Josef Fritzl: "No soy un monstruo"

INFORMATIVOS TELECINCO 15/03/2009 00:00

Esa mañana Josef Fritzl atrajo a la jóven Elizabeth hasta el sótano, la golpeó, la maniató y la drogó. Ella, mientras, golpeaba las paredes. "Le dije soy Dios y dependerá de tu actitud que algún día puedas volver a ver la luz del sol". Fue el primer día de una tortura inimaginable que duraría 8.515 días más.

Los primeros nueves meses Elizabeth estuvo atada a una cadena que sólo le permitía llegar hasta el inodoro. "Yo sabía que lo que hacía no estaba bien, que debía estar loco por hacer una cosa así, pero, al mismo tiempo, mi segunda vida en el sótano se convirtió en una auténtica realidad" Josef Fritzl hizo estas declaraciones a, través de abogado, Rudolf Mayer, a un medio de comunicación austríaco, días después de que lo detuviesen. En sus páginas desgranó cómo violó sistemáticamente a su hija durante el cautiverio.

"Mi hija era una adicción"

"Era como una adicción", reconocía a la vez que confesaba no haber tomado medidas anticonceptivas porque "la verdad quería tener hijos con Elizabeth". "La elegí porque era rebelde, quería separarla del mundo exterior y enseñarla obediencia y rectitud".

El monstruo de Amstetten siempre dijo que "sus sentimientos hacia su hija fueron una reconducción del amor incestuoso que había sentido hacia su madre, María". "Elizabeth era, de entre mis otras hijas, la que más se parecía a ellA".

"Cuando la violaba sabía que le hacía daño, pero me daba lo mismo. El deseo de hacer cosas prohibidas con ella me dominaba, mi hija era como una droga".

Y así Elizabeth se quedó embarazada. "Elizabeth tuvo miedo en el primer parto. La dejé sola. Sé que sufrió mucho, pero para mi era una alegría tener bebés, tener una familia oculta.."

Elizabeth dio a luz en condiciones infrahumanas seis veces (a la derecha tres de los hijos incestuosos). "Le bajé libros médicos, fui benevolente, para que aprendiera qué es lo que tenía que hacer". "Elizabeth era una excelente ama de casa y una buena madre. Yo le llevaba flores para animarla porque, a veces, ella estaba muy triste. He sido un hombre bueno. Al nacer Félix, en 2002, le regalé una lavadora. Le seguí bajando flores, libros y juguetes. Veía películas con mis hijos mientras Elizabeth cocinaba nuestras comidas favoritas. Celebrabamos cumpleaños y la navidad juntos. Eramos felices"

Hubo veces en las que la situación era demasiado dura para él. "Consideré dejarla marchar, pero no fui capaz de tomar la decisión, aunque sabía que por cada día que permaneciese secuestrada sería juzgado con más dureza"

"Pero no soy un monstruo. Podría haberlos matado a todos y no se habría sabido nunca" , añade Fritzl. En su defensa, asegura que otra muestra de su actitud es haber finalmente accedido a la hospitalización de la hija mayor nacida de la relación incestuosa, de 19 años, que hizo que sus crímenes salieran a la luz."Sin mí, Kerstin no estaría ya viva", ha dicho Josef Fritzl.

¿Se arrepiente?, le preguntaron los investigadores ¿Porqué debería hacerlo?, siempre me ocupé de ellos , contestó Fritzl a la policía.

El peritaje psicológico

Parecen las respuestas de alguien desquilibrado, pero nada más lejos de la realidad. Tras seis meses de agotadoras sesiones de entrevistas, la psiquiatra, Adelheid Kastner, una de las más prestigiosas de Austria, concluye: "El monstruo no estaba loco"

El diario Der Standard tuvo acceso al peritaje psicológico de Fritzl, un informe secreto que será empleado durante el juicio. La psiquiatra asegura que Josef Fritzl estaba en plenas facultades mentales y sabía perfectamente lo que hacía cuando encerró a su hija. Diferenciaba el bien del mal cuando no hizo nada y se limitó a ver morir a uno de sus siete hijos. Sabía muy bien lo que hacía cuando convenció a su mujer para adoptar a los tres pequeños que decidió subir de la mazmorra, haciéndole creer que eran hijos que Elizabeth había abandonado en la puerta de la casa. Antes ya había preparado el terreno, tejiendo una historia a cerca de la vida de su hija en una secta. No estaba ni loco ni perturbado por los efectos del alcohol. Es imposible, afirma el documento pericial, que Fritzl estuviera en estado de embriaguez permanente durante los 24 años que duraron el cautiverio y las reiteradas violaciones en el sótano de los horrores.

Fritzl detenido

Dicen los que le conocían que Fritzl tuvo que sufrir al verse de esta manera. Él que siempre llevaba los zapatos lustrosos, los trajes impolutos, el pelo impecable, hasta se realizó un implante cuando comenzó a perder pelo. Era muy presumido, extremadamente educado, preciso, le gustaba gustar, confesaban sus vecinas. Le encantaba lucir bronceado, con su sonrisa perfecta. Resultaba encantador. Una actitud que le permitió no levantar demasiadas sospechas entre el vecindario, estupefacto al descubrir que a escasos metros de sus viviendas existía una cárcel, un hogar de ultratumba, fabricado por ese vecino cautivador.

Su infancia

Josef Fritzl nació un 9 de abril de 1935 en Amstetten, la misma ciudad que años más tarde será testigo de sus propios crímenes. Tras la escuela obligatoria, Fritzl estudió ingeniería eléctrica en la Escuela Politécnica y consiguió su primer trabajo en la compañía de acero, Voest. Desde 1969 a 1971 ocupó un puesto de responsabilidad en una empresa suministradora de materiales de construcción en el propio Amstetten, donde se ganó una buena reputación como trabajador brillante y un gran técnico.

Después se dedicó a los servicios y se retiró hace unos quince años, aproximadamente.

Los periódicos locales y semanarios, se han hecho eco de un informe de los psiquiatras que tratan a Fritzl. Según ellos, Josef Fritzl mantuvo, presuntamente, a su madre encerrada en un altillo, amarrada a una cama y con las ventanas tapiadas hasta su muerte en 1980, cuatro años antes de que decidiera a secuestrar a su propia hija. La encerró en la parte superior de la vivienda y tapió con ladrillos las ventanas para que nunca más viese la luz del día. "Me crió sola, pero nunca me dio cariño". "Me daba palizas, me golpeaba hasta que me dejaba en el suelo sangrando", añade Fritzl, según una de las psiquiatras.

La madre trabajaba como mujer de la limpieza y "tenía que trabajar siempre mucho". "Nunca recibí un beso de ella o un abrazo". Lo único que hacía era llevarle "a la iglesia".Este abandono emocional por parte de su progenitora sería una de las causas de la actitud de Fritzl hacia las mujeres. "He odiado a mi madre y la he amado", sentencia en el informe, en el que se añade que la progenitora "murió como una prisionera".

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