Un partido demócrata unido respalda el programa presidencial de Biden

  • El protagonismo de este programa se lo lleva el plan de choque que se ha establecido para afrontar la crisis económica provocada por la pandemia

Reconstrucción de la economía a través de medidas federales extremas, afrontar el racismo y las inequidades sistemáticas, una opción pública similar al Medicare en salud y educación superior pública gratuita para ciudadanos con ciertas rentas son parte del programa presidencial de Joe Biden para los próximos cuatro años de gobierno, en caso de que gane los comicios del próximo 3 de noviembre.

Como se demostró el pasado miércoles en su primer acto conjunto en Delaware, para ello contará con el apoyo de Kamala Harris, su flamante y recién nombrada vicepresidenta que, a pesar de haber mostrado algunas discrepancias programáticas iniciales en la lucha por liderar el partido, ha acabado desvelándose como el elemento aglutinador que faltaba para respaldar la candidatura de Biden, sin fisuras y de manera compacta, ante el electorado.

Y es que el partido demócrata dividido entre el sector centrista y el izquierdista que vimos en marzo se muestra como un bloque sólido en estos momentos, a solo tres meses de las elecciones. Biden no ha querido correr riesgos ahora que encabeza las encuestas y ha incorporado una figura que garantiza el voto de parte de las mujeres y las comunidades afroamericana y latina para sacar adelante su programa de gobierno.

Programa de gobierno

El plan de Biden para los próximos cuatro años es amplio y busca dinamizar los diferentes sectores estratégicos del país. Pretende hacerlo al mismo tiempo que afronta la recuperación de la economía con medidas importantes a nivel federal a través de una inversión de dos billones de dólares. Segmentos clave como el energético (eliminando la contaminación por carbono de la red energética de aquí a 2035); sanitario (con diferentes subsidios para los estadounidenses con edad laboral a través de un servicio gubernamental); educativo (subvención de la educación universitaria para rentas bajas y apoyo a universidades con mayoría de estudiantes afroamericanos); de infraestructuras (aumento de las inversiones) e incremento del salario mínimo a 15 dólares la hora, serán la base del mismo.

Sin embargo, el protagonismo de este programa se lo lleva el plan de choque que se ha establecido para afrontar la crisis económica provocada por la pandemia y que busca evitar la recesión prolongada, la recuperación de los puestos de trabajo perdidos y la persistente desigualdad económica que asolan el país. Bajo el lema “Reconstruir mejor”, los demócratas han desarrollado un programa con el que prevén la creación de cinco millones de empleos y la recuperación de los perdidos durante la crisis provocada por el coronavirus.

“Este es un plan audaz, práctico y centrado en la reconstrucción de una economía del futuro que será hecha completamente en Estados Unidos”, dijo Biden hace unas semanas en Pennsylvania. Para ello se invertirán 700.000 millones de dólares, básicamente en la reactivación de la producción de productos nacionales, la manufactura y la innovación, haciendo gala de un plan proteccionista que compite directamente con el “America first” de Trump.

Otros aspectos más amplios de las propuestas ofrecen abrir una salida a la obtención de la ciudadanía para once millones de residentes ilegales en el país que, sin embargo, aportan una mano de obra necesaria y la recuperación de unas mejores relaciones con los gobiernos que eran aliados hasta la fecha. Y es que la retirada de Estados Unidos de ciertos tratados comerciales e internacionales han provocado un deterioro tanto en las relaciones con otros países como de su propio liderazgo.

Discrepancias

Sin embargo, la unidad programática que une ahora a Biden y Harris no siempre ha sido la misma. A pesar del elocuente guiño realizado con la elección de Kamala hacia las mujeres, la comunidad negra y los inmigrantes, ambos tendrán que acercar posturas en temas tan importantes como la sanidad o los impuestos.

A nivel sanitario, Biden ha señalado su intención de apostar por una opción parecida al Medicare (un sistema de atención médica pública financiada por las aportaciones de los ciudadanos y gestionada por el gobierno federal, dirigida sobre todo a mayores de 65 años) y se ha mostrado partidario de continuar con el Obamacare (atención sanitaria para aquellos que no pueden permitírselo y están sin cobertura médica), que se puso en marcha siendo él vicepresidente de gobierno con Barak Obama y en la actualidad está parcialmente desactivado.

Kamala Harris, sin embargo, ha defendido numerosas veces los beneficios del pagador único en la atención médica, un Medicare para todos que es más radical en su planteamiento que el de su compañero de partido. De hecho, desde el principio abrazó la bandera de la sanidad universal y la presentó como un primer paso para avanzar en una cobertura mas parecida a la de algunos países europeos.

En el aspecto fiscal, Biden se ha mostrado dispuesto a revertir el recorte de impuestos a los más ricos establecido por Donald Trump y reconstruir la clase media con políticas tributarias de apoyo al pequeño y mediano comercio, que son además los que más están sufriendo con la actual crisis económica. Así, ya ha anunciado su intención de subir los impuestos a las grandes compañías y un aumento del impuesto de sociedades del 21% la 28%.

La ex fiscal general de California, en este sentido, también se posicionó a favor de la reducción de impuestos para las clases medias y trabajadoras, así como de la subida a las grandes corporaciones y al 1% más rico de los estadounidenses. Y fue más allá declarando que si llegara al poder aprobaría “la mayor rebaja de impuestos en una generación” para las clases medias. Estas medidas, más extremas que las contempladas por Biden, formaron parte del programa “Para el pueblo”, bajo el que ella se postuló como rival del actual candidato presidencial en su carrera por el liderazgo del partido demócrata.

Una vicepresidenta moderada

De cualquier manera no parece ser que las diferencias de algunos aspectos de los programas de ambos cuando pugnaban por la dirección del partido vayan a suponer un problema mayor. La senadora por California es, en general, reconocida como una política moderada que, de hecho, ha desilusionado a aquellos votantes del partido que apostaban por alguien más progresista para ocupar la vicepresidencia aunque no tanto como para crear fisuras importantes entre los suyos.

La opción Biden-Harris se presenta así con un programa de gobierno sólido que da el pistoletazo de salida para el tramo final de la carrera electoral. Como señaló el candidato presidencial el pasado miércoles en la puesta de largo de su candidatura, “esta es una lucha por el alma de Estados Unidos y es un orgullo que Kamala esté a mi lado en esa batalla”. Las apuestas están echadas en unos comicios en los que el país norteamericano se juega su futuro a corto y medio plazo pero también, la posibilidad de que una mujer negra pueda optar a la dirección del partido demócrata e incluso a la presidencia del país dentro de cuatro años.