Lombardía, anatomía de una catástrofe

  • Los errores políticos, un sistema sanitario ineficaz, la falta de test y las residencias explican el drama lombardo

  • Sólo en cuatro países de todo el mundo ha habido más muertos que en esta región, una de las más ricas de toda Italia

La mañana del 20 de febrero, Annalisa Malara decidió romper las reglas. Mattia Maestri había ingresado de urgencia, tras una primera visita al hospital de Codogno, con una pulmonía que lo estaba arrastrando al otro barrio. Ninguno de los fármacos habituales funcionaba. Annalisa llevaba días preguntándose cómo actuar con un paciente de 38 años y aparentemente buena salud. Hasta que aquel jueves le dio por consultar a la mujer de Mattia si había tenido contacto con alguna persona que hubiera estado en China. Ella respondió que sí y la doctora se saltó los protocolos para hacerle la prueba del coronavirus. La muestra se envió al Hospital Sacco de Milán, que devolvió esa misma noche el resultado: positivo. Todo relato debe tener un comienzo y éste es el que conocemos. La historia de la catástrofe se había empezado a gestar semanas antes, pero no hay literatura para contarlo de otro modo. Así comienza el fallo multiorgánico de la región más productiva de Italia, que históricamente ha presumido de buena gestión, despreciando la inoperancia de un sur empobrecido.

Todo intento por hallar la conexión asiática del virus resultó en vano. La persona que había estado en China dio negativo en las pruebas. Por primera vez se había perdido el rastro epidemiológico del SARS-CoV-2. A Mattia se le consideró el ‘paciente uno’, cuando en realidad debía ser al menos el paciente 1.201. El equipo médico-científico que investiga lo sucedido en Lombardía calcula que para finales de enero ya había al menos 1.200 contagiados en la región. Y, de ellos, más de un 10% se concentraban en Milán, una ciudad de 1,3 millones de habitantes por la que pasan decenas de miles de trabajadores cada jornada. El cálculo de los expertos es sólo otra ficción, construida con los datos de los enfermos que llegaban esos días a los hospitales con problemas respiratorios, aunque sigamos sin saber si se trataba o no de Covid-19. Una nueva ilusión óptica, que al menos confirma que hubo una precuela.

A mediados de febrero en el hospital del municipio de Alzano Lombardo, en una zona conocida como la Val Seriana, en la provincia de Bérgamo, ya habían empezado a ingresar pacientes graves con estos síntomas. Un día después de que a Mattia Maestri le diagnosticaran la Covid, moría la primera persona sospechosa de haber contraído el coronavirus en Alzano. Nunca le hicieron la prueba. Codogno y otra decena de pueblos limítrofes -también Vo’Euganeo, en la región del Véneto- fueron aislados, mientras los casos en la Val Seriana se seguían acumulando sin que nadie activara ningún protocolo de emergencia. Los médicos comenzaron a aislar a los pacientes. Seguramente tardaron en comprender la magnitud del problema. Pero pasó más de una semana hasta que, por fin, la región de Lombardía pidió al Gobierno confinar la zona el 3 de marzo. “Nos convocaron a los alcaldes de la Val Seriana para informarnos del cierre, habían llegado incluso patrullas militares para organizarlo, pero de pronto se paró todo”, recuerda al teléfono el alcalde de Alzano Lombardo, Camillo Bertocchi. Lo que pasó en ese momento es otro misterio.

Errores políticos

La región, gobernada por una coalición de derechas encabezada por la Liga -el partido de Matteo Salvini-, ha protagonizado una pugna por repartir culpas con el Ejecutivo de coalición, formado por el Movimiento 5 Estrellas (M5E) y el socialdemócrata Partido Demócratico (PD). Pero lo cierto es que ninguna formación puede presumir de responsabilidad si echamos la vista atrás dos meses. El alcalde de Milán, Giuseppe Sala, del PD, lanzó una campaña llamada “Milán no se para”, apoyada por el líder nacional del partido, Nicola Zingaretti. Salvini pedía continuar con la actividad y el presidente de Lombardía, Attilio Fontana, dijo que el coronavirus “era poco más que una gripe”.

Ningún alcalde de la región, independientemente del color político, levantó la voz para reclamar lo contrario. Era la sensación del momento, sí. Después todos cambiaron de opinión y le reprocharon al rival haber minusvalorado el problema. Las presiones del empresariado lombardo, que mueve un 20% de la economía italiana, fueron enormes. Distintas investigaciones periodísticas revelaron que la patronal acordó con la región que no hubiera más “zonas rojas”, como después declaró el presidente de los industriales de Lombardía, Marco Bonometti. “Parar la producción hubiera sido contraproducente”, decía a principios de abril. El mensaje era que el foco quedaba circunscrito a Codogno y alrededores, aunque en Alzano Lombardo murieron 10 veces más personas en marzo que en el mismo mes del año anterior. “Ahora hemos vuelto a cifras normales, pero hemos vivido un periodo absolutamente trágico”, insiste su alcalde. En la provincia de Bérgamo, donde un desfile de vehículos militares tuvo que sacar los féretros a otras provincias para poder incinerarlos, la mortalidad aumentó en marzo un 568% con respecto al año anterior.

El Gobierno sólo reaccionó cerrando toda Lombardía el 8 de marzo, cuando la región contaba 267 muertos de los 366 que había ese día en el país. El anuncio del primer ministro, Giuseppe Conte, se produjo de madrugada, horas después de que se filtrara el borrador del decreto. Esa noche y el día siguiente, aprovechando que aún no se habían impuesto controles en las vías de comunicación, se produjo un éxodo hacia el sur, donde aún tenían sólo unas decenas de casos. Las autoridades sanitarias temían una explosión de contagios en las regiones meridionales, que finalmente no se ha producido. Dos días más tarde hubo que cerrar todo el país. Sin embargo, Lombardía sigue concentrando la mitad de los contagios diarios y del total de muertos en el entero territorio nacional.

Modelo sanitario ineficaz

Mientras tanto, los infectados eran trasladados a los grandes hospitales de referencia que hay en la región. El símbolo fue el Papa Giovanni XXIII de Bérgamo, un centro de última generación, con siete plantas, 1.000 camas y un helipuerto. Todo un aluvión de recursos, que no impidió su colapso poco después de que se desatara la epidemia. “El sistema sanitario lombardo se ha jactado durante años de contar con una atención hospitalaria excelente, potenciando las especialidades, pero olvidándose de los médicos de familia”, señala también al teléfono Guido Marinoni, presidente de la Orden de Médicos de Bérgamo. Se trata de una traslación a la Sanidad de la concepción lombarda de la eficacia y la productividad. Según los datos de los colegios de médicos, Lombardía cuenta con un doctor de cabecera por cada 1.300 habitantes, mientras que en el resto de Italia la media es de uno por 1.000. “Además, muchos de ellos superan la edad de jubilación y no tienen los conocimientos adecuados”, precisa Marinoni.

La red asistencial esparcida por el territorio será fundamental para prevenir nuevos focos durante la reapertura, por lo que Lombardía se enfrenta a un nuevo problema. Un grupo de médicos del Giovanni XXIII ya alertó de ello durante el periodo más crítico, con una carta en la que criticaban el modelo focalizado en los grandes hospitales. En la misiva pedían una “red de vigilancia capilar que garantice un aislamiento eficaz de los pacientes”. Sólo así, consideran, se hubiera podido tratar de evitar el colapso sanitario. El resultado es que los centros médicos se convirtieron así en los principales transmisores del virus. Tuvieron que soportar la carga viral de decenas de miles de personas, sin que el personal sanitario contara con la protección adecuada durante días. Más de 160 médicos y cerca de 40 enfermeros han muerto infectados por coronavirus en toda Italia. La mayoría, de nuevo, en Lombardía.

La región fue muy rápida al aumentar sus camas en las UCI, pero volvió a cometer el error de pensar que todo lo solucionaría con la excelencia. Porque los cuidados intensivos estaban saturados, sí, pero ni los médicos pasaban pruebas ni a la población le hacían más test para localizar los focos”, añade Guido Marinoni. Un ejemplo visible de este modelo fue la construcción de un hospital de campaña en Milán, sólo para cuidados intensivos, que tenía capacidad para 200 pacientes y nunca ha contado con más de una docena. Cuando quisieron inaugurarlo, el resto de centros volvían a tener espacio en sus UCI. Fue como reparar el motor del barco sin tapar las fugas de agua.

Falta de test

Durante los primeros días de la epidemia Italia alegaba que tenía tantos casos porque estaba realizando más pruebas que ningún otro país. “Si buscamos, encontramos”, decía en aquel momento en una entrevista en NIUS Maria Rita Gismondo, la viróloga del Hospital Sacco de Milán que comenzó a hacer los primeros test. Pero Lombardía dejó de buscar, volcando todos sus esfuerzos en la atención a los pacientes. Mientras, en Véneto, donde también se localizó un foco desde el primer momento, la estrategia fue multiplicar el número de pruebas, con un mejor resultado. “Se ha abierto una competición entre sistemas regionales. En Véneto lo hicieron bien, pero también se encontraron con una situación más benévola. Nosotros tenemos una densidad de población muy alta y las pruebas no eran el único criterio. La clave hubiera estado en aislar mejor a los contagiados”, señala el virólogo Fabrizio Pregliasco, director sanitario del Istituto Galleazzi de Milán. Si bien, para aislar a los infectados, primero había que dar con ellos.

Pregliasco, que actualmente forma parte del comité médico que asesora a la región de Lombardía, argumenta que todo fue nuevo, que no hubo forma de verlo venir. “Con el virus del SARS fue mucho más fácil porque los pacientes eran sintomáticos. Se les aislaba y ya está. Pero en este caso nos pilló con la guardia baja, sólo veíamos la punta del iceberg, porque calculábamos que los casos reales podían ser 10 veces más de los que conseguíamos diagnosticar”, reconoce. En Italia no se ha realizado un estudio serológico a nivel nacional, como se ha hecho en España, por lo que se desconoce incluso de forma aproximada cuántas personas han entrado en contacto con el virus. Sólo algunas regiones, incluida Lombardía, han puesto en marcha recientemente algunos proyectos de este tipo, aunque aún no hay pruebas concluyentes. “Nosotros tuvimos que trabajar con un tercio del personal sanitario infectado, porque no teníamos recambio. Los hospitales y las residencias colapsaron. Pero pensamos que el índice de infección habrá llegado al 15% o 20% de la población, mientras que en el resto de Italia estará entre un 3% y un 5%”, calcula Pregliasco. En cuanto a las PCR, Italia ha realizado 2,8 millones, de las que más de medio millón se concentran en Lombardía.

El desastre de las residencias

La madre de Alessandro Azzoni, enferma de alzhéimer, había ingresado hacía dos años en el Pio Albergo Trivulzio de Milán. Suena a balneario de un país centroeuropeo, pero se trata de una residencia para ancianos fundada en el siglo XVIII, que ya ha pasado por varios escándalos políticos. A principios de los noventa, aquí comenzaron algunas de las primeras investigaciones de Tangentópolis, el gigantesco caso de corrupción que se llevó por delante a todo el panorama político italiano. El Trivulzio es una gran institución pública, la mayor residencia de toda Italia, con más de 1.000 plazas. Sus dirigentes son nombrados a dedo por la región de Lombardía y la alcaldía de Milán, y ahora están siendo investigados por la fiscalía, acusados de “homicidio involuntario”.

Alessandro recibió una llamada el 14 de marzo en la que le informaban de que su madre tenía “una ligera fiebre sin importancia”. Pero un mes después aquellas décimas se habían convertido en una pulmonía grave, que la mantenían postrada en la cama sin comer. “Lo denuncié en los medios y enseguida recibí la llamada de decenas de personas que tenían a sus familiares en una situación similar. Algunos de ellos ya habían muerto”, cuenta, al otro lado de la línea. Ahora este empresario no da abasto con el teléfono, convertido en portavoz del Comité por la verdad y la justicia para las víctimas del Trivulzio.

Nos decían que estaba todo bien, pero en abril empezaron a circular fotos de féretros que se acumulaban en la capilla de la residencia, ya que la morgue estaba llena”, asegura Alessandro. Se han abierto distintas investigaciones penales, pero ni siquiera hay una cifra exacta de las personas que han perdido la vida. Los cálculos van de 200 a 400 fallecidos sólo en el Trivulzio. El Instituto Superior de Sanidad publicó un informe hace un mes en el que daba cuenta que desde principios de febrero a mediados de abril habían muerto en toda Italia 6.773 personas en las residencias, de las que un 40% lo habían hecho por Covid-19. De ellas, 1.600 pertenecían a Lombardía. Se trata de un cálculo muy conservador, desactualizado y aproximativo, pues se realizó a través de una encuesta con los resultados que mandó una pequeña muestra de las residencias de todo el país. Ante la solicitud de NIUS, desde el Instituto Superior de Sanidad aseguran que no tienen otros datos. En la región de Lombardía responden, también como respuesta a este medio, que están realizando test a todo el personal de estos centros y que próximamente se presentará un informe detallado.

“El Trivulzio es sólo la punta del iceberg de lo ocurrido en otras residencias”, insiste Alessando Azzoni. Y ya es la segunda persona consultada que utiliza esta expresión, que sirve casi como lugar común para todo el desastre de Lombardía. “Con los ancianos hemos visto cómo se ha utilizado a estas personas únicamente como una herramienta para obtener beneficio. Después de estar muy grave, mi madre ingresó en un hospital. Su historia, por suerte, no ha terminado. Aunque otros muchos no podrán decir lo mismo”, concluye.

En Lombardía, concretamente 15.411 personas, de los 31.610 muertos que registraba Italia este viernes.

Sólo en cuatro países -España, Francia, Reino Unido y Estados Unidos- ha habido más víctimas mortales que en esta región de 10 millones de habitantes del norte de Italia. Una de las más ricas de la tercera economía de la zona euro.