Alzheimer

Saúl Martínez, investigador de enfermedades neurodegenerativas: "Perder la memoria no necesariamente es sinónimo de que exista un problema"

Saúl Martínez, neuropsicólogo. Editorial GeoPlaneta
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El cerebro ocupa un lugar central en la ciencia, la salud y la cultura. Sin embargo, rara vez se nos explica qué ocurre cuando ese órgano extraordinario empieza a fallar. ¿Por qué perdemos memoria? ¿Es normal que esto ocurra? En países como España, más de 800.000 personas viven con algún tipo de demencia, y la enfermedad de Alzheimer representa cerca del 70% de los casos. En el grupo que comprende desde los 65 hasta los 74 años, aproximadamente padecen enfermedad de Alzheimer entre un 3% y 5% de las personas. Si pasamos al grupo que engloba la población entre 75 y 84 años, los casos con enfermedad de Alzheimer incrementan notablemente, con un 20% de presencia en la población en esta franja de edad. Finalmente, por encima de los 85 años, la prevalencia de la enfermedad de Alzheimer se sitúa entre el 30% y el 40% de las personas.

Hablamos con Saul Martínez-Horta, neuropsicólogo en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau y director de la Unidad de Neuropsicología del Centro de Diagnóstico e Intervención Neurocognitiva (CDINC) de Barcelona, que cuenta con una extensa experiencia en la práctica clínica y en la investigación de enfermedades neurodegenerativas, para entender mejor esta enfermedad y cómo el cerebro pierde memoria con el paso del tiempo. Lo cuenta en su nuevo libro de divulgación 'El cielo que olvida sus estrellas' (editorial GeoPlaneta, 2025).

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Pregunta: ¿Por qué perdemos memoria?

Respuesta: En primer lugar, perder la memoria, tener olvidos, no necesariamente es sinónimo de que exista un problema. En la más absoluta normalidad es previsible que tengamos olvidos, forma parte de cómo funciona la memoria. Los olvidos benignos tienen mucho que ver con la calidad con la que se ha registrado la información, eso tiene mucho que ver con la atención que le hemos desplegado a la información y la manera en cómo el cerebro la ha elaborado, eso contribuye mucho a que algunos recuerdos no se construyan de una manera firme, si sea más fácil que se olviden, del mismo modo que las interferencias que otros estímulos causan sobre aquello que hemos aprendido también puede facilitar el olvido, así como el paso del tiempo. Una variable crítica a la hora de explicar por qué perdemos la memoria es porque conforme va pasando el tiempo, y no actualizamos aquello que aprendimos, tendemos a olvidar. Pero en la patología hay una infinidad de escenarios que puedan explicar la pérdida de memoria, en esencia, porque determinadas zonas de nuestro cerebro trabajan de manera coordinada para desplegar los procesos que nos permiten aprender y consolidar la información en esto que llamamos memoria y, eventualmente, recuperar esta información en esto que conocemos como el acto de recordar.

Son muchos los sistemas implicados en que la memoria se despliegue con normalidad, son muchas las maneras en como la memoria puede fallar, dando lugar a la sensación de que perdemos memoria, y son una infinidad las causas patológicas, que por tocar unas u otras estructuras o sistemas cerebrales, pueden contribuir a la pérdida de la memoria.

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P: ¿Qué relación tiene que nuestros padres o abuelos tuvieran alguna enfermedad degenerativa con nosotros? ¿Tenemos más probabilidad? ¿Hay que hacerse pruebas?

R: Hay enfermedades neurodegenerativas que están estrictamente genéticamente determinadas y que una única mutación genética explica o determina que una persona tenga la enfermedad. En estos casos, además, son enfermedades que suelen tener un patrón de herencia dominante, eso significa que si hay transmisión de la mutación a la descendencia se va a tener la enfermedad, pero la realidad es que la mayoría de enfermedades neurodegenerativas frecuentes o la mayoría de formas de enfermedades neurodegenerativas frecuentes como, por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer o la enfermedad de Parkinson habitualmente no tienen una causa monogenética, de modo que no suele haber una mutación que justifique o explique que una persona tenga la enfermedad. Eso no significa que no existan formas genéticas de enfermedad de Alzheimer o de enfermedad de Parkinson donde, si los progenitores han tenido la enfermedad como consecuencia de una mutación no exista un riesgo muy elevado de que lo hayan transmitido a la descendencia, y eso tampoco significa que aunque, en muchos casos, estas enfermedades no tengan una explicación o causa estrictamente genética, no existan mecanismos genéticos que incrementan el riesgo.

P: Por lo tanto si hay factores genéticos, siempre habrá más posibilidades de tener esa enfermedad...

R: En muchos casos sabemos que hay factores genéticos que si bien no explican en sí mismo esa mutación o esa forma de expresarse, el gen que una persona vaya a tener una enfermedad incrementan y mucho el riesgo. ¿Eso significa que los descendientes de alguien que ha tenido una enfermedad neurodegenerativa tienen más probabilidad o más riesgo de tener una enfermedad neurodegenerativa? No necesariamente, eso depende de muchos factores. La variable que impone más riesgo de tener una enfermedad degenerativa es la edad más que la genética.

Esto significa que si nuestros padres han tenido una enfermedad neurodegenerativa no nos tenemos que hacer una prueba, ni mucho menos. La consulta se tiene que hacer siempre sobre la base de que exista un problema, una queja, una manifestación clínica que nos oriente a valorar si es o no necesario profundizar en un posible diagnóstico. Quizás el escenario es distinto cuando, claramente, en una familia existe una forma genética dominante que ha ido afectando generación tras generación a múltiples actores del contexto familiar, como vemos, por ejemplo, en la enfermedad de Huntington, donde ahí sí es necesario hacer una aproximación a la genética, al consejo genético y a lo que llamamos el diagnóstico predictivo para anticiparnos a posibles escenarios.

P: ¿Qué fases tiene una enfermedad como el Alzheimer?

R: A día de hoy, la enfermedad de Alzheimer la comprendemos como un continuum biológico, es decir, la enfermedad es algo que está presente muchos años antes de que existan síntomas porque podemos medir en determinadas pruebas diagnósticas la presencia de marcadores biológicos que inequívocamente nos hablan de que la patología en forma de biología de enfermedad de Alzheimer ya está allí. Por lo tanto, tenemos una etapa con biología activa pero sin síntomas, es una etapa sintomática, y luego tenemos distintas etapas donde ya hay manifestaciones clínicas prototípicas de la enfermedad de Alzheimer que inician con una queja subjetiva habitualmente de deterioro de memoria, que se acompaña a un deterioro cognitivo ligero, donde podemos ver un deterioro de la memoria sin que imponga un impacto significativo en la capacidad funcional de las personas para luego, cuando el impacto funcional ya es evidente, poder hablar de una etapa en la que hablamos de demencia.

Esto lo podemos subdividir en otras distintas etapas que básicamente nos hablan de cuán independiente o cuán funcional sigue siendo la persona, de modo que estamos en unas etapas iniciales donde hay una demencia instaurada pero la persona sigue funcionando en cierta medida con menor supervisión o sin supervisión en todas las actividades y luego hay una transición progresiva hasta unas etapas ya más evolucionadas o finales donde la persona tiene una absoluta dependencia para la propia supervivencia.

"Es importante tener en cuenta que no siempre la enfermedad de Alzheimer se comporta como un trastorno de la memoria"

P: ¿Por qué es más fácil para una persona con Alzheimer recordar su juventud que lo más reciente de su vida?

R: Porque los recuerdos anclados a un tiempo muy pasado están muy distribuidos en múltiples regiones corticales de nuestro cerebro. Eso significa que esos recuerdos no están en un lugar concreto, en el lugar que habitualmente reside en las zonas que típicamente se ven afectadas en las etapas iniciales de la enfermedad de Alzheimer.

Por lo tanto, el daño neuronal que asocia a esta enfermedad aún no ha alcanzado esas regiones corticales, por eso esos recuerdos más alejados siguen persistiendo mientras que recuerdos más tempranos, anclados a las zonas que ya se ven afectadas por la neurodegeneración o la disfunción neuronal, se van perdiendo.

P: ¿Cómo empieza a detectarse el Alzheimer? ¿Hay una edad media?

R: A ver, conocemos una edad media prototípica de debut de los síntomas clínicos en torno a los 60-65 años y un incremento previsible conforme la edad avanza. Habitualmente, la principal queja de la forma típica de enfermedad de Alzheimer, en forma de una pérdida de memoria, es precisamente esto, la impresión de que hay una instauración de problemas recurrentes, persistentes, de alteración de la memoria más inmediata, de olvidos para sucesos recientes, de episodios de confusión, eso suele ser un signo muy habitual.

Es importante tener en cuenta que no siempre la enfermedad de Alzheimer se comporta como un trastorno de la memoria, hay formas de Alzheimer que se comportan como un trastorno del lenguaje, como un trastorno de conducta, como un trastorno perceptivo, de modo que no siempre el Alzheimer empezará como una alteración de la memoria, aunque sí es cierto que su forma más previsible, por habitual, es el trastorno sutil de la memoria. Obviamente, lo que una persona percibe como una alteración de la memoria, luego, cuando lo exploras, puede en muchas ocasiones, uno, no constituir una alteración de la memoria clínicamente relevante, o dos, adquirir una forma de alteración de la memoria que no es la prototípica de un Alzheimer. Eso significa, y es importante destacarlo, tener un problema o alteración de la memoria no significa, inequívocamente, que tengamos una enfermedad de Alzheimer, podemos tener otros procesos neurológicos o incluso enfermedades degenerativas distintas a la enfermedad de Alzheimer.

P: Entonces, ¿hay algún otro síntoma que podamos relacionar con la enfermedad?

R: No tener un trastorno de la memoria, pero que aparezcan otros problemas, como un cambio progresivo a nivel de lenguaje, o a nivel perceptivo, o a nivel conductual, puede ser la forma en cómo se manifiesta una enfermedad de Alzheimer.

P: ¿Cómo se debe acompañar a las personas que sufren una enfermedad neurodegenerativa?

R: Es una pregunta compleja y que, además, merece mucho la individualización de cada caso, pero, en esencia, sí que podemos generalizar que la mejor manera de acompañar es desde el conocimiento más profundo de lo que son, de lo que significan, de lo que causan estas enfermedades, de por qué los síntomas adquieren una determinada forma. Intentar comprender lo mejor posible cómo un cerebro, cuando se estropea, hace que aparezcan determinadas manifestaciones. Esa es la mejor manera para entender cuál es la forma adecuada de interactuar con las personas que padecen estos tipos de enfermedades.

P: ¿Cómo debemos manejar el que una persona, de pronto, quizás no me reconozca? ¿Cómo debemos manejar el que una persona se repita a un suceso que acabamos de comentar?

R: Todo eso se nutre del conocimiento en torno a las enfermedades y, precisamente, es una de las partes esenciales del por qué he escrito este libro, porque creo que nutrir a la gente de esta información permite una comprensión como mucho más intuitiva, pero construida sobre la base del conocimiento de cómo hay que actuar.

P: ¿Cuáles son los primeros síntomas que se advierten en una enfermedad como el Alzheimer? ¿Son difíciles de detectar?

R: Expongo un caso en el libro, la señora Maribel, que lo primero que se detectó es una depresión. Como proceso neurodegenerativo, los primeros síntomas en el Alzheimer es que aparecen cambios a nivel cognitivo, como decía antes, habitualmente en lo relacionado a la memoria. No son cambios transitorios, no son cambios que claramente obedecen a que ahora, un día que tengo un mal día, porque estoy fatigado, porque tengo ansiedad, no son cambios que fluctúan, son cambios que se instauran y que empeoran y que afectan a una parcela muy particular de la memoria, como lo es cuando hablamos de la memoria declarativa inmediata, es la capacidad para incorporar, retener, recordar eventos anclados a un momento en el tiempo, como qué comí esta mañana, con quién hablé, qué me acaban de decir...

Estos suelen ser los síntomas prototípicos de las formas más habituales de la enfermedad de Alzheimer y pueden ser difíciles de detectar a nivel de persona y a nivel de entorno, porque estas sutilezas, teniendo en cuenta a qué edad típicamente aparecen, se pueden atribuir a otras causas, a la reciente jubilación, a que está más estresado, a que está depresivo, eso puede suceder. Lo mismo pasa cuando el Alzheimer debuta con una alteración de la conducta, se puede considerar que la persona está más irritable porque está más aburrido, etc. No lo debemos nunca atribuir a la edad y cuando estos primeros síntomas no mejoran y llaman la atención a quien mejor conoce a la persona, que es su entorno próximo, hay que valorarlos.

Entonces no es difícil evaluar y detectar u objetivar de qué estamos hablando. Con una correcta anamnesis, con una correcta exploración neuropsicológica, podemos recopilar muchísima información que nos orienta con precisión dónde estamos o dónde no estamos. En uno de los casos que expongo, es cierto que a esta paciente, a Maribel, lo primero que explica que la detectaron era una depresión.

P. ¿Qué le ocurría?

R: La realidad es que esta paciente realmente tenía una notable pérdida de conciencia sobre sus propios déficits. Era evidente que en ningún momento su mayor problema había sido una depresión. Quizás no sabía explicar o verbalizar correctamente qué es lo que le pasaba, pero en cualquier caso, su forma de expresarse estaba claramente perturbada como consecuencia de la enfermedad de Alzheimer cuando las personas que la atendieron antes que yo la escucharon, no supieron interpretar que en ese discurso había elementos que ya orientaban a una enfermedad degenerativa.

Y desde ese discurso, quizás un poco pobre, un poco limitado, consideraron que lo que había detrás era una depresión. De modo que no se trata de que el primer síntoma fuese una depresión, sino que se trata de que, como pasa muchas veces, los profesionales que la habían atendido consideraron que el problema que ella tenía era una depresión, cuando en realidad tanto ella como su esposo le explicaban que nunca había tenido una depresión.

"Trabajar en torno a la estimulación de la memoria, a revivir o reforzar sucesos anclados en el tiempo para que permanezcan lo más activos posibles es algo adecuado"

P: ¿Cómo puede trabajar la memoria una persona con Alzheimer, que está en su mano y que no?

R: Hay que entender que esta enfermedad es un proceso degenerativo, es un proceso que va desintegrando sistemas cerebrales íntimamente relacionados con la memoria y quizás tenemos que ser un poco más conscientes de lo que esto implica cuando pensamos en cómo intervenir. Evidentemente, en unas etapas iniciales, trabajar en torno a la estimulación de la memoria, a revivir o reforzar sucesos anclados en el tiempo para que permanezcan lo más activos posibles es algo adecuado. Pero en nuestra opinión es mucho más coherente trabajar con la compensación de un problema que va a ser irreversible.

¿Qué implica la compensación? Yo creo que una analogía buena es pensar en lo que hacen, por ejemplo, en fisioterapia y en terapia ocupacional cuando una persona pierde una extremidad. Sería absurdo pretender trabajar sobre la posibilidad de que recupere la extremidad, mientras que lo que es coherente es entrenar a la persona para que aprenda a desenvolverse usando estrategias alternativas, como, por ejemplo, emplear la otra extremidad. En el caso de la memoria, mientras la persona aún mantenga suficiente capacidad cognitiva, es importante enseñarla a utilizar estrategias que suplan el déficit de memoria, como pueden ser dispositivos electrónicos, como pueden ser determinados recursos nemotécnicos o determinados recursos que le recuerden que debe tomar notas para usar elementos de apoyo para mantener en estas pistas, en estas agendas, en estas anotaciones, en los teléfonos, esa información que sí o sí se va a perder.

En cambio, pretender que sobre la base de una estimulación de la memoria vayamos a mantener o a mejorar la función mnésica en una persona con Alzheimer, pues no es, llamémosle, neurobiológicamente coherente.

P: ¿Qué pueden hacer los familiares?

R: Intentar que las personas mantengan una actividad cognitiva lo más estimulante posible y una salud, digamos, física, y, sobre todo, cardiovascular lo más óptima posible. Estas enfermedades evidentemente están dañando muchas otras cosas, más allá de la memoria. Mantener un cerebro funcionando tanto como podamos es la mejor manera de enriquecerle, de mantenerle sano. Y yo siempre digo que la mejor estimulación cognitiva que tenemos es la propia vida. Que la persona se mantenga activa, socialmente activa, que haya relaciones con otras personas, que haga actividades, que haga ejercicio, eso sabemos que es positivo.

Que se tenga cuidado con la salud cardiovascular, eso sabemos que es positivo. Eso también sabemos que no va a revertir el problema, pero sí que ayuda y mucho a cambiarle la forma, la foto y la trayectoria.

P: El Alzheimer y la demencia son enfermedades crueles que afectan a la pérdida de la identidad, de los recuerdos... ¿Se recomienda terapia psicológica en estos casos?

R: Obviamente son enfermedades muy crueles que causan un impacto notable en el individuo y en su entorno. La terapia psicológica, el abordaje psicológico del impacto que tiene el diagnóstico de este tipo de enfermedades en la persona, evidentemente, es recomendable. El abordaje psicológico no siempre es una alternativa porque en ocasiones la persona afectada no es consciente de los déficits que tiene pero el abordaje psicológico siempre va a entrar en escena cuando abordamos estas enfermedades por una razón muy obvia, y es que estas enfermedades no se tratan tratando solo al paciente se tratan tratando a su entorno.

Estas enfermedades causan un impacto evidente en las familias, en las parejas, en los hijos y la mejor forma que tenemos de cuidar al paciente es manteniendo tan bien como podamos a su entorno quienes eran una pieza fundamental con lo cual la terapia psicológica es necesaria en los pacientes y cuando no lo es en los pacientes es necesaria en la familia.