El plató de ‘El tiempo justo’ vivió uno de sus momentos más tensos de la temporada con un duro enfrentamiento entre Mónika Vergara y Antonio Montero, provocado por la entrevista que la periodista realizó la semana pasada a Fedra Lorente para una revista y que ha tenido una enorme repercusión mediática. Lo que comenzó como un análisis del caso acabó convirtiéndose en un debate incómodo y sin concesiones sobre ética profesional, dinero y la exposición del dolor ajeno. Antonio Montero fue el primero en poner el foco en las contradicciones del relato económico de Fedra, cuestionando algunas afirmaciones hechas por la viuda sobre sus ingresos y su situación patrimonial. “Cuando su hija dice que dependían al 100% del padre, algo no cuadra”, insistió Montero, subrayando que su preocupación no era económica, sino emocional. El periodista fue más allá y lanzó una crítica directa a la motivación de la entrevista y a Mónika: “Para ayudarla le haces una transferencia bancaria. Si la llevas a un plató, la ayudas de otra forma”, afirmó, dejando claro que no creía que la exposición mediática fuera la mejor solución para una persona en pleno duelo. Mónika respondió con firmeza, reivindicando su trabajo y dejando claro que el periodismo también se cobra: “Trabajo en un medio de comunicación donde estas cosas se pagan. Esto es un negocio tan digno como otro cualquiera”. La periodista reconoció abiertamente que la entrevista tuvo una compensación económica y defendió que, precisamente por eso, estaba ayudando a Fedra. El momento más tenso llegó cuando Mónika lanzó la frase que dejó el plató en silencio: “La envidia es pecado capital”. Una acusación que Antonio Montero rechazó de plano, asegurando “por su palabra de honor” que su postura no tenía nada que ver con celos profesionales, sino con una preocupación moral por el estado emocional de Fedra. Varios colaboradores coincidieron en una reflexión incómoda: Fedra no parecía estar preparada para una ruta de platós tras la muerte de su marido. Pese al enfrentamiento, hubo consenso en un punto clave: la historia no es un montaje. La estafa es real, la ruina económica existe y el dolor de Fedra también. “Todo lo que ha contado Mónika es verdad”, insistió Montero, aunque reconoció que la viuda atraviesa un momento psicológico extremadamente frágil.