El parricida caníbal de Madrid y otros monstruos que nos helaron la sangre

Rubén Fernández 22/02/2019 19:10

Espeluznante y de una crueldad aterradora es el caso que ha sorprendido este viernes 22 de febrero al popular barrio de Ventas del distrito de Salamanca, en Madrid. Hasta allí se desplazó la policía para descubrir que Alberto Gómez, de 26 años, había –presuntamente– matado y descuartizado a su madre.

No solo eso. Según fuentes policiales, cuando llegaron a la vivienda donde lo encontraron se estaba comiendo sus restos junto a un perro. La había troceado y había guardado los restos en táperes.

Fue una amiga de la víctima la que denunció su desaparición tras demasiado tiempo sin verla. No le cogía el teléfono ni devolvía las llamadas. Desde hace un mes, cuando según los vecinos se produjo una fuerte pelea, no se sabía nada de Soledad, de 66 años.

No tenían ni idea, sin embargo, de que esa discusión terminaría de una forma tan terrible y dantesca. “Sacaron unos sacos. Horroroso. Horrible”, han descrito los vecinos tras ver la operación policial.

La fallecida vivía sola, aunque recibía frecuentemente la visita de su hijo. Visitas que no pasaban desapercibidas debido a esas discusiones que mantenían también con demasiada frecuencia. El detenido era muy problemático y tenía un amplio historial delictivo, incluyendo antecedentes por supuestos malos tratos. Ahora, la policía científica se afana en recabar pruebas en el lugar de los hechos con el fin de aportar ayuda para resolver una cuestión clave: la hora de la muerte. Así mismo, también queda trabajo en lo relativo al campo psicológico; a la aterradora mente del arrestado. ¿Qué le motivó a cometer tal atrocidad?

Otros parricidios que alarmaron a España

Lo cierto es que, pese a lo monstruoso, este parricidio, que además incluye canibalismo, es solo la última muestra de la violencia y la crueldad a la que puede llegar el ser humano. Un caso que vuelve a recordar otras atrocidades de las que España ha sido testigo.

Problemas mentales; celos; narcisismo; el consumo de drogas; un incomprensible sentimiento de venganza; la voluntad de hacer daño a la expareja matando a su propio vástago… Son solo algunos de los injustificables motivos detrás de los parricidios que han salpicado a nuestro país.

“Son personalidades frías, poco empáticas, con falta de remordimiento", recogía el informe de los psicólogos al hacer referencia al parricida de Oza-Cesuras, A Coruña, Galicia, donde fue arrestado por asesinar a su hijo de 11 años el 7 de mayo de 2017.

“Sabía lo que hacía y tenía capacidad para elegir lo que hacía”, defendieron entonces los psiquiatras en el juicio, argumentando que el entonces acusado presentaba “plenas capacidades cognitivas y volitivas”, esto es, con capacidad para decidir y ordenar sus actos.

José Bretón

Un gran “controlador de las emociones”, con “rasgos excesivos de manipulación”; un hombre “desesperado” que no perdona agravios y excesivamente “rígido”, pero “sin trastornos de personalidad”. De José Bretón también se dijo que tenía un coeficiente intelectual superior al de la media, pero por encima de todo, lo que es se resume en una palabra: parricida.

Bretón asesinó a sus dos hijos, Ruth y José, de 6 y 2 años de edad, el 8 de octubre de 2011. Los hechos ocurrieron unas semanas después de que Ruth Ortiz Ramos, mujer por aquel entonces del parricida, le comunicase a Bretón su intención de divorciarse de él. El horrible suceso tuvo una enorme repercusión mediática.

Los padres de Asunta Basterra

Alfonso Basterra y Rosario Porto fueron hallados culpables del crimen de la pequeña Asunta Basterra Porto, de 13 años. Sus padres adoptivos fueron condenados en sentencia firme a 18 años de cárcel. La niña murió asfixiada un aciago 21 de septiembre de 2013.

El parricida de Getafe

Se llamaba José Alberto Gálvez pero tristemente fue denominado ‘el parricida de Getafe’ en marzo de 2018. “He matado a mis hijos. No quiero que sufran”, escribió en una carta antes de suicidarse posteriormente tirándose a las vías del tren. Les ahogó en una bañera antes de prender fuego al colchón donde se encontraban sus cuerpos sin vida. Nadie podía dar crédito a la atrocidad. Quienes le conocían aseguraron que ni era un caso Bretón ni había venganza y Gálvez estaba “entregado a sus hijos”.

El parricida de Moraña

David Oubel, más conocido como el parricida de Moraña, condenado el 6 de junio de 2017 a prisión permanente revisable por asesinar a sus dos hijas en julio de 2015. Tenían cuatro y nueve años. Las asesinó de la forma más despiadada y llamó a su exmujer para contarle lo que iba a hacer. A la hora de conocer el veredicto, el fiscal no pudo evitar derrumbarse, entre lágrimas. Oubel es otro monstruo en la historia de los infanticidios en España.

El parricida de Elche

José María Macía, desde el 13 de abril de 2005, identificado también como el parricida de Elche. Asesinó a su mujer, de 34 años, y a sus hijos de 6 y 2. Los tres aparecieron muertos sobre sus camas, con numerosos golpes en la cabeza realizados con una maza metálica que habitualmente empleaba en su trabajo. Tras su macabro triple crimen, se gastó el dinero que tenía en un club de alterne y drogas. La sentencia recogió que, en todo momento, actuó plenamente consciente de sus actos y de manera voluntaria. Condenado a 25 años, el 21 de enero de 2017 murió en prisión. Son ejemplos de la barbarie. Muestras de una crueldad extrema entre las que abundan demasiados nombres. El último, el de Alberto de Gómez, que a sus 26 años ha sido capaz de abrir la puerta de su casa a la policía cuando se comía a su propia madre.