Gigantes del Estrecho: el destino escondido de los mayores cañones de España

  • Un proyecto pretende recuperar los Vickers 381 del Estrecho, los mayores cañones construidos en serie

  • Las asociaciones de Memoria Histórica piden que esa recuperación no olvide a los prisioneros republicanos que los llevaron hasta allí

Un cartel junto a una valla oxidada recuerda, "Zona Militar. Prohibido el paso". Pero esa prohibición tiene ya más de diez años. La vegetación invade caminos y edificios, los saqueos van haciendo el resto. La que fue una de las baterías de cañones más importantes de España, Paloma Alta, duerme el sueño del olvido. O casi, porque siempre hay quien se salta la advertencia, para acceder a un emplazamiento espectacular, desde el que puede divisarse buena parte del Estrecho. También vigilarse. Aquí, escondidos entre la maleza, tres de los mayores cañones jamás construidos, los Vickers 381, reposan de una guerra que nunca libraron.

"Paloma Alta se construye entre 1940 y 1941, en plena segunda guerra mundial", cuenta el historiador José Manuel Algarbani. "Lo que se pretende con ella, es fortificar el Estrecho, porque dentro de los planes del Estado Mayor franquista estaba invadir Gibraltar, y controlar el Estrecho, para entrar en la segunda guerra mundial en una posición de fuerza".

Ese era el propósito, y para ello nada mejor que los Vickers 381 comprados a Inglaterra en 1926. Cuatro de ellos se trasladaron en barco hasta Tarifa.

"Todo el traslado desde Tarifa hasta Paloma Alta, unos quince kilómetros, fue hecho por prisioneros republicanos encuadrados en unidades disciplinarias", continúa Algarbani. "Había que preparar el camino, fortalecer los puentes para soportar el peso de los cañones, y todo eso lo hicieron los prisioneros".

Así llegaron hasta Paloma Alta. Cada uno, noventa y siete toneladas de peso. Cada uno, con 17 metros de longitud. Capaces de alcanzar distancias de más de 30 kilómetros con proyectiles de casi un tonelada. Con Marruecos y Gibraltar a su alcance, jamás tuvieron que entrar en acción.

"No tuvieron que entrar nunca en combate", aclara el teniente coronel de Artillería, Joaquín de la Cámara, que encabeza un proyecto para conservarlos. "Se lo dice un militar, que somos, precisamente, los que menos deseamos la guerra, pero sí es verdad que fueron un elemento disuasorio en el Estrecho bastante importante".

Así que hasta 2008, cuando dejaron de ser operativos, sus únicos disparos fueron en maniobras.

"Era un espectáculo", recuerda un vecino de la zona. "Venía un barco ahí, en el Estrecho, con un señuelo, y le pegaban un cañonazo. Algunas veces el barco que arrastraba el señuelo se las veía. Tiraban al señuelo, pero los del barco no las tenían todas consigo".

"Sonaba un estruendo horrible", añade una vecina, "Nos avisaban el día que iban a tirar para que abriéramos las ventanas porque se rompían cristales, y todo". Desde entonces el silencio y, eso sí, muchos visitantes que se saltan la valla para contemplar a los gigantes.

"No los había visto", dice Beatriz, que posa para su pareja, literalmente, al pie del cañón. "Me han sorprendido. Soy de aquí, pero nunca había estado. Me gustan, la lástima es que se estén abandonando, podían estar un poco más cuidados"

En eso está la Asociación Conde de Gazola, formada por militares de Artillería, que ha puesto en marcha un proyecto para musealizar Paloma Alta.

"El resto de los Vikers 381 que hay en España pueden visitarse. Son cañones que merecen ser protegidos y pueden, además, incluirse en el eje cultural que va desde Bolonia hasta Tarifa" apunta Joaquín de la Cámara, director del proyecto.

Si sale adelante, a finales de 2021 los gigantes volverán del olvido. Las asociaciones de Memoria Histórica estarán vigilantes. Reconocen el valor museístico de los cañones, pero temen que el proyecto olvide a los treinta mil prisioneros republicanos del Campo de Gibraltar, que el franquismo utilizó para llevarlos hasta Paloma Alta.

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