Los rostros de la crisis en Italia

  • Las casas de empeños reciben un 30% más de clientes y un 27% de los italianos están en riesgo de pobreza

  • Los comercios se quejan de la falta de ayudas, mientras que otros son víctimas del modelo turístico desenfrenado

Hace un año que Glenda por fin se decidió y compró casa en Roma. Se dedicaba a la organización de eventos, su pareja al espectáculo, habían tenido una hija y la vida seguía sus planes. Hasta que a principios de marzo se paró todo. Dejaron de ingresar un euro, pero había que seguir pagando los gastos. “Vengo a que me calculen el valor de una decena de joyas que me ha regalado mi chico durante los últimos años. Esperemos que sea algo temporal y dentro de poco las pueda recuperar, pero ahora mismo es la última forma de obtener dinero inmediato”, cuenta. Glenda tiene 30 años y es, sin duda, la cliente más joven que se ha asomado esta mañana a la ventanilla del Monte de Piedad.

La institución da nombre a la Piazza Monte di Pietà, al lado de Campo di Fiori, donde se aloja desde 1604. Se trata de la principal casa de empeños de Italia, un país que todavía conserva esta tradición arraigada desde la Edad Media. Los franciscanos las implantaron en el siglo XV como un servicio de caridad y un modo de combatir la usura. Ahora, Andreas Klauss, director de Affide, la banca que hereda este antiguo modelo, asegura que en momentos como éste las casas de empeño están más vigentes que nunca.

En las últimas semanas hemos registrado un incremento del 30% de la actividad. Durante el confinamiento se formaron incluso largas colas, pero ahora estamos volviendo a la normalidad”, asegura Klauss desde su despacho. El directivo explica el funcionamiento: “Las personas nos traen sus objetos de valor, que son evaluadas por un tasador, y se les concede inmediatamente como crédito dos tercios del precio estimado”. En ese momento se firma una póliza que el cliente deberá devolver en unos meses a una tasa interanual del 10%. Klauss declara que el 95% termina recuperando sus bienes preciados, mientras que en el resto de casos se venden en una subasta.

Los italianos tienen fama de buenos ahorradores. Es uno de los mitos construidos desde la Segunda Guerra Mundial, cuando el país quedó devastado y fue rescatado de facto por Estados Unidos. Según datos de la Banca de Italia, el depósito medio de los italianos -sin contar otras inversiones- es de unos 18.000 euros. Mientras, a diferencia de la elevadísima deuda pública (134%), la deuda privada (98% del PIB) está por debajo de la media europea.

El director de Affide sostiene que “el patrimonio se ha visto muy mermado en los últimos años. Sin embargo, los italianos sí que siguen encabezando la lista de poseedores de joyas. Tienen unas siete por cabeza, están muy acostumbrados a vivir con la belleza, y ahora lo convierten en un modo de inversión”. La plaza coronada por este edificio renacentista está tomada por modernos negocios de “compro oro”, que esperan rapiñar a algún cliente del Monte de Piedad poco satisfecho con su tasación.

Las colas del hambre

Cruzando el Tíber por el famoso Puente Sisto se llega al barrio del Trastevere, donde tiene su sede la Comunidad de San Egidio, una organización cristiana que se dedica a la caridad. Al mediodía se organiza el primer turno del reparto de comida -el segundo llegará para la cena- y la cola se extiende unos 50 metros. Antes esta calle, la Via della Lungaretta, acogía una procesión de turistas, que tenían como meta la Plaza de Santa María del Trastevere para después dispersarse por los bares de los alrededores. Hoy en la fila no están para muchas celebraciones. La mayoría responde con monosílabos y agacha la cabeza cuando les preguntan.

“Estamos recibiendo mucha gente nueva. Personas que trabajaban en la hostelería, haciendo reparaciones o en otras ocupaciones a tiempo parcial y que tras sólo dos meses en paro ya no tienen nada”, asegura Massimiliano Signifredi, voluntario de San Egidio. Según sus estimaciones, el incremento en los comedores ha sido del 30%, mientras que han pasado de ofrecer por las calles de 5.000 bolsas de comida diarias a 10.000. “Hay inmigrantes, pero hablamos también de muchos italianos”, apunta el voluntario.

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, 1,8 millones de italianos (el 7% de la población) vive en condiciones de pobreza absoluta, mientras que un 27% corre el riesgo de caer a un estado de pobreza relativa y exclusión social. Es decir, casi uno de cada tres está al límite. Cáritas y otras organizaciones orientadas a este tipo de asistencia calculan que cerca de un millón de italianos que antes no lo hacían ha tenido que solicitar ayuda desde que comenzó la crisis del coronavirus.

La crisis del comercio

Siguiendo el paseo por este barrio del Trastevere -típicamente romano, pero convertido en las últimas décadas en símbolo de la explotación turística- la mayoría de las tiendas están abiertas, aunque vacías de clientes. En otras zonas como el Vaticano o algunas calles del centro han empapelado los cierres con carteles en los que acusan al Ejecutivo de falta de respuesta y de la ausencia total de turistas. Pero no hay gobierno en el mundo culpable de que el turismo haya quedado paralizado. De hecho, Italia ha decidido reabrir sus fronteras el 3 de junio con la intención de reanimar un sector que supone de forma directa un 13% de la economía nacional. Todas estas tiendas de souvenirs baratos y cafés al triple del precio normal son víctimas de un modelo que ha reventado por una causa que nadie esperaba.

Otra cosa son las ayudas del Estado, que se han renovado en un segundo decreto aprobado la semana pasada, pero que no terminan de llegar por la burocracia. Se trata de créditos, exenciones fiscales y ayudas a fondo perdido para las pymes. En la tienda de ropa de Jessica, de los 20 empleados que tienen en varios establecimientos, sólo dos han recibido el dinero de los ERTE. “Abrimos el lunes pasado poniendo unas rebajas que no estaban en el calendario, pero no habremos vendido ni un 10% de lo que hacíamos antes. Ayer sólo una falda”, cuenta. Las pérdidas, calcula, serán de “cinco o seis cifras”. Un golpe letal para tres tiendas de propiedad familiar.

La patronal Confcommercio estima que de los 2,7 millones de negocios minoristas a los que representan, están en riesgo unos 270.000, el 10% del total. Según sus cálculos, el pasado lunes, cuando los negocios ya tenían vía libre para abrir, un 30% de ellos prefirieron no hacerlo. En los últimos días, otros se han ido reincorporando a la actividad, como la óptica de Eleonora, en una calle que da a parar a la Fontana de Trevi. “Nosotros somos un bien básico, por lo que podíamos estar abiertos desde el primer día, pero es que no compensa. Hoy ha entrado una mujer a mirar y usted es el segundo”, asevera. Unos metros más adelante hay una pareja de guías turísticos en bici, que llevan tres meses sin trabajar, pero que han querido “dar un paseo distinto, por un sitio mil veces pisoteado y que nunca se había visto así de vacío”.