso a dejar ninguna información - aclara Montenegro-. Sólo dijo: `Mami, no se preocupe, estoy bien, esta gente sólo está esperando que paguen por mí´, tratando de mantener la calma”.

“El coyote me escribe varias veces al día. No sabemos cómo hacerle llegar el dinero”

Hace algo más de una semana que la familia de Nolvin está tratando de reunir el dinero para pagar el rescate. “El coyote me escribe varias veces al día exigiendo el dinero”, señala el pastor. De hecho, en el transcurso de esta entrevista, Montenegro recibe varios mensajes en su teléfono móvil, preguntando una vez más.

  • “¿Cómo va, paisa, has mandado el dinero a la gente que te pasé?” – dice el coyote
  • “No se puede mandar”- responde el tío de Nolvin, mientras aclara a NIUS que el contrabandista le “pasó alrededor de cinco o seis personas para que le mandara 1.000 dólares a cada una”.
  • “Sí, pero está bueno para retirar el dinero. Las personas que mandé, pueden retirar el dinero”, presiona el coyote.

El pastor insiste en que lo están intentando, pero no consiguen que les llegue porque las grandes cantidades son retenidas por las empresas especializadas en transferencias hasta ser comprobadas y muchas veces no llegan a su destino final.

Los carteles suelen utilizar a familias humildes, campesinas, - a aquellas que tienen cuentas en los bancos, que no son todas-, bien pagándoles o extorsionándoles para que se conviertan en los receptores intermediarios de los pagos de rescate a través de una cuenta bancaria. “Enviar dinero de Estados Unidos es bien difícil. Cuando tú llegas a una compañía de envío de dinero, te dicen que a México sólo puedes mandar un máximo de 150 dólares. Ese es el problema más grande que existe, no sólo que extorsionan al familiar y te amenazan con matar a tu familia. El dolor más grande es que no puedes pagarles tampoco a ellos”.

“No pongas tu vida en riesgo”

Aún así, Montenegro y su familia siguen intentándolo a la desesperada, sabiendo incluso que corren el riesgo de que el trato no sea limpio y lo maten igualmente. Pero no les queda otra que intentarlo.

De momento han reunido la mitad de la cantidad exigida. “Entre familiares, uno ha dado 1.000 dólares, otro ha dado 500, de todo un poco. Mi hermano que vive en una finca humilde, ha vendido sus vacas para poder darnos una parte del dinero”.

José Montenegro confía en que todo se va a solucionar para que su sobrino salga sano y salvo: “Confiamos en Dios, vamos a recoger esos 10.000 dólares, tenemos un Dios que provee, un Dios que no te va a poner una prueba que no puedas aguantar”.

No obstante, el tío de Nolvin no quiere dejar de pasar la ocasión para enviar un mensaje a aquellos que en algún momento han pensado en cruzar ilegalmente la frontera de Estados Unidos: “Yo te digo como cristiano, como pastor evangélico, como servidor de Dios, no pongas tu vida en riesgo, tu vida puede estar en peligro y pueden dejar a una esposa o a unos hijos desamparados. Para una familia, cuando hay un familiar secuestrado es bien difícil, especialmente para su mamá, su papá, sus hermanas. Mi sobrino tiene dos hijos y el mayor, no para de preguntar por él”.