Pilar Reyes, la delicadeza entre palabras

  • Llegó por azar a la profesión de editora por su amor a la lectura mientras estudiaba Letras en una universidad de Bogotá

  • Pilar llevaba 14 años en Alfaguara Colombia, y al jubilarse en 2009 Amaya Elezcano, directora editorial del sello literario, se vino a España

  • Gestiona la cartera más importante de escritores en castellano: Vargas Llosa, Pérez Reverte, Javier Marías, Manuel Rivas o Rosa Montero, entre otros

Nació en Bogotá en una casa llena de palabras, rodeada de libros que atesoraba su padre, dramaturgo y guionista de televisión. En esos libros habitaban todos los paisajes de su futuro. Esa música silenciosa tejía desde sus paredes el camino que había de venir.

Antes de iniciar la conversación con Pilar hago un par de cosas: descorchar el vino, un Mauro del 2019, al final de la charla le dedicaremos su espacio, y llamar a mi amigo el escritor Manolo Rivas para que sea él quien inicie, a modo de introducción, el perfil de mi invitada de este sábado: “Hay un hermoso relato de Clarice Lispector titulado 'La felicidad clandestina'. Trata de una niña apasionada por los libros. Y esa felicidad es la que siente cada vez que abre uno y le conmociona. Pilar Reyes es esa niña que ha crecido pero conserva el sentimiento de felicidad al descubrir. Su mirada es la del que siempre está buscando el relato íntimo del mundo, la extraordinaria novela de la vida. Es una gran editora, que ha hecho por el conocimiento hispano y americano mucho más que todos los discursos de próceres. Pero es mucho más que una editora. Reparte cada día felicidad clandestina”.

Nuestra conversación se inicia en ese recuerdo de su casa: “A medida que iba pasando el tiempo mi vida se iba llenando de libros que para mí fueron una presencia muy cotidiana. Cuando era muy pequeña no era una gran lectora pero veía a mi padre vivir entre libros, y creo que uno hace cosas por emulación, así que cuando cumplí 12 años empecé a apasionarme por la lectura y es algo que ya nunca dejé de hacer. Mi padre nos incentivaba mucho, sin presionar jamás, así que nunca fue una imposición. Pero sí tengo grabada esa imagen de él encendiendo la chimenea (Bogotá es una ciudad de montaña con un clima frío) y sentándose a leer al calor del fuego acompañado por mi madre, que también era lectora, aunque no con su voracidad; y de ahí proviene mis relación con los libros”.

Así iba delimitando Pilar su geografía de sentimientos literarios. La lectura como engendradora de felicidad. Aquellos libros fueron el sostén de su existencia, un cordón, un componente íntimo, que se iban convirtiendo en su permanente compañía y de paso le iban atando a la vida. Le propongo que sigamos hilvanando recuerdos: “Cuando lo pienso me doy cuenta que esa firme presencia de la literatura iba encauzando mi vida porque al principio cuando me preguntaban qué era lo que quería ser de mayor mis respuestas eran diversas: antropóloga, guionista de cine, pero nunca pensé en ser editora, lo más cercano era querer ser montadora de cine porque no sabía bien lo que hacía un editor. Puedo decir que llegué hasta aquí por puro azar y eso sí, que toda vez que aterricé en la industria editorial ya nunca más me quise ir. Eso suele pasarle a todos los que llegan a este mundo, que además tiene la ventaja de aglutinar a gentes de disciplinas muy distintas”.

Los libros le acompañaban, le contaban diferentes maneras de vivir, de estar. Pilar comenzó sus estudios universitarios mientras sonaba el tantán de tantas historias que le esperaban a la vuelta de la esquina, detrás de la puerta del mundo editorial. Le pregunto cuándo y cómo llegó a esta profesión: “Fue por azar. Estudiaba Letras en una universidad de Bogotá y como tantos otros estudiantes, sin saber muy bien por dónde derivaría mi futuro. Estudiaba Letras porque ya me movía mi pasión por la literatura y por el gusto de leer.

En los primeros semestres de carrera empecé a angustiarme por saber qué cosas me interesarían a posteriori profesionalmente y un día conocí al director editorial de Alfaguara en Colombia y comencé a trabajar con él a modo de prácticas, estuve trabajando en una feria del libro, me contrataron para hacer lecturas, informes, organizar archivos… me iban dando tareas. El paso siguiente fue que empecé a trabajar y a estudiar a la vez, a ir ya regularmente a la oficina y a encargarme de tareas más estructurales en la edición y fui descubriendo la literatura, también iba trabajando en cómo construirla, no tanto en el sentido creativo, también de la propuesta de lectura. Fueron unos años muy interesantes para mí porque me permitieron completar mis estudios y comprobar la fascinación por el mundo de la edición desde el primer momento”.

“La buena lectura murmura saberes profundos apenas intuidos”, decía la escritora Nuria Amat.

Llegar a España

El psicólogo y escritor sueco Tomas Transtömer escribió que “las palabras se ensanchan en todas direcciones”. Pilar llevaba 14 años trabajando en Alfaguara en Colombia y sucedió que al jubilarse Amaya Elezcano, directora editorial del sello literario, entonces (año 2009) recibió la llamada para ocupar su puesto en España: “Cuando empecé en Colombia la oficina era muy pequeñita y cuando me vine trabajábamos 15 personas que editábamos distintas colecciones en distintos formatos, teníamos mucha fortaleza en las ediciones de bolsillo e infantiles. Sentía que había crecido con la editorial y había adquirido una amplia experiencia y como has contado me llegó esta llamada y me vine".

"Cuando llegué el cambio no fue tan rotundo porque era en la misma empresa y conocía ya a mucha gente con la que guardaba una gran familiaridad, pero al poco reparé en la gran responsabilidad que tenía el trabajar en la edición en lengua española desde aquí porque la velocidad a la que se mueve la industria española es vertiginosa y la repercusión de lo que hacíamos aquí nada tenía que ver con la visibilidad que tenía lo hecho allá. El vértigo fue muy grande ante tanta amplitud. Colombia era un mercado de grandes escritores pero pequeño, con pocos recursos, con un canal de librerías también pequeño que provocaba que el editor gestionara muy al detalle, yo venía de una experiencia así. Además enseguida llegó la crisis económica y entonces también fui consciente de que mi pormenorizada experiencia me podía servir para gestionar la editorial en un momento tan delicado”.

Dice Gustavo Martín Garzo que “leer es llegar inesperadamente a un lugar nuevo”. Editar un libro por primera vez quizá proporcione esa experiencia de explorar un territorio, quizá como esa sensación de aprender a ir por la noche a solas. Sobre esto quiero que me hable, qué recuerdo tiene del primer libro que editó: “Fue muy curioso, trabajaba con el director editorial de Alfaguara en Colombia y lo reedité colateralmente, fue 'La Virgen de los Sicarios', de Fernando Vallejo, cuando lo leí en manuscrito me pareció asombroso cómo se podía escribir así, con esa vibración de que la lengua hablaba y al tiempo era extremadamente literaria, al leerlo en voz alta sonaba como música".

"Fue una experiencia increíble trabajar editorialmente ese libro, desde la portada que era un cuadro de Ethel Gilmour que recordaba a aquellos exvotos que había en las iglesias de Medellín de los sicarios pidiendo a la virgen que los acompañara. Todo muy contradictorio. Esa imagen resumía la fuerza del libro y luego trabajar en que el texto de contraportada le gustara a Fernando, que era un escritor muy suyo, que no concedía entrevistas, que quería ser invisible, no quería fotos en las solapas de sus libros… Era todo muy paradójico en un autor que dice yo todo el tiempo. Fue una experiencia increíble en la que hube de trabajarlo todo: la contraportada, la fajilla, el dossier de prensa, todos los elementos con los que llegar al público. Un aprendizaje maravilloso”.

Pilar aprendió a pensar, a vivir y a soñar a través de la literatura, que le proporcionó esa especie de chispazo encendedor de muchas de las ilusiones que había perseguido tantas veces. La geometría pura entre la imaginación y la voluntad.

En 'El rastro de una ficción' escribe el periodista Tomás Val que “un libro conduce a otro libro, como una generación lleva a otra” y en el continuar de la charla Pilar me cuenta cuál fue el libro que más ilusión le produjo editar: “Para mí, por razones afectivas, fue 'El sueño del celta', de Mario Vargas Llosa, una persona que ha estado presente en momentos muy importantes de mi carrera como editora. Ese fue el primer libro que le edité a Mario. Aunque ya había trabajado con él en Colombia, no editaba sus textos sino que me enviaban un archivo desde España y lo que hacía era trabajar en la comunicación de sus obras. Editar 'El sueño del celta' fue muy emocionante porque fue el primer libro que yo le contraté a Carmen Balcells (la agente literaria de Vargas Llosa), que así la conocí personalmente, y además con este libro nos pasó que mientras estábamos en imprenta le concedieron a Mario el Premio Nobel de Literatura, tuvimos que parar la edición ese día y por tanto la mitad de la edición salió con la nota que decía “Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura” y la otra mitad que ya estaba impresa no. Ese 7 de octubre del 2010 fue de una emoción infinita y para mí un momento inolvidable de mi carrera editorial”.

La vida de Pilar ha sido vivir pegada a los libros, a esa casa encantada de las palabras que nos han ido construyendo. En ese devenir de lecturas tengo para mí que ha habido trenes que ella hubiera querido tomar pero llevaban otro rumbo. Sobre esto va mi siguiente pregunta: ¿Qué libros no has editado y te hubiera gustado editar?

“¡Tantos! -me responde-. Tu pregunta puede tener distintas respuestas según el momento. A lo largo del tiempo una va descubriendo lecturas magníficas pero te diría que uno que intenté comprar y no pude fue 'El olvido que seremos', de Héctor Abad Faciolince. Perseguíamos hacernos con varias obras de este autor, entre las que estaba incluida ésta, pero no pude ser su primera editora aunque ahora sí lo sea. Se editó entonces en Seix Barral en Colombia y a mí me dio mucha pena no poder conseguirlo, pero bueno, ahora en compensación llevamos editándolo desde hace unos 4 años. Jonatan Franzen es otro autor que me hubiera gustado editar y no lo conseguimos, aunque bueno, lo edita nuestro grupo, Sigrid Kraus en Salamandra. Sophia Oksanen es otra autora bien interesante que también la edita Sigrid. Como ves, la respuesta a tu pregunta se va moviendo en el tiempo”.

Para dar un sentido circular a esta conversación llamo a Lola Larumbe, propietaria de la Librería Alberti de Madrid, son buenas amigas y por tanto su testimonio nos acercará más a Pilar: “La conocí nada más llegar a España a Alfaguara y desde el primer momento nos entendimos muy bien. Tenía mucho interés por saber cómo funcionaba el mundo de las librerías en España. Pilar está dotada de una enorme capacidad de absorción para todo lo que tiene que ver con el mundo editorial y enseguida nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común. Es una persona muy cálida, próxima, profundamente dialogante, muy inteligente y con mucha mano izquierda por lo que consigue siempre lo que quiere de las personas. Tiene esa forma tan suave y delicada, dulce pero firme, y por ello sus responsabilidades han ido siempre a más. Es una persona con una inagotable capacidad de trabajo, siempre pensando en él y lo disfruta porque lo hace con gran pasión. Es una firme defensora de de la capacidad de transformación del libro sobre la sociedad actual. Mi relación con ella es de amiga, incluso las cosas profesionales siempre me las plantea desde la confianza. Es una de las grandes en el mundo editorial y pienso que todavía le queda mucho recorrido por delante porque es joven”.

Escribió la poeta estadounidense Anne Sexton que “un escritor es alguien que con unos muebles hace un árbol” y José Emilio Pacheco que “no leemos a otros, nos leemos en ellos”. Pilar Reyes gestiona la cartera más importante de escritores en castellano, su relación con ellos es el equipaje de su elegancia, el manejo estricto de la diplomacia: “Sí, yo trabajo con grandes nombres de la literatura: Vargas Llosa, Pérez Reverte, Javier Marías, Manuel Rivas, Rosa Montero… Con los años he descubierto que lo que más me gusta e interesa del trabajo de la edición es el contacto directo con los autores porque es lo que más me sigue aportando. He descubierto también que cuando un escritor, incluso el más consagrado, termina su obra y te entrega el manuscrito siempre hay algo muy frágil en esa lectura posterior, ahí más que diplomacia, se necesita delicadeza por si hay que plantear algún reparo".

"Admiro y respeto profundamente el trabajo que implica encerrarse unos años a construir una historia, por ello hay que ser muy meticulosa y minuciosa a la hora de hacer observaciones, y por ello pienso también que para el autor el editor adquiere una figura múltiple: de autoridad, de alcahuete, psicólogo, amigo… Nuestros sellos literarios pretenden ser de autor, no de libros, acompañarle en su carrera literaria, ser su cómplice en ese largo proceso que es construir una obra compuesta de libros que son unos mejores que otros, algunos más arriesgados, o con más trazado comercial. En todo ese viaje que implica publicar en el largo plazo a un autor e ir manejando sus expectativas, sus sueños, sus intenciones, creo que un editor tiene que ser muchas cosas al tiempo y a mí me gusta pensar que puedo ser cómplice, que resume muy bien el trabajo que intento hacer”.

Gerardo Marín es editor ejecutivo de Alfaguara, acudo a él para culminar el perfil de mi invitada de este sábado: “Pilar Reyes es todo lo que parece y es también lo que no parece. Es todo lo que parece, porque al poco tiempo de conocerla se revela su inteligencia, su sensibilidad, su extremo cuidado con el manejo de las palabras y una elegancia envidiable en su forma de estar en este extraño mundo. Es una mujer fuerte que maneja con delicadeza algunos de los sellos literarios más importantes de la lengua española, que se ha ganado el respeto y la credibilidad de la industria editorial y que se sienta en la mesa con los principales escritores y creadores para construir con ellos catálogos de historias fascinantes.

Y también es lo que no parece, porque puede parecer frágil o débil pero no lo es, tiene el vigor de sus convicciones y su riguroso criterio. Es la editora más brillante que he conocido y además hace magia. Sin aspavientos, sin subir una sola nota el volumen de su voz, puede apagar incendios, parar una avalancha y salir sin despeinarse de una gran tormenta”.

Dice Gustavo Martín Garzo que “los libros son como despensas donde se guarda todo”. “El libro es, sobre todo, un recipiente donde reposa el tiempo”, escribió el profesor Lledó. Que todo está en los libros lo decían Jesús Munárriz y Aute en aquella canción para la cabecera del programa “Biblioteca Nacional” (TVE, 1982) que conducía Sánchez Dragó. Le pregunto a Pilar si ella profesa también de estas creencias: “Los libros son el soporte de la cultura, cuando uno lee un libro como 'El infinito en un junco', de Irene Vallejo, te das cuenta de que efectivamente todo está en los libros: nuestra idea del pasado, nuestro conocimiento de lo que fuimos, nuestra percepción de lo que seremos, porque en muchos sentidos uno lee a los grandes escritores y no quiere decir que sean brujos pero hay algo en la intuición de su creación que anticipa, toman algo que está en el aire a lo que los demás todavía no ponemos palabra y ellos logran concretarlo en historias o poner nombre. Creo que ahí está todo: los sentimientos más esenciales, nuestro conocimiento, nuestra información, pienso que está todo, son como el “Aleph”.

¿ Y cuántos libros lees por semana?

“Manuscritos leo muchos, me gusta hacer esa distinción porque un manuscrito no es un libro y eso es importante saberlo, eso es lo que hace un editor: convertir un manuscrito en un libro y un libro en un bien de consumo. Leo muchos manuscritos a la semana, 4 ó 5 entre una lectura primera y una profunda para saber si avanzamos en el resto del proceso de la publicación: maquetación, diseño, producción, tarea de marketing, comunicación con los comerciales, con los agentes literarios y finalmente con los lectores”.

¿Qué libro te he pillado leyendo esta tarde?

“Estoy leyendo un libro que vamos a publicar el año que viene, ando en el último capítulo, es un trabajo conjunto de Millás y Arsuaga, que si en el anterior trataban de la vida en este hablan de la muerte y la vejez, es uno de los libros de filosofía más maravilloso que he leído nunca y digo de filosofía porque termina siendo eso, esa conversación entre el científico y el escritor, una magnífica reflexión sobre la vejez. Una de las cosas más bellas que he leído, estoy emocionada. Saldrá en febrero. Será un gran libro”.

Y para beber, Mauro

Sé que a Pilar le gustan los vinos que rodean al Duero, quizá por el trazado literario de ese río, o por la sedosidad del tempranillo, o también porque Alberto García, hijo de Mariano y uno de los responsables de la bodega en la que se elabora Mauro, es periodista y ama la poesía. Le llamo para pedirle que sea él quien nos hable del proyecto: “Referente imprescindible en la historia reciente de los vinos del Duero, Mauro es sinónimo de Mauro. Una apuesta por la excelencia y un ejercicio de libertad más allá de denominaciones de origen y nomenclaturas. Un proyecto familiar que prolonga su influencia en Ribera de Duero, Toro, Rioja y Bierzo. Dos generaciones elaborando vinos enraizados, hedonistas y perdurables durante más de cuatro décadas, desde el respeto al viñedo y a las personas.

De vocación internacional desde su fundación casi secreta en 1978, identificado como un vino pionero e iconoclasta en sus primeros años, y marcado a fuego por la personalidad de su alma mater, Mariano Garcia, Mauro es una bodega que se reconoce por su transparencia, cercanía y discreción, comprometida con el cultivo ecológico y defensora a ultranza de su territorio”.

Y hablando de vino continúa Pilar: “Soy una persona tímida, lo he sido desde pequeña y a veces pienso que mi personalidad más cómoda está a dos copas de vino, a veces me ocurre que después de ese par de copas tengo la sensación de encontrarme a mí misma. Me gusta mucho, me parece una muy buena compañía, un buen maridaje con la lectura, la música y aunque no es parte de mi tradición cultural, en Colombia no hay vino, es por tanto una tradición cultural aprendida. El vino es un punto de encuentro, produce comodidad, siempre sin abusar, y para mí está pegado a mis afectos. Si me preguntaras cómo es España te respondería que es una conversación en la calle, en un lugar público, de todos, donde está presente el vino”.

Este Mauro se enseña suave, maduro, expresivo, con una excelente acidez, muy bien hecho. No hay recodos en este vino: impecable. Ideal para una conversación literaria.

Nos despedimos, vuelve Pilar sobre el rastro de las palabras y su escritura, imaginando rumbos de futuro. Como escribió James Salter en 'Todo lo que hay': “Llegará un día en que adviertas que solo las cosas conocidas por escrito tienen alguna posibilidad de ser reales”.

Palabra de Vino.