La Armada de Richelieu se hunde en el Pacífico

  • Australia torpedea un macro-contrato con Francia por 12 submarinos y 50.000 millones de dólares

  • Las potencias anglosajonas tejen una red frente a China

Las luces no se habían encendidos en las arañas de cristal del Palacio del Elíseo ni en los cuarteles de Naval Group, la empresa heredera de aquellos arsenales militares creados por el Cardenal Richelieu en 1631, cuando la mañana del miércoles las agencias empezaron el bombardeo de cables. Los titulares dejaron a las autoridades francesas temblando. Habían perdido el que consideraban “el contrato del siglo” para venderle a Australia 12 submarinos convencionales por valor de 50.000 millones de dólares.

El contrato, firmado en 2016, se había hundido. Torpedeado por la alianza militar que acababan de anunciar la propia Australia, un Reino Unido recién salido de la Unión Europea y en busca de asideros para mostrar al mundo que sigue siendo una potencia global y los Estados Unidos de un presidente Joe Biden con el que la Unión Europea se las prometía muy felices y a quien Francia, en su calentón, comparó el jueves con Donald Trump. Detrás, fuera de alianzas oficiales pero unidas al proyecto de controlar a China, aparecen también Japón e India.

Australia rompió el contrato para comprarle a Francia los Shortfin Barracuda porque a cambio Washington será quien le venda los submarinos, pero estos serán de propulsión nuclear. La isla del pacífico, que no tiene industria nuclear, se convierte así en la séptima potencia con submarinos de propulsión nuclear y, cuando los reciba, sus Fuerzas Armadas ganarán peso en la tela de araña que Estados Unidos va tejiendo alrededor de China.

A cambio de romper el contrato con Francia y comprar los submarinos nucleares, Washington incluye a Australia en su nueva alianza AUKUS (Australia + United Kingdom + United States) y promete compartir con ella su tecnología nuclear. Los submarinos franceses iban a construirse en parte en astilleros franceses y en parte en astilleros australianos. Francia veía la alianza con Australia también como una forma de poner el pie en una región, la Indo-Pacífico, en la que tiene poca presencia pero tiene a dos millones de habitantes en sus islas del Pacífico.

Australia alega, con cierta razón, que Francia se retrasaba y que los 50.000 millones de dólares iban camino de ser 90.000 millones, aunque la mayor parte se hubiera invertido en astilleros de la propia Australia y las empresas francesas se hubieran llevado 8.000. A principios de este año el ministro de Defensa australiano, Greg Moriarty, dijo: “Parece claro que hemos tenido dificultades con el programa en los últimos 12 ó 15 meses”.

El primer ministro australiano Scott Morrison, trató el asunto el 15 de junio en persona con Emmanuel Macron. Y no anunció al francés que pretendía romper el contrato. Hace apenas dos semanas, los ministerios de Defensa y Exteriores de Francia y Australia emitieron un comunicado conjunto en el que “subrayamos la importancia del programa de submarinos”.

Francia no tuvo más noticias hasta que el jueves, cuando las luces ya estaban encendidas en el Elíseo, se despertó con la noticia. Morrison había dicho esa madrugada que Australia había tomado esa decisión “por necesidad”.

París estalló con una bronca. “Decisión lamentable”, lanzó la diplomacia francesa, en el que añadía: “La elección americana (estadounidense) que ha llevado a descartar a una aliado y socio europeo como Francia de un partenariado con Australia en el momento en que hacemos frente a desafíos sin precedentes en la región indo-pacífico, tanto contra nuevos valores como contra el multilateralismo fundado en las reglas del Derecho (Internacional), señala una ausencia de coherencia que Francia constata y lamenta”.

No era sólo el calentón. El ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, dijo en FranceInfo que los australianos habían asestado a Francia “una puñalada en la espalda”, que se había “traicionado la confianza”, que era un hecho “grave” en materia diplomática, además de “brutal e imprevisible”.

Pierre Haski, especialista en Geopolítica de ‘FranceInter’ explica que la ruptura del contrato tendrá consecuencias negativas en las relaciones entre Francia y Estados Unidos y tendrá un impacto considerable “en Europa, donde ayer se anunció la estrategia de los 27 para la región Indo-Pacífico, en las relaciones transatlánticas que volverán a sufrir una crisis de confianza y en China, que reacciona denunciando una mentalidad de guerra fría”.

Francia no salió solo a criticar a Australia porque sabía que detrás de la decisión de Canberra estaba el primo estadounidense. Fuentes diplomáticas francesas explican a NIUS que entienden que Estados Unidos quisiera reforzar su presencia en el anillo alrededor de China, pero que ni las formas ni el fondo son aceptables. Dan a entender que Francia podría haber participado de una alianza similar.

Bruselas también mostró su sorpresa

Fuentes comunitarias reconocían el viernes que se enteraron por los anuncios de prensa y constataban que Biden, como hizo con la retirada de Afganistán, actuó otra vez sin consultar a sus socios europeos, muchos de ellos miembros de la OTAN. Y señalan la coincidencia con la publicación en Bruselas de la nueva estrategia hacia la región Indo-Pacífico, que muestra un lenguaje más duro frente a China.

Los europeos buscan una vía para relacionarse con China alejada de la vía militar de las potencias anglosajonas. Y quieren, contra la opinión de Washington, mejorar las relaciones con la gran potencia asiática. Europa cree que sus crisis están en otros sitios, en sus relaciones con Rusia, con Turquía y Oriente Medio o con la orilla sur del Mediterráneo.

Esa estrategia europea hacia la región Indo-Pacífico busca con China, como lo explicó ayer el Alto Representante Josep Borrell, “la cooperación, no la confrontación”, mientras intenta defender sus valores democráticos. Los estadounidenses están lejos de ese enfoque, que consideran demasiado cooperativo hacia Pekín.

Antes de romper el contrato con Francia, el programa de submarinos convencionales ya incluía a Estados Unidos, pues la estadounidense Lockheed Martin era la responsable de suministrar los sistemas de combate.

El jueves, durante la presentación de la Alianza AUKUS en la Casa Blanca, el presidente Joe Biden, que veía venir la reacción francesa, dijo que Francia “tiene una presencia importante en el Indo-Pacífico y es un socio y un aliado clave”. Biden no respondió a las referencias a Estados Unidos en el comunicado de la diplomacia francesa, que acusaba a Estados Unidos de ir contra el multilateralismo.

La nueva alianza anglosajona promete compartir tecnología nuclear, inteligencia militar, ciberseguridad e inteligencia artificial. Estados Unidos espera que, cuando Australia tenga los submarinos operativos, pueda patrullar en nombre de las tres potencias anglosajonas las aguas al sur de China, descargando de esa responsabilidad a los submarinos estadounidenses.

La principal diferencia con un submarino nuclear de Washington es que los australianos, pesar de ser de propulsión nuclear, irán armados con misiles de crucero Tomahawk, no con misiles nucleares. Australia es el segundo país en la historia que recibe transferencias de tecnología nuclear estadounidense después del Reino Unido en 1958.

La nueva Trilateral

La nueva alianza, a la que en la práctica se sumará Japón, crea un frente común en el patio trasero de China. La foto se hará el próximo 24 de septiembre cuando se reúnan en la Casa Blanca con Joe Biden el primer ministro australiano Scott Morrison, el japonés Yoshihide Suga y el presidente indio Narendra Modi, el quinto pilar de la alianza informal.

Pekín fue claro el jueves tras los nuevos anuncios. La diplomacia china dijo que las potencias anglosajonas, unidas a Japón e India, “ponen seriamente en peligro la paz y la estabilidad regional e intensifican la carrera de armamentos. China duda de la sinceridad de Australia de respetar sus compromisos de no-proliferación nuclear”.

El ‘Global Times’, un diario chino que se puede leer como una versión dura de lo que piensa Pekín, aseguraba ayer que “Australia se coloca ella misma en la posición de adversario de China”. Y amenazaba: “las tropas australianas podrían ser el primer contingente de soldados occidentales que derrochara sus vidas en el mar del sur de China”. Pekín estima que Washington está tejiendo una especie de “OTAN del Pacífico”.

Haski considera que todos los actores de esta bronca saben que lo que estaba en juego no era solamente el contrato “que los franceses pierden, sino el giro estratégico al que conduce y que conlleva un riesgo de confrontación”.