Un año de los tuits que sacudieron el Magreb

  • Las consecuencias del reconocimiento de la Administración Trump de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental y el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel abrieron un período de turbulencias cuyas consecuencias se siguen sintiendo en las dos orillas del Mediterráneo

  • La Administración Biden mantiene y respalda los acuerdos de su antecesor para Marruecos

Un año ha transcurrido desde la publicación de los tuits que sacudieron el escenario magrebí, incluidas las relaciones de España con sus vecinos del norte de África. El autor de los mensajes fue el ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien, en las postrimerías de su mandato, día 10 de diciembre de 2020, sorprendió al mundo anunciando el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental y el restablecimiento de relaciones entre Marruecos y el Estado de Israel. Un año en que ha pasado casi de todo: una profunda crisis –aún enquistada- entre España y Marruecos, una flamante asociación política y militar entre Rabat y Tel Aviv y la ruptura de relaciones diplomáticas entre Argelia y Marruecos a propósito del sempiterno conflicto del Sáhara, entre otros muchos episodios.

Pero quizá lo más importante de todo es que la Administración Biden, demócrata mantiene y respalda la iniciativa del su antecesor en la Casa Blanca, con lo que se pone de manifiesto la decisión bi-partidista en Estados Unidos de reconocer a Marruecos el Sahara Occidental por un bien mayor: un paso para la normalizaciones de las relaciones entre Israel y sus vecinos árabes.

Los dos hitos de los que se cumple ahora un año han puesto de manifiesto –y servido de recordatorio a alguna cancillería despistada al norte de Tarifa- que la diplomacia marroquí es resuelta y eficaz. Rabat está asumiendo un rol de liderazgo cada vez más destacado en el conjunto de África, hace gala de sus buenas relaciones con Estados Unidos, está forjando una estrecha cooperación con Israel, como fuertes son sus vínculos con Qatar, a la vez que mantiene sus viejos y sólidos lazos con Francia y diversifica sus alianzas en Asia. Y lleva años reforzando sus capacidades militares con armamento fundamentalmente estadounidense, aunque recientemente también turco o israelí. El mensaje de Rabat a la UE, y especialmente a España, es claro: nuestra dependencia mutua es importante, pero tenemos (cada vez más) alternativas.

Los éxitos de la envalentonada diplomacia marroquí no la hacen, con todo, inmune a la posibilidad de sufrir traspiés y cometer errores. El origen de la crisis actual con España se remonta precisamente al reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Rabat confiaba en que otros socios siguieran los pasos de Washington y encauzar definitivamente a su favor el conflicto. No fue así en el caso de dos de sus vecinos de la UE, España y Alemania, y empezaron los problemas. En realidad en el caso de España, habían comenzado –siempre con el conflicto saharaui de fondo- con un tuit del entonces vicepresidente segundo del Gobierno Pablo Iglesias en el que pedía la celebración de un referéndum para la “libre determinación del pueblo del Sáhara Occidental”.

El tuit del entonces líder de Podemos había sido, a su vez, reacción del anuncio por parte del Frente Polisario en que daba por terminado el fuego con Rabat, en vigor desde 1991. Las fuerzas armadas de Marruecos acababan de desalojar una protesta civil saharaui en el paso desmilitarizado de Guerguerat, junto a la frontera de la excolonia española con Mauritania. Desde entonces se han producido intercambios de fuego, aunque apenas movimientos militares sobre el terreno de ninguna de las dos partes (Marruecos sigue sin darse por aludido del fin del alto el fuego).

Coincidiendo con los tuits de Trump y en plena crisis migratoria en Canarias, el mismo 10 de diciembre de 2020 las autoridades marroquíes suspendían sine die la celebración de la Cumbre de Alto Nivel (RAN) España-Marruecos alegando razones sanitarias (a siete días de la cita). Menos de dos semanas después se celebraría la firma que sellaría el restablecimiento oficial de relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel en Rabat sin que estas mismas circunstancias sanitarias lo impidieran. Un año después, no hay aún fecha para la RAN.

Pero fue la llegada, el 18 de abril, del líder del Polisario, Brahim Ghali, para ser hospitalizado en un centro médico de Logroño, la que acabaría de hundir la relación bilateral. La inteligencia marroquí –o la de alguno de sus socios- descubrió la entrada en condiciones irregulares y en secreto del veterano líder independentista, que Rabat juzgó como una muestra de deslealtad imperdonable. Un gesto de torpeza del Ministerio de Exteriores dirigido por Arancha González Laya que Marruecos no tardaría en hacer notar.

Ceuta, la crisis que hizo saltar todo por los aires

La ‘invasión’ de Ceuta entre los días 17 y 19 de mayo por una multitud –en torno a 10.000 personas, al menos 800 menores de edad, aunque el Gobierno de España sigue sin dar cifras oficiales- gracias a la complcidad de las fuerzas de seguridad marroquíes escenificó el desencuentro total los dos países. El Gobierno de España acusó a sus vecinos de “chantaje” y las autoridades marroquíes respondieron por boca de su embajadora en Madrid, Karima Benyaich, en alusión nada velada a la presencia de Ghali en Logroño, que “hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir”. Marruecos retiró el 20 de mayo a Benyaich. Hasta hoy.

Lo ocurrido en el paso del Tarajal –fue necesaria la intervención del Ejército- puso en evidencia, una vez más, la importancia para España de mantener buenas relaciones con Marruecos en materia migratoria y la fragilidad de las fronteras meridionales españolas (y europeas). Pero la crisis de Ceuta tuvo también consecuencias para Marruecos. El 10 de junio el Parlamento Europeo aprobó una dura declaración en la que se rechazaba la actitud de Rabat, denunciando el uso de menores.

Lo cierto es que desde lo ocurrido en las fronteras de la ciudad autónoma el trabajo de las fuerzas de seguridad marroquíes en la lucha contra la inmigración irregular –incluida la construcción de nuevas vallas y concertinas- ha sido eficaz. Desde marzo de 2020 los pasos terrestres entre Marruecos y las dos ciudades autónomas españolas –también las conexiones por vía marítima- continúan cerrados por razones sanitarias. Cabe recordar que Rabat acabó, sin consultarlo con Madrid, con la aduana de Melilla en agosto de 2018 y con la de Ceuta en octubre de 2019.

Puentes rotos

Un año después no hay cumbre de Alto Nivel a la vista ni la embajadora Benyaich ha regresado a la capital de España. En julio, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, relevó a la bestia negra de la crisis, Arancha González Laya, al frente de la diplomacia española esperando marcar así el comienzo de la reconciliación con Marruecos. El sustituto fue José Manuel Albares, quien sus alocuciones públicas asegura que las cosas marchan por buen camino y que las relaciones con el “gran amigo” marroquí son sólidas y estratégicas. Hay que recordar que el jefe del Estado marroquí, el rey Mohamed VI, había afirmado, en un sorprendente anuncio con motivo de un discurso pronunciado el 20 de agosto, que Marruecos y España comenzaban una “nueva e inédita etapa” en sus relaciones.

Pero lo cierto es que, cinco meses después de su llegada al Palacio de Santa Cruz, el ministro de Exteriores español no ha podido reunirse una sola vez con su homólogo marroquí Nasser Bourita quien, en cambio, ha venido desarrollando una intensa agenda de encuentros con líderes diplomáticos todos estos meses. Se ha tenido que conformar Albares con dos llamadas. La primera, telemática, tuvo lugar el 21 de agosto pasado. La segunda se produjo el pasado 28 de noviembre, y en ella el ministro de Exteriores del Gobierno marroquí se disculpaba ante las autoridades españolas por su ausencia en el foro de la Unión por el Mediterráneo celebrado en Barcelona.

Recientemente, la construcción de una piscifactoría en aguas del archipiélago de las islas Chafarinas y la licitación de dos más en aguas de Melilla por parte de Marruecos confirma que desde Rabat no se está por la labor de dar por zanjada la crisis. El año está a punto de terminar sin que, para Marruecos, España haya hecho el “gesto” que consiga poner fin al desencuentro.

Idilio con Israel

El mal estado de las relaciones entre Marruecos y España contrasta con la flamante relación que Rabat y Tel Aviv despliegan en varios frentes. El principal hito de la asociación se produjo el pasado 24 de noviembre, cuando los ministros de Defensa de ambos países firmaban en Rabat un acuerdo de cooperación en materia de defensa inédito en las relaciones entre Israel y un país árabe. Un memorándum merced al cual Rabat ha adquirido recientemente material militar –concretamente ‘drones kamikazes’- por valor de 22 millones de dólares.

Aunque han tenido que transcurrir 20 años sin relaciones diplomáticas oficiales, las relaciones en materia de inteligencia entre los servicios marroquíes e israelíes no han cesado nunca. Los lazos entre los dos países son profundos: en torno a un millón de israelíes tienen raíces familiares –mayores o menores- con Marruecos, que albergó a la mayor judería del mundo árabe hasta la década de los 40 del pasado siglo. La relación exaspera a Argelia, que ve cómo su vecino y enemigo se arma con la última tecnología israelí.

Tensión en el Sáhara y ambiente prebélico entre Argel y Rabat

Entretanto, las relaciones entre las dos potencias del norte de África, Marruecos y Argelia, alcanzan un momento difícil. Tras meses de tensión y declaraciones cruzadas, Argel rompió el 24 de agosto pasado relaciones con sus vecinos magrebíes. El pasado tres de noviembre, Argel denunciaba el “asesinato” de tres civiles que viajaban en un convoy de camiones por una ruta en el interior del Sáhara Occidental –concretamente en la zona situada al este del muro de defensa erigido por Rabat, controlada por el Polisario- como consecuencia de un bombardeo de las fuerzas armadas marroquíes.

Nervioso y debilitado por una delicada situación económica y social doméstica, el régimen argelino anunciaba una respuesta que, de momento, no se ha producido. De fondo, ahora como casi siempre entre Argel y Rabat, el problema de fondo no es otro la soberanía de la antigua colonia española, que Donald Trump y Joe Biden creen haber resuelto.