El difícil papel de la diplomacia en Libia

  • Los dos bandos enfrentados agudizan la batalla en la ciudad de Sirte

  • Cada uno de ellos está apoyado por potencias internacionales, que dirimen sus fuerzas en territorio ajeno

  • La división de la UE y la dificultad para imponer su diplomacia reducen la influencia europea

Roma se ha convertido este miércoles en un escenario paralelo a la guerra que se libra en Libia. El mariscal Jalifa Hafter, líder de los rebeldes que buscan conquistar el país, acudió por sorpresa a la capital italiana para reunirse con el primer ministro transalpino, Giuseppe Conte. Mientras, el presidente del Gobierno de Trípoli reconocido por la ONU, Fayez al Sarraj, tenía previsto también estar en Roma, pero finalmente canceló su cita debido a la presencia de su rival.

Ambos líderes representan los dos bandos enfrentados. Tras la caída de Gadafi en 2011, gracias a la mediación internacional encabezada por Bernardino León se consiguió poner en pie un Ejecutivo de unidad nacional. Se formó en 2015 y debía terminar con los dos parlamentos paralelos que existieron durante este periodo de transición. Al Sarraj fue nombrado presidente, con el apoyo, entre otros, de los islamistas Hermanos Musulmanes.

Poco después el militar Jalifa Hafter, que había trabajado para la CIA, creó el llamado Ejército Nacional Libio para desbancar a Al Sarraj, bajo la premisa de expulsar del poder a los islamistas. Hafter instaló su base en Bengasi, en el este del país, desde donde ha intentado avanzar hacia Trípoli. La estrategia diplomática ha fracasado a partir de ese momento.

¿Dónde estamos ahora?

En los últimos años los combates han sido intermitentes, sin que ninguno de los dos bandos -apoyados por diversas milicias que controlan zonas muy concretas de territorio- lograra imponerse. En abril del año pasado Hafter lanzó una nueva ofensiva con la que parecía que conquistaría el país, pero quedó de nuevo en suspenso.

El sábado pasado los rebeldes atacaron una escuela militar de cadetes en Trípoli, en la que hubo al menos 42 víctimas mortales. Y horas más tarde las tropas de Hafter anunciaron que habían tomado el control de la ciudad de Sirte, a medio camino entre Bengasi y Trípoli. Sirte se considera fundamental para llegar hasta la capital.

Tras la respuesta de los efectivos gubernamentales, Sirte continúa en disputa. Los enfrentamientos se han reabierto, impidiendo celebrar en territorio libio una iniciativa de paz europea impulsada por Italia. El Gobierno de Roma consiguió al menos reunir en Bruselas a un reducido grupo de ministros de Exteriores de la UE junto al Alto Representante, Josep Borrell; mientras que en las últimas horas han retomado las labores diplomáticas junto a los actores enfrentados en Libia.

¿Quién apoya a quién?

Como ocurre en otros conflictos, Libia no es más que el terreno en el que otras potencias libran sus fuerzas. Del lado del mariscal Hafter se encuentran Arabia Saudí y Rusia, que han encontrado apoyo en Emiratos Árabes Unidos y Egipto. Mientras que a Al Sarraj lo sostienen Turquía y Qatar. El pulso regional se basa, sobre todo, en la presencia de los islamistas en el Ejecutivo de Trípoli, ya que Arabia Saudí no tolera a los Hermanos Musulmanes, que sí son bien acogidos en Ankara o Doha.

La posición de la UE es más compleja. Por su pasado colonial y cercanía, Italia es el país europeo que tradicionalmente ha tenido una mayor influencia en Libia. Su intención ha sido siempre la estabilización del Gobierno de Al Sarraj, reconocido por la ONU. Sin embargo, Francia, que fue uno de los países que más presionó para derrocar a Gadafi, se ha mostrado más cercano al rebelde Hafter.

La disputa entre Italia y Francia se interpreta como un modo de imponer su influencia en la futura Libia. También el Reino Unido fue muy activo en la lucha contra Gadafi y querría obtener ahora su recompensa. En definitiva, la división europea y la dificultad para que su diplomacia impere en la esfera internacional ha dejado la puerta abierta a otras potencias, que manejan otras vías.

Turquía ya ha anunciado el envío de un destacamento de tropas para defender Trípoli. Y, por otro lado, Rusia ofrece apoyo logístico al bando contrario. Curiosamente, este miércoles también se reunieron en Estambul el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y su homólogo ruso, Vladimir Putin. Ambos, que actúan militarmente en terreno ajeno, han pedido un alto el fuego a partir del próximo domingo. Mientras, la UE reclama, sin mucho éxito, el “fin de las injerencias internas”.

¿Por qué es importante Libia?

Fundamentalmente por sus reservas de gas y petróleo, que aunque nunca han llegado a los niveles anteriores a la caída del régimen de Gadafi, siguen siendo importantes. Para España, este país norteafricano es una de las principales fuentes de suministro de crudo. Italia tiene inversiones muy significativas en Libia, que ahora se ven amenazadas por empresas francesas o británicas.

Además, desde este país han salido más de 600.000 migrantes, procedentes del África subsahariana, con destino a Europa en los últimos años. Las tropas gubernamentales, apoyadas por milicias, controlan estos flujos y una mayor desestabilización puede provocar que se abran de nuevo las puertas.

Y, por último, Libia es un claro ejemplo de lo que se denomina como ‘guerra proxy’, en la que otros países utilizan a terceros para enfrentarse militarmente.

¿Qué puede pasar?

Según los analistas, el control de Sirte puede ser clave para dirimir el equilibrio de fuerzas entre los bandos enfrentados. Aún así, si los rebeldes consiguieran hacerse definitivamente con este enclave, todavía tendrían que derrotar a las tropas gubernamentales en la ciudad de Misrata y Trípoli, que quedaría más vulnerable.

En paralelo, los esfuerzos diplomáticos siguen su curso. La simple presencia de Hafter en Roma este miércoles fue una sorpresa, ya que pocos esperaban que en plena ofensiva acudiera a una llamada al diálogo. Con todo, esta iniciativa aún está lejos de prosperar, sobre todo, con la atención internacional puesta ahora mismo en Irán.