Entrevistas

La lucha del padre de Mael, amputado de pies y manos, para que sea escolarizado: "Mi hijo no es un simple número"

Mael, a hombros de su padre Pablo, posa junto a su hermano Olai y su madre, Nerea, en Gijón, Principado de Asturias, en una imagen cedida por la familia. Informativos Telecinco
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A sus tres años, Mael es un entusiasta de los dragones. Como estos seres mitológicos capaces de superarlo todo, este niño asturiano ha logrado darle la vuelta a la vida y volar por encima de los obstáculos. El ejemplo de algunos de los protagonistas de su peli favorita, ‘Cómo entrenar a tu dragón’, le ha ayudado a entender que las amputaciones de pies y manos que sufrió como consecuencia de una bacteria no son limitaciones y que puede seguir luchando con la misma fortuna. Una lección que Pablo y Nerea, sus padres, aplican en su empeño para lograr que las instituciones educativas del Principado de Asturias se impliquen en dotar de medios y personal a los centros docentes para que la diferencia no marque una desigualdad.

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Resumir la historia de Mael con tan solo tres años puede parecer complicada, pero su padre no deja espacio para la tristeza. Profesor de Primaria, lleva meses embarcado en una batalla que desborda las necesidades de su hijo para beneficiar también al resto de familias con escolares con necesidades de apoyo en clase. En su caso, los problemas motores de Mael le han acercado a la cruda realidad de la educación en España, donde la falta de medios marca diferencias que se suponían ya resueltas.

Amputación de los pies y las manos por una bacteria

Recién cumplidos los tres años, Mael contrajo una infección por meningococo que meses más tarde derivó en una tetramputación, perdiendo pies y manos. A punto de iniciar su escolarización, la nueva realidad de Mael obligó a un cambio de planes que chocó de lleno con el sistema educativo del Principado que se mostró incapaz de encontrar soluciones ágiles para sus nuevas necesidades.

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Primero fue la exigencia de renunciar a las ayudas solicitadas si quería cambiar de centro y, después, la falta de personal especializado para atender a su hijo y al resto de niños escolarizados en el centro Jacinto Benavente de Gijón.

Pablo no escatima elogios con la empatía y actitud de los responsables políticos de su comunidad, pero lamenta que más allá de las palabras, lo que faltan son los hechos. “A mí me llamaron políticos y la consejera de Educación, diciéndome que no, que querían cambiarlo, que sabían cuál era el problema, pero nadie hace nada y llevamos así años”.

Falta de medios y personal para la escolarización

Con su experiencia como docente, Pablo sabe de qué habla y dirige sus críticas hacia lo que considera un sistema mal diseñado. “Aquí, en Gijón, de 25 colegios públicos que hay, solo cinco han sido adaptados, entonces, si quieres inclusión, adáptalos todos o la gran mayoría”. Él no para de responder a las buenas palabras de los responsables educativos del Principado recordándoles que “hace 17 años, desde el 2009, ya teníamos esta problemática y ahora puede parecer imposible adoptarlos todos o la mayoría de golpe, pero si en estos años se hubiese ido haciendo poco a poco esto ya estaría resuelto”.

Pablo piensa no solo en Mael y sus necesidades, piensa en el resto de los que serán sus compañeros a partir de enero cuando se inicie su escolarización y se integre en un grupo de 12 escolares con necesidades motoras y de otro tipo. Por eso exige a las autoridades a través de las redes sociales "que no jueguen con nuestro hijos porque no son un número".

Denuncia que la falta de medios y de personal es un problema que agrava los que ya arrastran estos alumnos. “Una auxiliar cobra 1300 euros, son unos 20.000 euros al año, lo que es el gasto total de contratar a una auxiliar, y me pregunto “¿no tienen ese dinero para contratar a una persona en un centro que se supone de referencia?”.

Pero este padre coraje no solo tiene críticas hacia un sistema que no da respuestas a las familias con necesidades como las suyas, también tiene propuestas para mejorarlo.

Cambiar el sistema de asignación de ratios

“Lo que pido como padre, añade, es que a los niños se les valore por necesidades horarias, no como un simple número integrado en una ratio, porque no puedes meter un saco a 10 niños con exigencias diferentes”.

Se trata de una reclamación en la que la familia de Pablo no está sola, “tengo mensajes de muchos directores que ahora me están hablando y de mucha gente que me pide ayuda también y que me dice que están en la misma situación en todos los colegios”.

A escasas semanas de que Mael pise por primera vez un aula, los sueños de este luchador vuelan de cuento en cuento o de película en película. Con un hambre de vida y aventuras que asombra, disfruta como cualquier otro niño de su edad del parque y los juegos. Día a día aprende a valerse con sus prótesis y a desarrollar habilidades que superen sus limitaciones.

Pablo habla con emoción sabiendo lo que pudo pasar y que no llegó a ocurrir, “ahora podemos decirlo, pero Mael estuvo más muerto que vivo. Y la gran suerte de todo esto, y digo suerte porque, insisto, partíamos de la nada, es que no solo se salvó, sino que recuperó todos sus órganos y, al final, solo tuvo que dejar por el camino las manitas y los pies. Y lo vemos como una victoria”.

Nada en la conversación con Pablo le desvía de su lucha o de su orgullo de padre con un hijo que ha demostrado ser capaz de todo: “Mael está mejor que tú y que yo. Él no se pregunta ya qué fue lo que pasó, piensa que nació así. A su manera, sigue jugando, bailando o pintando, obviamente a su manera porque tenemos que adaptar alguna cosa y echarle alguna mano, pero seguimos haciendo una vida normal en el sentido de que si toca ir al parque, vamos al parque. Claro que hay que vigilarlo, y ayudarlo con las prótesis y enseñarle a caminar, pero no estamos modificando nada porque él es el primero que rechaza las adaptaciones. Le hicimos una adaptación de una taza y él usa un vaso de cristal, hicimos una adaptación de los cubiertos y ahora los coge directamente con las dos manos y se lleva la comida a la boca”.

Pablo responde sin dudarlo y entre bromas sobre la fortaleza psicológica de su hijo sentencia: “Estamos peor tú o yo”.