La particular lucha de Washington DC por convertirse en el estado 51 de los EEUU

  • La Cámara de Representantes ha votado a favor para que la capital se convierta en un estado, aunque con toda probabilidad el proyecto de ley se estanque en el Senado

  • El Distrito de Columbia pasaría a llamarse Estado de Washington Douglass Commonwealth en honor al abolicionista esclavo Frederick Douglass

Históricamente, a la capital de Estados Unidos, Washington DC, se le ha negado su condición de estado, pero desde hace algunas décadas y especialmente en los últimos años, la idea de que el Distrito de Columbia (DC) se convierta en un estado per se, ha cobrado cada vez más fuerza.

La última evidencia se dio esta semana cuando la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley en el que, por 216 votos a favor y 208 en contra, Washington DC podría ser bautizada como el estado número 51 de la nación, aunque probablemente el plan muera en el Senado, tal y como sucedió el año pasado.

Una cuestión de derechos civiles

Quienes aplauden la evolución del distrito consideran que es una cuestión de derechos civiles, partiendo de la base de que la capital no tiene representación con derecho a voto en el Congreso. Y eso sucede a pesar de tener una población de más de 700.000 personas, superior a la de otros estados como Vermont o Wyoming (y comparable a la de varios estados más), que sí cuentan cada uno de ellos con dos senadores y un representante en la Cámara. Sus leyes por tanto, así como su financiamiento u otras operaciones locales, están sujetas al gobierno federal, porque Washington tiene alcalde, pero no gobernador.

El papel de representante en el Congreso lo ocupa una mujer llamada Eleanor Holmes Norton, quien desde 1991 es la voz del distrito de Columbia en la legislatura bicameral, aunque como delegada, no tiene derecho a voto. El peso legislativo de Washington DC es por tanto, comparable al de Puerto Rico, que puede manifestar su parecer, pero no tiene capacidad de decisión.

"La victoria de hoy fue histórica, tanto para los residentes de DC como para la causa de que DC sea un estado en sí mismo", ha dicho Norton después de que se aprobara el proyecto de ley, y tras enfatizar como ha hecho en numerosas ocasiones, que su vida “ha estado y está encaminada a lograr esta meta”.

Tanto ella como los defensores del proyecto de ley, señalan también que el Distrito paga más impuestos federales per cápita que cualquier estado del país y más que 20 estados en general.

Más allá de la cuestión económica, otro motivo que ponen en la balanza los partidarios de que DC sea un estado más de los Estados Unidos es la diversidad de su población, al considerar que no están al mismo nivel que los del resto de los estadounidenses: la capital estadounidense, que ha sido mayoritariamente negra durante décadas, en la actualidad representa el 45% de sus habitantes, lo que quiere decir que si DC fuera admitido un estado, sería el primero con una pluralidad de población de color.

"No debería tener que recordarles a mis colegas que es sorprendentemente inapropiado insinuar que las vidas, ocupaciones y derechos de los residentes de DC son de alguna manera menores que las de sus conciudadanos en otras partes casi siempre más blancas del país", ha declarado el líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer.

La oposición del bando republicano en base a la historia

Pero la mayoría de los republicanos se oponen a la admisión del distrito como estado. Quienes se resisten al cambio de estatus, argumentan que los Padres Fundadores no querían que la ciudad fuera un estado.

La fundación de Washington D.C. está consagrada en la Constitución, que estableció que el distrito se convertiría "en la sede del gobierno de Estados Unidos" y que no sobrepasaría las 10 millas cuadradas (unos 16 km2).

El objetivo era crear una capital de la nación que no estuviera bajo control de ningún estado, "debido a la humillación sufrida por el Congreso Continental en 1783", de acuerdo con los apuntes de las autoridades en el análisis e interpretación de la Constitución estadounidense.

Estos hacen referencia al conocido como motín de Pensilvania o Filadelfia de finales del siglo XVIII, en el que "unos 80 soldados, sin paga y agotados, marcharon hacia el Congreso con sede en Filadelfia, amenazaron físicamente y abusaron verbalmente de sus miembros, y provocaron que los congresistas tuvieran que huir de la ciudad sin que las autoridades municipales o el estado tomaran ninguna acción para protegerles".

Ese estatus particular llevó a que sus habitantes no pudieran votar en las elecciones presidenciales hasta 1961 y ni siquiera tuvieran un delegado -sin voto- en el Congreso hasta 1970.

"El Congreso, por tanto, puede hacer lo que quiera en DC, incluso si sus residentes no están de acuerdo, y eso simplemente no está bien", enfatiza el historiador Chris Myers Asch, de la Universidad de Maryland.

Otra opción que se plantea desde las filas republicanas es que, en vez de ser un estado por sí mismo, Washington se podría convertir en parte de un estado ya existente, como su vecino Maryland.

Dos senadores más a favor de los demócratas

Pero la razón más práctica pasa porque los conservadores tienen claro que su admisión como estado daría automáticamente a los demócratas dos nuevos senadores e inclinaría aún más la balanza de la cámara alta hacia los demócratas, puesto que la tendencia política de Washington DC es por inmensa mayoría azul demócrata. El presidente Biden, que desde la Casa Blanca ha apoyado la transformación de la capital, ganó con soltura los tres votos electorales que el Distrito proporciona en las elecciones presidenciales, al obtener el 92% de los votos.

Mientras los demócratas tratan de ganar más representación en el Congreso, los republicanos hacen frente al movimiento al considerar que “la estadidad de DC es una parte clave de la agenda de la izquierda radical para remodelar Estados Unidos", ha dicho el miembro de la cámara de Representantes Republicano por Kentucky, James Comer.

Las encuestas favorecen el cambio

Aún así, la idea de que la capital se convierta en estado gana cada vez más popularidad en la calle y en general en todo el país, según una encuesta realizada recientemente, en la que el 54% de los votantes se manifiestan a favor del giro estatal.

En los últimos meses, se ha cuestionado la falta de capacidad del distrito para controlar la pandemia, el asalto al Capitolio así como la intervención tardía de la Guardia Nacional, que a diferencia del control local que se ejerce en el resto de los estados, en el caso de Washington sólo la Casa Blanca puede dar la orden de despliegue en el Distrito. Es decir, a todos los efectos y en términos generales, Washington DC se administra como un distrito federal, concebido como una entidad diferente a los 50 estados que componen la nación.

Ahora que la Cámara de Representantes ha dado su aprobación al proyecto de Ley, es el Senado quien tendría que dar la luz verde definitiva. A pesar de que los demócratas tienen una mayoría -con 50 escaños y el voto de desempate de la vicepresidenta Kamala Harris-, gran parte de las leyes requieren 60 votos para prosperar y es muy poco probable que al menos 10 republicanos lo apoyen. Y aunque muchos partidarios están presionando para que se elimine el obstruccionismo, para que se avance con una mayoría simple inicialmente tampoco sería suficiente puesto que hay dos demócratas que no lo apoyarán, condenando de momento, cualquier perspectiva del proyecto.

Estado de Washington Douglass Commonwealth

No obstante, en el hipotético caso de que la ecuación más previsible fallara, la ciudad pasaría a llamarse Estado de Washington Douglass Commonwealth, en honor a Frederick Douglass, un abolicionista negro nacido en Maryland que logró escapar de la esclavitud hasta convertirse en un orador y estadista de prestigio.

Los emblemáticos edificios de la Casa Blanca, el Capitolio y el extenso parque del National Mall donde se levantan los monumentos a Lincoln y a Washington, permanecerían bajo control federal del gobierno de los Estados Unidos.

Washington DC es considerada por muchos la capital de la democracia por excelencia, donde Martin Luther King se alzó contra la injusticia racial cuando pronunció tres poderosas palabras: “Tengo un sueño”; la misma ciudad en la que ofreció su histórico discurso convertida también en el centro habitual de protestas del país, y sin embargo, irónicamente es la misma metrópoli en la que una gran parte de su población al menos, continuará su particular batalla hasta que sus derechos se equiparen al del resto de los estados del país.