En un enchufe, en la lámpara, los lugares en los que instalaron cámaras para grabar a la inquilina que les envenenaba
La familia tenía miedo a que las cámaras fueran descubiertas por la inquilina
Colacaron una en un enchufe pero las imágenes no captaban bien el envenenamiento
La acusada asegura que desinfectaba la comida por miedo al coronavirus
La familia de una vivienda de Móstoles intentó en varias ocasiones instalar una cámara en distintos lugares de la cocina para captar la imágenes que demostraría que su inquilina les estaba envenenando. Primero fue en un enchufe pero las tomas no fueron validadas por la investigación, después lo intentaron en la lámpara del techo y ahí fue cuando lograron grabar el momento en el que supuestamente vertía sustancias tóxicas en la comida de la familia.
Ha sido una labor complicada porque siempre estaba el miedo de ser descubiertas por la supuesta envenenadora. Las grabaciones tomadas desde el interior del enchufe fueron rechazadas porque en ellas era muy difícil demostrar las maniobras de la inquilina que quedaba difuminada por el contraluz de la ventana.
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Tras varios intentos decidieron colocarla en la lampara del techo de la cocina. La ubicación era perfecta pero dejaba al descubierto la silueta del dispositivo y el pequeño agujero practicado en la tulipa de cristal.
Pero funcionó. En varias ocasiones, la familia pudo captar el momento en el que la mujer echaba una sustancia en las fiambreras donde conservaban los alimentos ya preparados.
Sin embargo la presunta envenenadora tiene otra versión. Asegura que los alimentos olían y sabían a detergente porque ella desinfectaba todo meticulosamente para evitar el coronavirus.
Los hechos sucedieron a finales del mes de agosto cuando una de las víctimas se personó en dependencias policiales para denunciar a su compañera de piso, a la que le tenía alquilada una habitación, porque creía que podría estar intentando envenenarla a ella y a su familia.
La denunciante informó a los agentes de que llevaban varios meses notando un sabor extraño, así como un fuerte olor, similar a la lejía, en los alimentos que dejaba preparados en su domicilio, tanto para ella como para sus hijos.
Las víctimas comenzaron a sospechar de que la inquilina de la habitación que tenían alquilada podía ser la responsable de que los alimentos tuviesen ese mal sabor, ya que en los últimos tiempos, habían tenido problemas de convivencia y tenía fácil acceso a los mismos.