Manuel Juliá, el vino y las palabras

  • Juliá dirige desde hace dos décadas Fenavin, sin ningún género de dudas uno de los grandes eventos europeos y mundiales en torno al vino

  • "Me inoculé el vino a través de Shakespeare y Cervantes; ahí fui encontrando su alegría y su placer: leer y beber"

Anda Manuel Juliá juntando palabras hermosas, cazando sintagmas, relatando historias cotidianas que aparecen cada fin de semana en su blog, en el periódico y en el correo electrónico de sus allegados. Recorre sus paisajes manchegos hechos de tiempo donde pueden percibirse el poderoso latir de la historia y el galopar literario del Quijote y su Rocinante. Ha ideado para la televisión España mirando a la Meca y Quijotes del siglo XXI. Recita sus poemas en su cotidiano paseo matinal, en el retozar de brisas de Miguelturra (Ciudad Real), bajo el espacio inmenso de su cielo. Dirige con pulso firme y acierto, desde hace casi veinte años, uno de los certámenes de vinos más importantes de Europa, Fenavin.

Vive alojado en la literatura, en las entrañas de todas sus páginas, es ciudadano de su patria: su biblioteca. De ese universo literario le viene su afición al vino, de la Antología de poetas persas de Rafael Cansinos Ansens, que descubrió en 1991. "Hay una profunda relación entre la literatura y el vino: en la Biblia hay más de 600 citas al vino, en el Carpe Diem de Horacio, Homero lo escribe en el escudo de Aquiles y son inigualables los poemas de Omar Khayyam y de Hafiz que sirvieron de inspiración al bellísimo El alma del vino de Baudelaire".

Con esta magistral introducción arranca Manuel nuestra conversación. Y como buen gaviero literario marca el rumbo y prosigue: "Me inoculé el vino también a través de Shakespeare, de su pasión y curiosidad por los vinos españoles, de Jerez. Por Cervantes que fue vinatero en La Sagra (Toledo) y que puso en boca de su Quijote y de Sancho diálogos que dejarían asombrados a muchos sumilleres". "Ahí fui encontrando la alegría y el placer del vino: leer y beber. Beber y mirar las estrellas". El vino en la esencia literaria.

Manuel navega por la poesía, por su trilogía de sueños guiada por las tres heridas de Miguel Hernández: las del amor, la muerte y la vida. Y por su tierra, La Mancha, a la que ama y enseña con el profundo conocimiento de quien se la sabe. Pisa con seguridad las huellas del Quijote y sus estancias, las de los infatigables viajeros Richard Ford o George Borrow. Es Manuel Juliá doctor en ventas manchegas.

Ver estas tierras en su compañía es recorrerlas con mirada delicada y con la gramática parda necesaria. De su mano, y con su familia, estuve en el mirador imponente del Castillo de Calatrava mientras la bruma escondía los oestes; en Almagro, esa ciudad de siglos atesorados en su Plaza Mayor, su majestuoso Corral de Comedias y sus edificios de arquitectura noble; en el altiplano de perfil imperial de la Mesa de Ocaña y esa bodega sublime: Más que Vinos. Manuel concede la amistad sin prisas, con la calma que se precisa para andar por estos pagos.

Fenavin, dos décadas de vino

A finales de los 90 y por su enorme experiencia en el desarrollo sobre política regional, recibió el encargo de montar una feria del vino, algo muy coherente toda vez que La Mancha es el mayor viñedo de Europa. Así nació Fenavin. La permanente inquietud de Manuel le llevó a estudiar con minuciosidad otros certámenes de gran prestigio: Prowine, Londonwine, Alimentaria, Vinexpo... para llevar, en el año 2001, a España a la altura de los grandes mercados europeos.

Un evento que fuera y fue capaz de atraer a la demanda. Eso fue fundamental, dimensionar bien esa demanda exterior e ir insistiendo y desarrollando cada año esta idea. Explotando adecuadamente la cercanía y la buena comunicación entre Ciudad Real y Madrid. Y después de casi 20 años y de muchas dificultades y un enorme esfuerzo, Fenavin es sin ningún género de dudas uno de los grandes eventos europeos y mundiales en torno al vino.

Así fue como el vino ha ido ocupando un lugar arterial en la vida de Manuel: casi un tercio de su tiempo vital entregado a esta tarea que le ha dado la oportunidad de conocer a bodegueros, sumilleres, agricultores, críticos muy reputados, aficionados... y haberse ganado el respeto y el cariño de todos ellos.

Otra de las aportaciones en forma de acierto ha sido el complemento cultural de la feria, por la que pasan escritores, conferenciantes y pensadores para hablar del vino y sus afueras periódicas; y hasta una tradición muy curiosa: la creación de un cuerpo diplomático del vino con la designación de los embajadores nacionales, que compromete a quienes lo conforman a propagar la cultura y el valor del vino en sus caminos andados. "Hay en el vino un diálogo personal/espiritual", afirma Manuel recordando a Cervantes, que decía que "es la elocuencia y la amistad".

El pasado 14 de marzo, cuando se decretó el primer estado de alarma que nos llevó al confinamiento, habíamos quedado a almorzar en la , "un lugar mágico, incrustado en la naturaleza, perfectamente encajado en el paisaje". "La vista de los viñedos desde su salón es un discurso de serenidad y un gozo para la vista". Describe Manuel.

Todas las vides son francesas, de diferentes variedades: viogner, merlot, syrah, petit verdot, cabernet franc y cabernet sauvignon, algo poco común en España. Le pregunto por nuestro anfitrión, Alfonso Cortina, con quien nos habíamos citado y a quien este virus se llevó con toda su crueldad.

Me cuenta que tenían una excelente relación personal: "Fue un gran empresario y magnífico gestor, así lo demostró al frente de Repsol. Pero sobre todo era un enamorado del vino, esta bodega era su sueño, su ilusión y su gran apuesta". Sus vinos se acercan al perfil de los supertoscanos de la zona de Bolgheri, afirmaba el propio Alfonso, que también ponía como ejemplo a Masseto, el gran vino italiano monovarietal de merlot, y afirmaba con autoridad que casi todos los vinos del Nuevo Mundo tenían su procedencia en las viñas francesas.

"Recuerdo una maravillosa comida con él, con Carlos Falcó, marqués de Griñón (a quien también se llevó el maldito virus) e Isabel Mijares como una de las más enriquecedoras de mi vida. Había tanta sabiduría, tanta experiencia, que daban para doctorarse en el asunto", prosigue Juliá. Nos proponemos retomar la cita en donde la dejamos, en el almuerzo en la bodega, para honrar la memoria de Alfonso. Las promesas en pie.

Llega el momento de abrir nuestro vino y Manuel, con prontitud y proximidad, elige Vallegarcía Viogner, una uva que se adaptó de maravilla a estas tierras. El vino que puso en el mapa a la bodega y que, a pesar de que su producción va ligeramente por encima de las 40.000 botellas, se puede encontrar en las cartas de restaurantes estadounidenses, británicos, alemanes, chinos... Haber conseguido esa aceptación es todo un logro. Este es un vino distinto: complejo, elegante, sedoso, de gusto alargado, goloso. Un blanco muy conseguido, maravillosamente bien hecho.

Para brindar le propongo unos versos del poeta valenciano Carlos Marzal y su poema Ágape: "Que las tantas del alma nos sorprendan en ilusiones". Y cierra Manuel: "Qué bien acompañados hemos estado, tocayo". Palabra de vino.