Telmo Rodríguez, el hombre que susurra a los viñedos

  • Una conversación con una de las figuras clave dentro del vino español de las últimas décadas

  • Ha dejado huella como bodeguero, distribuidor, divulgador, explorador, agitador y figura mediática

  • Rodrigo Varona, Brandelicius: "Telmo es una de las personas que más me ha enseñado en el mundo del vino"

Telmo Rodríguez (Irún, 1962) inventó sus vinos con solo pronunciarlos. Forjó sus sabidurías años ha en Burdeos y empezó a ponerlas en práctica hace más de un cuarto de siglo partiendo de los suelos de Navarra, sabiendo que vivía para recordar lo aprendido, por pura necesidad didáctica, para disponer las enseñanzas de modo y manera que pudieran reafirmar su existencia en el mundo del vino. Para recordar el futuro.

Vivía pegado al mar, lo cabalgaba sobre una tabla de surf pero un día, intuitivamente, sintió la llamada de la tierra, de la viña para ser más precisos y emprendió camino a Francia para formarse en la “tierra vaticana de los vinos”.

“La verdad -comienza diciéndome-, es que creo que como mucha gente joven yo andaba despistado. Empecé a estudiar Biológicas, también en algún momento pensé en estudiar Medicina porque en la familia de mi madre eran todos médicos pero no fui un estudiante muy brillante. Es verdad que me apasionaba el surf, me fui un año a Mundaka y otro a Asturias donde había una ola que me gustaba mucho: la rodiles. Enseguida reparé en que no tenía mucho futuro en lo de biólogo y la verdad es que creo que inconscientemente yo había vivido de una forma muy intensa Remelluri y lo que allí estaban haciendo mis padres y de manera intuitiva decidí encaminar mi vida hacia la enología. Por tanto puedo decir que lo mío ha sido una mezcla de intuición y suerte pero no algo premeditado”.

Hace ya unos años leí en una entrevista que Caballero Bonald definía la poesía como “esa mezcla de música y matemáticas que ocupa más espacio que el texto propiamente dicho”. A veces he pensado que las vocaciones también se pueden expresar así.

Irse a Burdeos y regresar a España

A pesar de que Remelluri tenía un poco de escuela peripatética ilustrada, Telmo no se fue a Burdeos porque allí hubieran vivido Montaigne, Montesquieu, Goya o Mauriac, ni porque Cunqueiro refería la elegancia de los vinos a la imagen de un duque de Aquitania, ni porque Stendhal la proclamara la ciudad más bella de Francia.

Se fue allí porque ya le perseguía la letanía de la memoria de su abuelo que había estudiado en aquellas tierras y porque para doctorarse en esto del vino era imprescindible pasar por aquellas tierras: “Me fui a Burdeos porque era lo lógico, cuando la revolución gastronómica en España, los cocineros se iban a Francia porque este país durante 300 años tuvo el monopolio del gran vino y de la gastronomía. Creo que el primer restaurante de Francia abrió en 1610. No hay que ser un genio para determinar el irse a ese país a estudiar cosas relacionadas con el vino, nuestros vecinos lo han hecho todo en lo relativo a esta materia. Y luego también está la historia de La Rioja, muy vinculada a Burdeos desde que personajes como Manuel Quintano se fueron en el siglo XVIII allí. Estaba también el “Medoc Alavés”, ese proyecto tan increíble como hermoso (contado en un libro de Ediciones La Fábrica)".

"Burdeos nos enseñó a hacer los vinos modernos, y de alguna manera Remelluri fue también hija de una especie de idea muy bordelesa: en tanto que eran propiedad, familia, territorio y vino. De hecho así se llamó cuando fue una revolución en los años 70: el primer chateau, me hacía gracia ese apelativo, pero sí que fue una reacción a una Rioja que en aquellos años era más industrial. Yo no voy a Burdeos por haber nacido en Irún, mi abuelo ya había estudiado para ingeniero agrónomo en Francia, y eso me ayudó en la inclinación, además la carrera de enólogo solo existía allí, era donde se podía obtener esa titulación y el diploma, en España era algo mas caótico entonces, el enólogo era más habitual que tuviera formación farmacéutica mientras que ellos tenían esa idea muy clara, la de la enología moderna que habían promovido Émile Peynaud y Ribéreau-Gayon”.

Luego fueron la curiosidad y una oportunidad de trabajo las que le llevaron a otro territorio del que acabaría enamorado, el Ródano. Allí trabajó con Eloi Dürrbach en sus viñedos históricos de Le Doamine de Trévalion. Telmo se refiere a su estancia allí como un aprendizaje, una enseñanza de educación sentimental.

Dice el poeta alemán Jean Paul que “la memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados”, en Telmo hay una luz de esa memoria de infancia en La Granja de Nuestra Señora de Remelluri, ese dominio de los monjes jerónimos con más de 300 años de historia: “Mi primera memoria de Remelluri es de cuando tenía 6 años, es una propiedad que está en lo alto y aquí en muchas ocasiones se vendimiaba con nieve y siempre cuento que mi primera imagen era la nave de tinos de madera con fuegos encendidos porque la uva entraba tan fría que no fermentaba. Aquella imagen era como la de un aquelarre: imagínate una nave de elaboración con la puerta abierta saliendo humo y el resplandor de los fuegos".

"A todos los hermanos nos marcó mucho Remelluri, es verdad que mis padres eran muy especiales, tuvieron el valor de venirse al campo puro y el mérito de recuperar esta propiedad muy antigua y nosotros lo vimos y lo apreciamos. Mi infancia fue esta: me pasaba las horas dibujando trujales en aquellos años 70 en que La Rioja era casi un mundo medieval: se labraba con mulas, estábamos apartados, había sitios en los que no había luz y eso se fija enseguida en la mirada de cualquier niño. Así que puedo decir que si me he dedicado al vino ha sido gracias a mis padres y a Remelluri”.

Abro la conversación con una voz amiga que ha intervenido ya varias veces en esta sección, es la de Rodrigo Varona, socio fundador de la consultora Brandelicius y buen conocedor de Telmo Rodríguez: “Pocas dudas caben de que estamos ante una de las figuras clave dentro del vino español de las últimas décadas, y es que por facetas cultivadas no será: bodeguero, distribuidor, divulgador, explorador, agitador, figura mediática… y en todas ellas su paso se ha saldado con notable éxito de ‘público y crítica’.

 Es cierto que dicha repercusión, su pasión y su vehemencia al defender aquello en lo que cree a veces no agradan a todo el mundo, incluso en alguna ocasión puedo no estar de acuerdo con ciertas cosas que dice (o cómo las dice). Pero todo ello es fruto de su autenticidad y eso lo respeto por encima de todo. Telmo es transparente, casi demasiado para creerlo de primeras, no se guarda nada desde el primer instante. Cualquiera que le haya tratado puede atestiguar que la persona y el personaje en este caso se mimetizan, caso poco frecuente en todos los aspectos de la vida, y ya no digamos cuando te la ganas con tu nombre por delante".

"Si hay un ejemplo de todo ello es su pasión por poner en valor el viñedo español, de reivindicarlo y colocarlo donde se merece. En este empeño se ha embarcado desde hace muchos años con altas dosis de tesón y generosidad (pocos más espléndidos que él, además de ser un anfitrión cariñoso y dedicado). Manifiestos, reuniones en su bodega, presencia en foros de todo pelaje… ahí donde quieran escucharle, Telmo irá a defender su discurso sin medias tintas, sin miedo a pisar algún callo que otro".

"Como no podía ser de otro modo, es justo reconocer que Telmo es una de las personas que más me ha enseñado en el mundo del vino. Pero no solo bebiendo grandes botellas, que también, sino sobre la historia, la cultura, las personas, el terruño… en definitiva, todo aquello que realmente hace que te enamores de este mundo. Y me consta que no soy un caso aislado. Ojalá más figuras así en mi camino”.

La compañía de vinos de Telmo Rodríguez

Un buen día, hace casi 30 años él y su amigo, socio del alma, Pablo Eguzkiza extendieron el mapa sobre la mesa y se pusieron a explayar ideas por el territorio adelante. “El viaje más estimulante es el dedo sobre el mapa”, dijo Gómez de la Serna. Pablo y Telmo crearon poco a poco un proyecto de envergadura que nació en los suelos de Navarra y se fue extendiendo por esta tierra de los mil suelos. Recuperaron viñedos viejos y ensalzaron variedades olvidadas, pronunciaron discursos nuevos a medida que sentían la magia de la tierra y sus revelaciones. La ideas iban encontrando sus paisajes.

“Mucha gente piensa que yo me enfadé con mi padre -asevera Telmo- pero no fue cierto. Sí me di cuenta de que no era mi momento en Remelluri y de hecho me fui a comer con él a Getaria y hablamos de que mis inquietudes en el mundo del vino me llevaban por otros caminos más complicados, más incómodos pero enseguida me di cuenta de que España era un país increíble que todo estaba por descubrir. Piensa en que en mi época estaba La Rioja, la Ribera del Duero no había nacido y Jerez se encontraba en horas bajas y cada vez que viajaba veía paisajes, viñedos y pensaba aquí hay algo increíble que está como en silencio. En el año 94 empecé ese proyecto con Pablo que es un trabajo muy colectivo porque todos los que lo integramos hemos trabajado en equipo. Una aventura muy bonita que empezamos sin medios, sin dinero, conscientes de las limitaciones, sabiendo que iba a ser un camino largo pero siempre supimos que éramos corredores de fondo".

"Hoy todo el mundo habla de la garnacha pero cuando empezamos nos fuimos a Navarra porque quisimos reivindicar esa variedad que muchos nos decían que había que arrancarla y así empezamos haciendo un tinto que se vendía a 150 pesetas y que Parker nos dijo que era el Chateau Rayas español. Fue el inicio de un mundo, de una forma de trabajar a contracorriente porque tenía un buen amigo francés que me decía que solo los peces muertos van a favor de la corriente y por eso hemos ido luchando contra tendencia y fuimos muy felices, ha sido una gozada ir descubriendo sitios nuevos, algunos de ellos difíciles y nos hemos sentido bien siendo diferentes”.

Cesar Ruíz ha sido también otra voz recurrente en Palabra de Vino, es uno de los propietarios de La Tintotería, una tienda de vinos que conviene tener siempre presente. César es también compañero de viaje de Telmo en alguna que otra aventura empresarial. Al habla: “Telmo me parece un visionario, el primero que ha recuperado la memoria de los grandes vinos españoles yéndose a zonas como Málaga y recuperando ese mountain wine, o fue la primera persona que empezó a elaborar vinos de calidad en Cebreros, en la Sierra de Gredos que ahora está tan de moda. Junto a Pablo han hecho un tándem que ha puesto a los vinos españoles en el mapa del mundo, junto a enólogos como Álvaro Palacios o Peter Sisseck, fueron ellos los que, primero por hablar idiomas, recorrieron el mundo y pregonaron las virtudes del vino español”.

“Por otro lado tengo la suerte de convivir en el día a día con él puesto que es socio de mis distribuidora, Alma, vinos únicos. Es una persona brillante que se le vienen a la cabeza un montón de proyectos, de historias, de cosas como esta distribuidora que junto con Paco y Maribé fundaron hace ya 20 años y comenzaron a importar grandes vinos del mundo cuando en España solo se bebían vinos de Torres, La Rioja y Protos. Ellos empezaron a traer grandes vinos de Borgoña, Champagne, del Ródano… Solo tengo palabras de agradecimiento por estar al lado de Telmo, por haber aprendido tanto de él”.

Esta intervención de César reconduce la conversación, le digo que me recuerda a las viejas compañías de cómicos que medían la distancias en leguas y palpaban el territorio a pie. Le pregunto cómo se siente en esa tarea de redescubrir lugares, viñedos antiguos, variedades olvidadas, dormidas bajo los mil cielos: “Primero decirte que no estamos por todos lados porque España es uno de los países más complejos de Europa y segundo recalcar que vivimos más volcados hacia el noroeste. Cierto que tenemos esa maravillosa excepción como son los vinos de Málaga, o incluso Gredos, ese punto donde el sur se vuelve norte. No, no me gusta cuando me dicen que hacemos vinos por todos lados porque todos los lados son muchos lados. Me abruma que me llamen visionario porque simplemente hemos estado en el momento adecuado en el sitio adecuado y hemos tenido la oportunidad. Hemos tenido la suerte de podernos formar en un mundo de viticultores, de viñedos difíciles como los que uno se encuentra en el Ródano o en el Loira. Ahora Borgoña está muy de moda pero recuerdo que en clase, en Burdeos, nos decían que el borgoña tinto sabía a lata de sardinas porque la hegemonía de Burdeos era aplastante".

"Tuvimos la suerte de ir visitando sitios y nunca pensamos en hacer tantos vinos pero tenemos un país que cada vez que íbamos a un lugar y nos prendábamos de él y si la cosa se ponía de frente pues por qué no hacer un vino. Es verdad que a veces los hemos hecho en situaciones muy complicadas porque cuando éramos jóvenes nada nos daba miedo, ni siquiera el vivir situaciones difíciles, a veces precarias, eso nos empujaba con valentía”.

El mensaje de Telmo y su Compañía es la reivindicación de un paisaje, de una manera de trabajar muy singular, volcada en la viña como una forma de vida. No lo digo yo, lo dice él: que vibra ante los viñedos que le emocionan, aquellos que despiertan su intuición, que guardan algo mágico. Entonces, pisa ese suelo y se queda. Su mirada es la búsqueda incesante de una forma de hablar con la tierra, de una expresión líquida para encerrarla, como un mensaje, en una botella que ha de viajar por el mundo contando su cuento: a qué huele, a qué sabe y qué paisaje encierra: “Cuando veo esos viñedos excepcionales - continúa su relato- pienso en la gente que luchó por ellos, que defendió el verdadero talento que siempre es de los lugares. Cuando he ido descubriendo sitios he pensado que mi sueño hubiera sido haber hecho dos hectáreas de Hemitage, una hectárea de Musigny, dos de Volnay… Tuve muy claro que si encontrábamos viñedos increíbles que tenían ese pasado de la observación y de los ancestros que plantaron y cultivaron viñas y variedades en diferentes zonas, si teníamos esas joyas, todo lo demás era fácil porque éramos conscientes de que el auténtico valor de nuestro trabajo era encontrar sitios increíbles por eso nos dio igual no tener bodegas, porque al final a mí me das media hectárea de Montrachet y te hago uno de los mejores vinos del mundo, seguro. Todo el trabajo de todos estos años ha sido tener esos talentos, buscarlos para poder hacerlo lo mejor posible”:

“Tener Las Beatas o As Caborcas, tener algunos viñedos de Matallana o un viñedo excepcional en Cómpeta para poder hacer uno de los mejores vinos dulces del mundo, eso es el auténtico valor. Tener 90 hectáreas de viñedos muy interesantes y con mucho talento te facilita mucho las cosas y yo no sé si seremos muy buenos enólogos pero sí que tenemos muy claro que nuestro trabajo ha sido dar vida a esas viñas”.

Remelluri

Nuestra Señora de Remelluri es una finca preciosa, un lugar mecido por los sueños de Jaime Rodríguez y Amaya Hernandorena, los padres de Telmo, que la adquirieron a finales de los años 60. En sus entrañas se encuentran profusos vestigios de la historia, de otros tiempos atesorados en suelos y construcciones herencia de los monjes jerónimos. Desde el le ve promontorio de la Ermita de Santa Sabina se puede contemplar el prodigio del valle, perfilado a lo lejos por la Sierra de la Demanda. En esta Ermita se exhiben pinturas de santos y paraísos evocadores del Bosco que pintó durante 7 años por Vicente Ameztoy. En la finca se encuentran también un lagar de piedra y una necrópolis medieval, todo un compendio histórico.

El año pasado fue un año con dos marcas en la vida de Telmo, la de la muerte de su padre y en septiembre la de un hito histórico: uno de sus vinos, Yjar 2017, conquistó la subasta de la Plaza de Burdeos. Llevo por ahí la conversación: “Volví a Remelluri en el año 2010 a petición de mis hermanos y es verdad que conseguí, al final de la vida de mi padre, tener una relación muy positiva, la de alguien que va dejando las cosas en las que tu vas entrando y creo que tuve la suerte de que en esos casi once años a mi padre le gustara mucho el tándem que hice con mi hermana. Mi padre desapareció muy bien, era un bon vivant, un señor muy original , muy culto. Me acuerdo que nos reunió a los cuatro hermanos y nos invitó a una comida excepcional en la que nos reímos mucho, nos vio a todos muy bien y eso le gustó y le ayudó a irse muy tranquilo y bien rodeado de los que quería. Una vida plena”.

“Recuerdo que ese año arranqué una viña que había plantado mi padre, algo que fue muy simbólico: arrancar una viña de Remelluri que daba unas uvas que a mí no me convencían, lo hice para intentar conseguir hacer un viñedo excepcional, empezar a preparar una viña del futuro, pensada para hacer algo que quizá mezclado con Yjar…”.

El futuro en el pasado

“En cuanto a lo que señalas del Yjar 2017 en Burdeos fue muy interesante y bonito porque había decidido que en España y La Rioja teníamos que adoptar un lenguaje que fuera el del gran vino y para mí Yjar lo es. En 1420 los monjes se van de Toloño y abandonan la propiedad de Remelluri. Yo he tenido la suerte de trabajar en viñedos que estaban aquí desde esa época, fecha en la que el Duque de Yjar empieza a gestionar esta propiedad, así es que utilizando esos viñedos y con la mentalidad de ser más ambicioso me dije: quiero hacer un vino que sea mejor que Masseto, o que algunos grandes crus. El año pasado durante la subasta me encontré con un Burdeos que me pareció muy interesante, más fresco, muy cambiado. De entrada que se abra la puerta a otros grandes vinos explica que hay una nueva mentalidad. Me encontré con “negociantes” y vendedores que están conectados con los mejores clientes del mundo, que están deseando poder hablar de tu vino casi como una forma de tú a tú. Ese mes de septiembre fue un hito para nosotros. Logré convencer a los negociantes que esta era una oportunidad porque nosotros en La Rioja estuvimos 300 años mirándoles como modelo y ahora teníamos que intentar cambiar un poco esta relación tan escorada. Trabajamos mucho para que nuestro vino alcanzara esa altura como el que se vende en Burdeos”.

Una Rioja nueva

El vino que acompaña esta conversación y que ha elegido Telmo, Bahierra 2020, no pertenece a ninguna de sus bodegas sino a otra mucho más joven de la zona: Alegre & Valgañón, Óscar y Eva, un matrimonio que elabora vinos artesanos en la zona de los Montes Obarenes, a solo 80 kilómetros del Cantábrico, en el paisaje de Sajazarra y Fonzaleche, de esa zona han salido vinos míticos de CVNE, López Heredia o Muga.

Antes de llamar a Óscar le pido a Telmo que me explique la elección de este vino: “Me gusta la gente que hace un gran esfuerzo, que se compromete con su territorio. Estamos en ese momento clave. He elegido este vino porque es de aquí y aprovechando lo que dijo Luís Gutiérrez, el catador de Parker: “una nueva Rioja ha nacido”. Eso mismo pienso, un nuevo mundo ha nacido que es el de la gente que quiere luchar por ese territorio, ese viñedo, con gran pasión y por eso hay que hablar de esa nueva Rioja que va a hacer que se convierta en un sitio mejor y que no es antagónica con La Rioja que ha hecho mucho trabajo en los últimos años. Creo que será muy positivo este estímulo para esta tierra”.

“Este vino, Bahierra, es un muy interesante, es el fruto de la labor de gente que ha viajado, ha visto, ha aprendido y que ha vuelto porque aman la tierra que pisan”.

Ahora sí, doy voz a Óscar y le agradezco que en medio de multitud de ocupaciones haga un hueco para esta charla: “Somos primera generación de elaboradores, sin inversores ni socios, ni viñedo ni bodega. Empezamos de cero y esto lo consideramos un gran logro. Esto nos define: somos determinados, trabajadores, apasionados, amamos el vino y es nuestra decisión. Y además ser primera generación, nos ofrece la libertad, para revisar qué es La Rioja más alla de la clasificación de reservas y grandes reservas. Cuando llegas aquí por amor al vino, habiendo estudiado fuera y gustándote antes otros vinos como Barolo o Borgoña, miras a La Rioja de otra manerra y creo que esa es nuestra gran oportunidad y también una aportación para una región increíble, que necesita ser revisada y redimensionada, para poder sacar lo mejor de sí misma y situarse realmente no en una región reconocida, que ya lo es, si no en una de las de más valor y prestigio... Somos muy jóvenes, empezamos en 2012, y quizá esa juventud nos da también un punto de osadía a la par que de desafío”.

Bahierra es un término de una zona de Sajazarra -como ya has apuntado-, donde estamos y representa un viñedo antiguo de mezcla de uvas tintas y blancas, elaborado como antaño quizás con más de un 30% de uva blanca. Está en 5 pequeñas terrazas, sobre un suelo de arenisca caliza. con una parte de más de 90 años y un 30% plantado hace 40 años. Este vino que ha elegido Telmo (un honor que agradecemos infinito) es fresco y fluido, de gran intensidad aromática notas de frutos rojos y cítricos de pomelo y mandarina. Es complejo y largo en el paso en boca, tiene gran acidez y potencial de envecimiento. Un vino original y diferente que recuerda a vinos de Rioja de otro tiempo".

Para rematar esta conversación llamo a un amigo común, José Polo, uno de los artífices del Restaurante Atrio de Cáceres, le pido que sea él quien ponga el colofón: “Telmo Rodriguez es un místico del vino. Lleva a su mundo los mismos pensamientos e ideas que utiliza en su vida personal. Lucha por el trabajo bien hecho, por lo esencial, por la ausencia de banalidad. Sus vinos son como él: francos, austeros, llenos de emociones y profundamente bellos, sacados del terreno donde los mima y los respeta como si fueran sus amigos”.

Despido a Óscar, José y a la par a Telmo. Hoy va de despedidas. Le digo cuanto le agradezco lo que he disfrutado con sus vinos y cuantas veces me han acompañado en los naturales de la vida, en la caligrafía redonda de la amistad, en el oleaje de las palabras de tantas sobremesas. No encuentro mejor tiempo sincero para decirlo que en este último Palabra de Vino.

El abrazo se prolonga. No hay prisa porque “si tienes prisa estás perdido”. Palabras de Telmo.

*Mantiene el sociólogo Lorenzo Díaz que los españoles no sabemos despedirnos. Tiene razón. Hoy me toca, después de 110 diez citas, poner un punto y final a Palabra de Vino. No es fácil abandonar una plaza, un recodo semanal en el que he sido muy feliz citándome con amigos, conocidos, territorios, paisajes y vinos; y que hasta generosamente me regaló un libro.

A todos los que me han ayudado y soportado quiero darles mis más sinceras gracias. También a ustedes, lectores de NIUS, por su paciencia y por tantos mensajes de ánimo que me han empujado en este centenar de travesías semanales.

Volveré en septiembre con mi apellido de siempre, Correcaminos Gastronómico, pero será en otros contextos y otras periodicidades.

Hasta entonces les dejo mi abrazo más grande.

¡Felices vacaciones!