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Ya huele a Navidad, aunque quede un mes para su celebración, en muchos lugares ya se ven las luces en las calles, los catálogos de juguetes hace tiempo que llegaron a los buzones y llevamos semanas viendo el turrón y los dulces típicos de la festividad en los supermercados.
¿Pero cuándo pongo la decoración en casa?, esta pregunta se la hace mucha gente que dependiendo de si son unos amantes de la Navidad o son el ‘grinch’, variará la fecha.
Aquellos que aman la Navidad y la convierten en su fiesta del año favorita, esos que se compran a juego los jerséis navideños en familia, ellos lo tienen claro, cuanto antes, mejor.
Por el contrario, aquellos que solo con pensar en juntarse con la familia y ver en la programación de tv todo repleto de espíritu navideño, les da urticaria, para ellos nunca llega el día de comenzar con la decoración.
Si bien tenemos claro cuándo quitar la decoración, el día 7 de enero la mayoría de los hogares españoles están volviendo a empaquetar las bolas y el belén, el inicio es más dudoso.
El puente de diciembre suele ser la elegida por muchos para sacar el árbol y las luces, es una fecha cercana y con el añadido de que al ser puente la gente dispone de más tiempo para la decoración, pero en realidad existe una fecha concreta establecida por la Iglesia.
El día 8 de diciembre, el día de la Inmaculada Concepción, es el día elegido por la tradición cristiana para decorar y poner el árbol, además del Belén, en casa.
Tal día tiene origen italiano ya que el día de la Inmaculada Concepción, tienen un simbolismo especial.
Hace 168 años, el 8 de diciembre de 1854, el papa Pío IX declaró el dogma de la Inmaculada Concepción de María, en el que se eximía a María de todo tipo de culpa o pecado por la concepción de Jesús.
Se dice que cuando los primeros cristianos llegaron al norte de Europa, descubrieron que sus habitantes celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad en la cultura nórdica, adornando un árbol perenne todos los 8 de diciembre.
Más tarde, con la llegada del cristianismo, tal celebración se ajustó al nacimiento de Cristo. El árbol representaba entonces el amor de Dios y la vida eterna, mientras que su forma simbolizó la Santísima Trinidad.