El papa Francisco rehabilita públicamente a George Pell, el cardenal exconvicto por pedofilia

  • El antiguo jefe de las finanzas vaticanas fue condenado por abusos sexuales

  • Tras su absolución, ha regresado a Roma, donde ha sido recibido por el papa

Las comparecencias públicas no son habituales en el Vaticano después de un escándalo. Pero ese día, hace tres años, el cardenal australiano George Pell decidió dar la cara. Acababa de ser imputado en su país por presuntos abusos sexuales a menores, así que convocó a los periodistas de urgencia y dio su versión en dependencias vaticanas. Realmente no fue una rueda de prensa, sino una declaración sin preguntas. Aunque ahí estaba. Denunció ser “víctima de una difamación sin tregua durante años” y prometió volver una vez demostrada su inocencia. Pasó 13 meses en prisión antes de ser absuelto. Y ahora, ya libre, ha regresado, orgulloso de mantener su palabra.

La sombra de los abusos ya pesaba sobre él cuando fue nombrado en 2013 miembro del Consejo de Cardenales que debía asesorar al papa en el ejercicio del pontificado. Pell nació en una localidad llamada Ballarat, donde también ejerció como sacerdote, en la que se produjeron decenas de casos de pederastia en los setenta y ochenta. Después ocupó los cargos de mayor responsabilidad en Australia, como arzobispo de Melbourne y más tarde de Sidney. Una comisión parlamentaria australiana determinó que el 7% de la Iglesia estuvo implicada en abusos a menores desde 1980 a 2015, lo que ponía en entredicho por acción u omisión a toda la jerarquía. Pero Francisco ignoró esas sospechas y en 2014 lo nombró jefe de la Secretaría de Economía.

Le otorgó plenos poderes para limpiar las finanzas vaticanas, uno de los objetivos fundacionales del pontificado. El cardenal rápidamente se creó mala fama entre sus colegas, sobre todo entre quienes manejaban unos presupuestos que nunca se habían fiscalizado. Lo apodaron el ‘ranger’ por su físico de antiguo jugador de fútbol americano y su carácter rudo. Y, como suele ocurrir en estos casos, comenzaron a salir filtraciones de sus gastos en vestuario y otros lujos que llevaban a pensar que no estaba predicando con el ejemplo. Guerra sucia.

Las autoridades australianas lo llamaron dos veces a declarar en su país, pero él esquivó el trance alegando motivos de salud que le impedían viajar. Testificó siempre por videoconferencia hasta que llegó una carta sellada con su imputación. No le quedó entonces más remedio que presentarse en Melbourne, donde estaba siendo acusado de haber violado a un niño y de tocar a otro mientras el religioso se masturbaba. El proceso sirvió como una especie de catarsis colectiva por los desmanes de la Iglesia australiana.

Uno de los testigos no pudo declarar, ya que en 2014 se suicidó por una sobredosis de heroína tras un largo trauma. Sin embargo, los jueces encontraron indicios suficientes para condenarlo a seis años de prisión. El cardenal siguió defendiendo su inocencia y denunciando el “juicio mediático” al que se veía sometido. Apeló a varias instancias y tras una primera respuesta negativa consiguió que el Supremo anulara la pena por “una razonable posibilidad de que el delito no se cometiera”. Es decir, no fue declarado inocente, sino que no había pruebas suficientes. Tampoco fue nunca procesado por su responsabilidad al frente de la Iglesia australiana mientras se multiplicaban los abusos en las diócesis.

Libertad y viaje a Roma

Los jueces le habían dado más o menos la razón, pero faltaba volver a Roma para mostrarlo. El cardenal siempre fue un hombre vanidoso y no pensaba dejar que su imagen quedara manchada de esa manera. Lo que no esperaba es que el destino le ofreciera una oportunidad mejor. Hace unas semanas el papa obligó a dimitir a Angelo Becciu, un poderoso cardenal, presuntamente implicado en un gigantesco caso de corrupción que va desde la pérdida de dinero del Vaticano en operaciones inmobiliarias al supuesto desvío de fondos a sus familiares. Fue algo humillante, Francisco despachó a Becciu en 20 minutos y le retiró los derechos como cardenal, algo que sólo había ocurrido tres veces en el último siglo.

Becciu era el número dos de la Secretaría de Estado, el órgano que maneja las donaciones que llegan al Vaticano y buena parte del rendimiento de sus bienes inmuebles. Esto lo había enfrentado a Pell durante años, pues el cardenal australiano quería que todo el patrimonio inmobiliario lo gestionara un órgano independiente. Sin embargo, lo que no lograron los bruscos modales el ex jefe de la Secretaría de Economía lo está consiguiendo su sustituto, el español Juan Antonio Guerrero, quien sí está desarrollando esta reforma por unas vías más reservadas. Aunque lo de Becciu y Pell se había convertido ya en una cuestión personal, de modo que este último no dudó en celebrar públicamente la caída en desgracia de su enemigo.

Y no sólo. La semana pasada, Pell tomó un avión de Sidney a Roma con el pretexto de vaciar el piso que había dejado en la capital italiana tras su precipitada marcha. Pero entre las cosas que debía limpiar después de una ausencia de tres años estaba su reputación. Pidió audiencia con el papa y éste se la concedió. Posaron juntos en las fotos -sin mascarilla- y, tras una charla de media hora, Francisco le habría dicho que lo “sentía mucho por el ensañamiento” que había sufrido, según recogieron varios medios italianos.

Dudas sobre las acusaciones

En el Vaticano nunca llegaron a creer del todo en la culpabilidad del cardenal australiano, ni siquiera cuando entró en prisión. Mientras un sector se oponía a las reformas del ex jefe de las finanzas, otro pensaba que las acusaciones no eran más que un modo de embarrar su trabajo. Y Francisco siempre tuvo a Pell entre sus hombres de confianza. Nunca lo despojó de sus derechos como cardenal, como sí hizo con Becciu, e incluso dejó que su cargo en la Secretaría de Economía expirara, manteniéndolo vacante durante años. El Vaticano celebró rápidamente la absolución en última instancia de Pell y Bergoglio, en uno de sus claros mensajes sin citar a nadie, pronunció entonces: “Me gustaría rezar por quienes sufren una sentencia injusta con ensañamiento”.

La prensa italiana ha publicado que Becciu habría mandado 700.000 euros a Australia, sugiriendo que podía haber financiado las acusaciones contra su enemigo. Una información que rápidamente desmintieron los abogados del cardenal italiano. No está muy claro qué viene a hacer Pell ni cuánto tiempo se quedará en Roma, pero sí que ya ha sido rehabilitado. Cumplidos los 79 y pasada su etapa en primera línea, tampoco tendría ya más aspiraciones. También aquí hay batalla por el relato y al viejo 'ranger' le sirve por darse como vencedor.