Nula fe en la humanidad, 'un planeta en ruinas' o miedo al futuro: ¿crece el ‘no’ a tener hijos y el ‘sí’ a la esterilización?

  • Cada vez más mujeres y hombres se ven condicionados a la hora de preguntarse si tener hijos

  • Crece la incertidumbre sobre el futuro de las generaciones venideras

  • El cambio climático, la destrucción de los recursos y la crisis mundial multiplican la preocupación

La interminable pandemia del coronavirus, una crisis mundial de la que expertos auguran incluso desabastecimientos en los próximos meses, subidas exacerbadas en los precios y una inflación que se dispara, el cambio climático y unos desastres naturales que parecen por momentos más frecuentes… Cada vez son más los motivos que llevan a la reflexión. Para unos, en ello hay un claro mensaje que indica que debemos cambiar nuestra forma de desarrollarnos y desenvolvernos en el mundo. Para otros, el presagio de que el futuro es sencillamente desesperanzador. Y más allá, también están quienes consideran que todo ese conglomerado de desdichas es un artificio o, como mucho, algo pasajero que llega inflado por una serie de afirmaciones de tintes apocalípticos.

Sea como sea, y sin valorar las razones y los argumentos de unos y otros, admitiendo que hay reflexiones aún más allá de las citadas, la realidad es que el debate está en la calle y ya hay quien está incluso tratando de ‘traducirlo’ y llevárselo a otros campos, como el que se erige alrededor de la pregunta: ¿Crece el ‘no’ a tener niños y el ‘sí’ a la esterilización?

En ese debate concreto entra de lleno Suzy Weiss en el medio New York Post, donde directamente titula, amparándose en las entrevistas realizadas a varias mujeres estadounidenses, “’Los humanos son un error’: por qué más mujeres jóvenes se están esterilizando”.

En su publicación, Weiss deja caer que diversos factores como lo que parece una creciente visión desesperanzadora del futuro, la desafección o el miedo a dejar un mundo más duro o casi inhóspito a las generaciones venideras, o incluso el individualismo, entre otros, no solo está condicionando cada vez más a mujeres y hombres a la hora de plantearse tener hijos, sino que, directamente, dice, está haciendo que aumente la cantidad de personas que erradican esa posibilidad.

"La vida ya es lo suficientemente agotadora"

Buscando el modo de reforzar sus propias palabras, Weiss además saca la calculadora para poner algunos datos sobre la mesa que atañen particularmente a Estados Unidos, donde, sostiene, “los estadounidenses están teniendo menos bebés de los que hemos tenido desde que comenzamos a hacer un seguimiento en la década de 1930”, y va más allá, señalando que, en efecto, “cada vez más mujeres” no solo posponen el embarazo o eligen no tener niños, sino que, –indica y reitera–, apuestan por eliminar completamente la posibilidad de que eso ocurra.

Para ello, expone el caso de varias entrevistadas, como Rachel Diamond, una mujer de 31 años, trabajadora en una cafetería cercana a Union Square, en Nueva York, que decidió que quería someterse a la ligadura de las Trompas de Falopio; Isabel, de 28, quien directamente señala que “es moralmente incorrecto traer un niño al mundo”, defendiendo que, sea como sea y con independencia de “lo bien que alguien lo tenga, sufrirá”; o Darlene Nickell, también de 31, que se sometió a una ligadura de trompas hace ocho meses y argumenta: “No quiero desperdiciar mi vida”, indicando que no lo tuvo fácil en su infancia. “Mi madre fumaba mucha marihuana y mi padre se ausentaba mucho por motivos de trabajo”, cuenta.

Dando testimonio de sus declaraciones, Weiss, sin escudriñar demasiado entre sus argumentos o somoterlos a una valoración específic, sí que deja una conclusión:

El mensaje de esta joven cohorte es claro: la vida ya es lo suficientemente agotadora. Y el mundo está destrozado y en llamas. ¿Quién querría traer vida nueva e inocente a una sociedad criminalmente desigual situada en un planeta con niveles del mar en aumento catastrófico?”. Y de ello dice que toda esta tendencia no surgió simplemente de la nada, sino que lleva asociada un cómputo de factores “espirituales, culturales y ambientales que se arremolinan a nuestro alrededor”.

La caída de la natalidad y la esterilización en EEUU: "En San Francisco hay más perros que niños"

Volviendo a los datos, aunque Weiss no aporta números en lo relativo a las estadísticas de cuántas mujeres u hombres se someten a la esterilización, ni en lo relativo meramente a Estados Unidos, sí que deja algunas cifras con las que busca la reflexión: “Según una nueva encuesta, el 39% de los miembros de la Generación Z dudan en procrear por temor al apocalipsis climático”. “Un estudio representativo a nivel nacional de adultos en Michigan encontró que más de una cuarta parte de los adultos no tienen hijos por elección. Y una nueva investigación del Institute of Family Studies encontró que el deseo de tener un hijo entre los adultos disminuyó en un 17% desde el inicio de la pandemia”.

Además, dice, siempre en referencia al caso particular de EEUU, que la tasa de personas que se casan también “se encuentra en un mínimo histórico, con 6,5 matrimonios por cada 1.000 personas”, y añade: “Los millennials son la primera generación en la que la mayoría no está casada (alrededor del 56%). También es más probable que vivan con sus propios padres, según Pew (Centro de Investigaciones), que las generaciones anteriores entre los veinte y los treinta”. Y, en este sentido, apunta también que disminuyen sus relaciones sexuales: “La cantidad de hombres jóvenes (de 18 a 30 años) que admiten que no han tenido relaciones sexuales en el último año se triplicó entre 2008 y 2018”.

Más allá, deja el caso de San Francisco, donde, afirma, “hay más perros que niños”.

Así, para finalizar, en este contexto, subraya que mientras antes, –siempre según sus palabras y en su opinión–, había una lucha por “cómo tenerlo todo”, buscando “el equilibrio adecuado entre el trabajo, la vida, la carrera, y los hijos […]”, “ahora para un número creciente la pregunta no es cómo tenerlo todo” sino… “¿Por qué hacerlo?

En cualquier caso, el debate, no obstante, se perpetuará. Cabe preguntarse también qué sucede en el caso de quienes no luchan por tenerlo todo, sino cómo sobrevivir sin apenas nada.