Ana: "Una funcionaria del juzgado me dice que puedo estar tranquila, que está muerto"

telecinco.es 26/11/2015 01:32

Según estudios recientes el 80% de los jóvenes cree que la mujer debe complacer a su pareja. Es una muestra más de estereotipos y roles asumidos, de mujeres complacientes y hombres celosos. Auténticas señales de alarma en la lucha contra la violencia de género. Ana asumió desde pequeña ese machismo, convivió durante el matrimonio con él y además lo hizo sin ponerlo en cuestión en ningún momento. Un sistema patriarcal en el que la mujer le debe primero obediencia a su marido y una entrega casi absoluta a su casa y a la crianza hijos.

Ana: "Nunca recibí un “gracias” de mi exmarido por nada, era mi obligación"

Ana no quiere repetir el modelo de pareja de sus padres, pero lo cierto es que sin darse cuenta va entrando de lleno en una relación idéntica. Se adaptó a lo que suponía que se esperaba de una buena esposa: "Él siempre dijo que en casa no haría nada, y ciertamente lo cumplió, porque nunca hizo nada. Ni ponía la mesa, ni quitaba la mesa… Muchos años la cena se la servía en la cama porque le gustaba". Ana se quedó embarazada la primera vez de una niña, en contra de lo que él esperaba. Al quedarse embarazada por segunda vez, Bernardo la amenzadó con que si seguía adelante con ese embarazo, la abandonaba a ella y a la niña. Para ella fue brutal que la persona que las quiere tanto pudiera decir semejante cosa, "pero también piensas que tu matrimonio no se va a hundir por esto, y por tanto soy yo la que tiene que sacrificarse y no permitir que el embarazo siga adelante".

Ana: "Desde el principio había renunciado a vivir mi vida: vivía por y para él y mis hijos"

Poco a poco Ana va aparcando sus prioridades. Bernardo es, como cabeza de familia, quien gobierna la casa y quien toma todas las decisiones que afectan a los suyos. Bernardo y Ana ya tenían una hija, y él decidió que quería tener otro hijo. Para su alegría, nació varón y le puso su nombre. Con él e iba a cubrir todas sus expectativas y alcanzar todas las metas que él no había alcanzado. Una muestra más de su concepto patriarcal de familia: todo gira en torno al padre y lo demás son meros complementos para su bienestar. Su hijo, Bernardo, lo explica así: "Sigo defendiendo que él me quería. Lo que no tengo tan claro es que lo hiciera por mi bien. Creo que él intentaba vivir su vida a través de mí. Llegó un punto en el que para él, yo era más un muñeco que su hijo"

Ana: "Me dijo que o dejaba el baile o me mataba y después se mataba él"

La actitud sumisa y obediente que Ana asumió durante estos años le evitó enfrentamientos, pero le impidió tener vida personal al margen de la familia y además acabó haciendo mella en su salud. Encuentra en el baile algo que le hace sentir mejor, física y emocionalmente. El problema es que Bernardo no está acostumbrado a que le contradigan, siente que algo se le escapa de las manos, de su control, y decide cambiar de estrategia. Ana no se creía para nada que él la fuera a matar "porque no quiero creérmelo". Pero él se lo deja claro: "Yo te mato, después me mato yo y lo tengo todo arreglado para que Bernardo quede bajo la tutela de mi hermano". Tras estas palabras, Ana opta por la opción de ir a 'La casa malva', una casa de acogida para las mujeres maltratadas que le sirvió para darse cuenta de muchas cosas, entre otras que ni ella le quería a él y viceversa.

Ana: “Me llama por teléfono y me dice que disfrute, que me queda poco”

En 2011 Bernardo entre en prisión por un delito continuado de quebrantamiento de condena. La sentencia es firme y él tiene que ir dos años a prisión. Ahora Ana puede salir a la calle sin miedo a encontrarle y sin sentirse amenazada. Además, su hijo y ella empiezan desde cero en otra casa. Pero esos dos años pasan pronto, y Bernardo vuelve a estar en la calle. Sin orden de alejamiento, Ana vuelve a sentirse en peligro.

Ana: "Una funcionaria del juzgado me dice que puedo estar tranquila, que está muerto"

Ana vuelve a denunciar. Bernardo es declarado culpable, en este caso por un delito de acoso y amenazas y tiene que volver a la cárcel, pero él decide que no va a hacerlo. En febrero de 2014, al no presentarse ante la justicia, se declara en busca y captura hasta que un día en agosto, dos agentes dan con él. Este hecho da inicio a las 48 horas más duras de la vida de Ana, que finalizan con el suicido de Bernardo: "Esas horas en las que no sé dónde está él, para mí son angustiosas porque hay un hombre con una pistola suelto y yo tengo dos hijos en la misma ciudad. Jamás me imaginé que él tenía un arma". Estando Ana de vacaciones en Vigo, es una funcionaria del juzgado la que le comunica que puede estar tranquila, que todo ha acabado.

Tras su experiencia, Ana comprendió que aún queda mucho por hacer en la violencia contra el género y ahora ayuda a mujeres como ella. Atrás quedaron los años en el que se utilizaba el concepto de crimen pasional para justificar estas acciones violentas. La Ley de Violencia de Género ha puesto luz sobre estas ideas arcaicas y ya nadie puede justificar el maltrato de ningún tipo como resultado de un amor desmedido. Si hay violencia, no hay amor. No hay neutralidad ante semejante lacra. Se debe juzgar a quien ejerce la violencia y se debe proteger a quien la padece: "La violencia de género es blanco o negro: o estás con la víctima o estás con el maltratador. Hay que tomar una decisión muy clara".