Draghi y la tecnocracia ya gobiernan Italia

  • Un estrecho equipo de figuras institucionales acompañará las decisiones del primer ministro

  • Pese a ser un Gobierno de concentración, los partidos políticos quedan en segundo plano

Cuando se cumple exactamente un mes de que Matteo Renzi abriera una crisis de Gobierno en Italia, Mario Draghi se ha convertido oficialmente en primer ministro. Un periodo en el que el país ha vivido un giro copernicano. De un Gobierno de conveniencia formado entre los socialdemócratas del Partido Democrático (PD) y el Movimiento 5 Estrellas (M5E) para orillar al ultraderechista Matteo Salvini, se ha pasado a un Ejecutivo de unidad nacional de naturaleza tecnócrata. Draghi ya ha jurado el cargo con sus ministros, por lo que sólo le queda pasar el trámite del voto de investidura en el Parlamento, donde conseguirá el apoyo de prácticamente todo el hemiciclo.

El Ejecutivo tiene 23 carteras y está integrado por ocho técnicos y 15 políticos, que representan a seis formaciones distintas. Sin embargo, el peso principal recaerá en esas figuras institucionales, a las que se les ha reservado un papel clave. Draghi ejercerá el rol de hombre al comando, que tanto gusta en Italia. No tendrá quien le haga sombra, todo pasará por él. El Gobierno nace con la clara voluntad de gestionar el reparto de los fondos de recuperación europeos y aprovechar así un contexto favorable para emprender una serie de reformas que el país lleva años aplazando. Una modernización necesaria para entrar dos décadas después en el siglo XXI, ya que la economía apenas ha crecido en este periodo.

Al margen de las urgencias de la pandemia, Italia se plantea una amplia reforma fiscal, la transformación de una Justicia lenta y la digitalización de un aparato burocrático ineficaz. Para eso están llamados los técnicos, a quienes se les encomienda estas tareas. Los partidos han fracasado en el intento e Italia recurre a su élite más preparada, como suele hacer cuando el sistema emite señales de error. Estas serían las figuras fundamentales.

Daniele Franco, ministro de Economía

Hasta ahora director general del Banco de Italia, una institución en la que ya trabajó Draghi antes de ser presidente del BCE. Ambos se conocen desde hace décadas y sobre ellos recaerá el peso de las reformas y de rendir cuentas con Bruselas, fuente principal de financiación.

Marta Cartabia, ministra de Justicia

Es la figura femenina con más peso de un Ejecutivo, que se había anunciado como paritario y que finalmente tiene 17 hombres y ocho mujeres. Cartabia fue la primera mujer en presidir el Tribunal Constitucional y goza de un enorme prestigio entre la judicatura. De tendencia conservadora, ya sonó como posible primera ministra en caso de crisis. Su tarea será agilizar un sistema judicial anquilosado.

Vittorio Colao, ministro de Innovación tecnológica

Máster en Harvard, ex consejero de Vodafone y residente en Reino Unido. La pasada primavera el presidente de la República, Sergio Mattarella, presionó para que redactara un plan para la recuperación económica de Italia. El entonces primer ministro, Giuseppe Conte, lo guardó en el cajón y quedó en el olvido. Ahora Colao vuelve de la mano de Mattarella para comandar una cartera de nuevo cuño, fundamental para las reformas que exige la UE a cambio de los fondos de recuperación.

Roberto Cingolani, ministro de Transición Ecológica

Físico y docente en la Universidad Normal de Pisa. Ha trabajado como investigador en Estados Unidos, Alemania o Japón, antes de entrar en Leonardo, la principal compañía aeronáutica italiana. Este Ministerio era la principal aspiración del Movimiento 5 Estrellas, pero la elección de Draghi demuestra claramente la impronta técnico-empresarial que ha querido darle a su gabinete.

Enrico Giovannini, ministro de Infraestructuras

También economista y ex presidente del Instituto Nacional de Estadística. Su departamento será uno de los que más dinero manejen, sobre todo a la hora de conceder contratos y activar grandes obras pendientes.

¿En qué lugar quedan los partidos?

El reparto de carteras ha sido ecuánime y proporcional al nivel de representación parlamentaria de cada uno de ellos. Sin embargo, su capacidad real de decisión queda en un segundo plano. El único ministro con poder para invertir será Giancarlo Giorgetti, de la Liga, que será responsable de Desarrollo Económico. Giorgetti representa el ala más pragmática, conectada con los empresarios del norte, de la formación de Matteo Salvini, cuya línea populista queda relegada.

La irrupción de los técnicos y la elección de Giorgetti afecta directamente al Movimiento 5 Estrellas, el partido que ganó las últimas elecciones celebradas en este país. Conservan cuatro carteras, incluida Exteriores, con Luigi Di Maio (uno de los políticos más relevantes del gabinete), pero se les ha apartado de todo ministerio estratégico. En la formación, dividida internamente por el apoyo a Draghi, afirman que han sido “humillados”.

Los socialdemócratas del Partido Democrático (PD) y la derecha moderada de Silvio Berlusconi quedan como aliados naturales europeístas, cada uno a un lado del tablero. Ambos han conseguido entrar en el Ejecutivo con figuras importantes de los respectivos partidos, que se limitarán a acompañar a los técnicos y tratar de configurar así una base política moderada. La izquierda conserva a Roberto Speranza como ministro de Sanidad, rostro de la gestión de la pandemia; y el partido de Matteo Renzi tendrá sólo una cartera, aunque la verdadera aspiración del político florentino era la llegada de Draghi.

Comienza así una nueva era en Italia. Se anuncia como la etapa de las reformas, la Italia de las oportunidades. Al mando, un banquero con una todopoderosa vara de mano y un estrecho equipo de colaboradores. Este país vivió la descomposición de la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, sus polos tradicionales, y vio surgir una nueva hornada de partidos en la que reinó el populismo. Quién sabe si estamos ante una fase histórica en la que los partidos políticos quedan en manos de los burócratas o si Draghi sólo será un paréntesis para corregir los errores del sistema.