Alain, errores de tres en tres

telecinco.es 12/12/2016 09:53

Hoy toca daguerrotipo de Alain, inusualmente posterior a su salida de la casa. Ayer fue protagonista del Debate y me llamó la atención una de sus respuestas. No puedo decir que me sorprendiera, más bien todo lo contrario. Por su tendencia a ser correcto y bienqueda pienso que debió equivocarse. Le preguntó Jordi González si echaba de menos a Meri, y dando unos cuantos rodeos vino a decir que no. Explicó entonces que ahora solo le importa su familia y entorno, que no ha tenido tiempo de pensar en nada más, que solo hace tres días que salió de la casa. Muy significativo todo.

Habría sido mejor decir que se siente liberado, que está muy tranquilo desde que no tiene a Meri al lado. En su explicación algo me chirría. Siempre me he creído cuando un concursante cuenta que echa de menos la casa nada más salir. Que echa de menos su olor y sus sonidos. Que echa de menos el ‘confe’. Y ponerse el micro nada más levantar. Decir que solo lleva tres días fuera y solo ha podido pensar en los suyos demuestra que él ha pasado por Gran Hermano, pero Gran Hermano no ha pasado por él. No ha penetrado su alma e inundado sus sentidos. No ha vivido esto con la pasión que le pido a un concursante.

Alain es de esos concursantes más preocupados por lo que se viera de él desde fuera que por disfrutar de esa experiencia y vivirla con plena entrega, dejándose llevar, sin tristes ataduras. Anoche me pareció más triste aún que dentro de la casa. Con traje de enterrador y un tono de voz apagado, lo tenía complicado para lograr mantener despierta a la audiencia. Hasta Jordi pidió un café para Alain, porque estaba a punto de dormirse él mismo. Sin embargo, no tuvo pereza alguna a la hora de levantarse para recibir un premio que era para Meri. No se puede decir que estuviera muy amable con ella, aunque confieso que esperaba ver el comienzo de su campaña en contra de esta concursante y no llegó a tanto. Veremos si dentro de una semana se puede decir lo mismo.

Es cierto que Meri ha atravesado la barrera que separa una normal fascinación por una persona y la obsesión. Bailar con una foto de Alain mientras se hace un selfie parece una parodia de sí misma, algo más propio de Alex Forrest en ‘Atracción fatal’. La ausencia de Alain hace que Meri esté más convencida ahora de que está enamorada. Son palabras mayores, lo cual no quiere decir que sean palabras de una mujer trastornada. Puede que simplemente esté enamorada. Si ella lo dice por algo será. Lo que ya da un poco de reparo es que le dijera a Alain el jueves en la sala de expulsiones: “¿Por qué te has puesto colonia?”. ¡Basta! Todo tiene un límite, lo sepa o no Meri. Ha faltado poco para que defienda a Meri como una mujer enamorada y herida por la ausencia del hombre que ha logrado fascinarla. Me hubiera encantado hacerlo, pero así no. Se me hace demasiado cuesta arriba.

A pesar de todo, entre la intensidad excesiva de Meri y la frialdad distante de Alain me quedo sin dudarlo con lo de la catalana. Tiene más de una semana para ir empezando a olvidarse de su compañero de concurso y llegar a la final sin hipotecas ni pesadas cargas. Tiempo más que suficiente para reivindicarse como concursante independiente, cuyo concurso ha sido más que una fracasada relación con el francés.

Meri sigue siendo mi ganadora, aunque mire para otro lado cuando arranca de la pared la foto de su amado, la abraza y empieza a dar vueltas como si estuviera bailando con él. Como ritual me produce más miedo que risa. Un baile macabro con el virtualmente extinto. Lo que nos faltaba.

Ayer Bea y Meri tuvieron una nueva pelea con inmediata reconciliación. Lo definió muy bien Jordi: peleas de adolescentes. La diferencia con otras anteriores es que en esta ocasión terminó con la fea actitud de Bea, que propinaba a Meri un capón. Me lo puedo imaginar, porque verlo con precisión no fue posible: puño cerrado y dedo corazón ligeramente adelantado. Bea lo llamó un “nudillo”. Pues no se da un nudillo sin querer. Estaban las dos en la cárcel de la prueba. Los chicos mojaban a Meri, que se revolvía aprisionando a Bea y dándole algún codazo accidental. Frente a lo accidental de Meri el “nudillo” intencionado de Bea.

No dice nada bueno de Bea que tenga reacciones tan rechazables como esta. Todavía el día que le propinó un tortazo a Montse tuvo la justificación de que no había reaccionado bien por el susto, aunque antes se detuvo unos segundos, tiempo suficiente para pensarse mejor la reacción. Lo de ayer no tiene excusa alguna. Ahora bien, pedir la expulsión de Bea por esto me parece un exceso. Todo se produce en medio de un forcejeo, las dos moviéndose en un espacio reducidísimo como es esa cárcel de la prueba. La casi inmediata petición de disculpas por parte de Bea es también un punto a su favor, igual que para Meri lo es su generosidad al aceptarlas, sellando ambas la paz con un abrazo. Si tan poco tardaron ellas en olvidar el episodio, no vamos nosotros a reabrirlo ahora. Y si lo de Bea es una agresión por la que merece ser expulsada también debemos considerar de igual modo los cachetes que un momento antes le había dado Meri a Rodri en la cabeza desde la cárcel. O todos moros o todos cristianos.

Daguerrotipo de Alain

Define tibio el diccionario como “templado”, “Indiferente, poco afectuoso”. Correcto, aunque me falta una acepción que hable de tener el culo entre dos sillas, dar una de cal y otra de arena o ser bienqueda. Es tibia el agua templada, pero si se trata de una persona queremos decir que está entre el frío y el calor. O mejor aún, que no produce ni frío ni calor. Los tibios nunca ganan este concurso. Su posición habitual es entre el cuarto y el quinto puesto, aunque en ocasiones han llegado a estar entre los tres primeros. Pero ganar no. En esto el formato no ha cambiado. Alain es un tibio de libro. Su tibieza le lleva a no echar de menos la casa. Lo dije al principio, que no eche de menos a Meri se entiende, pero pocas veces he visto a alguien que casi llega a la final tan poco afectado por ese particular síndrome de Estocolmo que se produce en latitudes más cercanas, allá por Guadalix, en la sierra madrileña.

Además de tibio, Alain ha sido uno de los defensores de la moral, lo cual es una de las más grandes equivocaciones que puede tener un concursante. Los espectadores en su gran mayoría no queremos ver concursantes castradores, que ponen normas y confunden esta experiencia con un campamento paramilitar. Preferimos recrearnos viendo aquello que ni tenemos ni nos atrevemos a ejercer: libre albedrío y escasa corrección. Cuando no desparrame absoluto y liberación de ataduras. Una de las mayores vías de identificación del espectador con un concursante es que esté en situación de hacer aquello que nosotros no podemos. Olvidemos lo establecido. La mejor forma que tiene un concursante para ganar este concurso es que le audiencia votante se identifique con él. Ya sea porque fracasa en el amor (¿a quién no le ha pasado?), porque vive el sexo sin pisar el freno (¿a cuántos no les gustaría?), o porque aparenta ser más libre de lo que uno puede llegar a ser (y esto nos iguala a casi todos).

Siendo como digo, solo puede generar rechazo que aparezca un concursante, o un grupo, a intentar frenar el impulso amoroso, el desenfreno o la libertad de los demás. Es así edición tras edición, por lo cual sorprende que no sean capaces de darse cuenta de su error. Alain forma parte ya de esta categoría de concursante castrador y defensor de la moral. Amante de lo correcto y selectivamente contrario a todas aquellas actitudes éticamente reprobables. Siempre desde su punto de vista, religión e ideología, como es natural. Lo accesorio cobra inusitado protagonismo para ellos. Lo que se dice queda en un segundo plano, por debajo de cómo se dice. No importa que se digan verdades como puños si se hace a gritos. Porque gritar es malo.

Ellos deciden lo que está bien y lo que está mal, aunque está más mal en unos que en otros. Esa incoherencia echa por tierra tanta defensa de la corrección. Jamás vi a Alain alterado cuando eran Clara o Bea las que gritaban. Solo si lo hacía Bárbara y, muy especialmente, si era Adara. Y es que ellos son perfectos, sin mácula. No pasan un error porque ellos jamás se equivocan. Y si lo hacen no pasa nada. Ni siquiera pasa si cometen los errores de tres en tres, como Alain. Un error detrás de otro. Una noche tras otra. Porque estos “macarras de la moral”, como canta Serrat, solo ven el mal ajeno, nunca el propio.

Los correctos parecen tener siempre una gran capacidad de persuasión para poder hacer lo que ellos mismos critican en los demás. Por ejemplo, Alain puede tontear con varias chicas sucesivamente sin que nadie se rasgue las vestiduras. O Clara puede perfectamente declararse a Fer y luego insinuarse a Alain. Sin embargo, si Adara duda las dos primeras semanas entre Rodri y Pol parece que hubiera cometido un gran pecado. Creo que empiezo a explicar bien lo que pretendo decir. Alain empezó defendiendo la corrección en algo que le alabé. Se quedó solo junto a Pablo al cooperar en lugar de competir cediendo su caja para que pudieran salvarse Cris o Fer. Solo uno de los dos amigos podía convertirse en concursante de pleno derecho, y la caja podía lograr que fuesen ambos. Pablo y Alain cedían la suya para ello. En este caso el error creo que fue de los demás. Cuando la audiencia decide compensa colaborar.

Acertó entonces Alain, como lo habrá hecho infinidad de veces. También he de decir que en ese acierto influyó también que sea bienqueda de natural. Nada mejor para quedar bien que demostrar desde el principio el poco apego que tiene por el premio. Alain estuvo ausente durante semanas. Su protagonismo habría de llegar gracias al acercamiento de Meri primero, y por su cambio de rol tras quedar nominado la primera vez. A Meri le decía “no me gusta hacer payasadas”, “odio las discusiones” o “prefiero no meterme”. Es de esos concursantes que si no va con él directamente mejor no entrar. Más tarde, estando nominado, se levantaba de la cama para abroncar a los que estaban recenando. Estaba haciendo algo que había evitado durante más de un mes.

Alain evitó significarse en los posicionamientos durante mucho tiempo. Quiso ofrecer la imagen de no alineado, aunque no pudo ocultar su querencia por ese grupo mayoritario que lo miraba con recelo y cosía a puntos en las nominaciones. Su explicación del jueves pasado sobre que le importaba el buen ambiente en la casa, pero no las nominaciones, quedó en entredicho justo cuando se decía dolido porque Bárbara planease nominarle, cosa que nunca hizo. Entre creer a quienes le intentaban intoxicar o a Bárbara cuando le aseguró que no le había llamado mueble no tuvo duda ninguna de dar crédito a los primeros. Ni siquiera meses después es capaz de reconocer la generosidad de una Bárbara que ante la presión acabó aceptando que había podido llamarle mueble o similar.

El mueble ofendido de que se lo hayan podido llamar, y molesto porque hayan podido planear nominarle. Todo eso que estaba solo en su cabeza era mucho más importante que la realidad. Una realidad demostrada es que Bárbara no le llamó mueble ni zapato y que la idea de nominarle fue pasajera y descartada casi en la misma conversación. Que Alain no reconozca su error dice mucho de la soberbia que se gastan estos tibios. Debe ser que solo reconocen los errores cuando vienen de tres en tres.

Meri ha sido la cara y la cruz de Alain. Muchas más veces cruz, pero mucho me temo que sin ella su paso por el concurso habría sido de gran mediocridad y falta de interés. A Alain le ha dado vida que Meri se encaprichase con él, o como queramos llamarlo. Por eso llama la atención su amabilidad hacia Clara y lo duro que ha sido con Meri. Ni siquiera fuera de la casa le he visto pedir explicaciones a Clara por decir estas palabras: “¿Sabes lo que pasa? Que es un hombre mayor ya. Y se le ve que ha tenido una vida bastante complicada, a la par que de calle. Se le ve que ha tenido un problema de calle, y familiar, de algo seco o turbio”. Amable con Clara y despectivo con Adara, Alain nunca ha sabido valorar quiénes eran amigos y enemigos de verdad.

En su defensa insiste una y otra vez en que Meri nunca le dijo con claridad que le gustaba, solo que algunas cosas suyas le hacían gracia. ¿Alguien puede creer esto? ¿A quién quiere engañar? Naturalmente que lo sabía. Es la postura fácil. Exige una claridad que él no estuvo dispuesto a mostrar. La noche que Meri le pregunta sin ambages si habría tenido algo con ella en el caso de que hubiera tenido unos años más, Alain se traviste en jardinero evitando decir las cosas claras. Con un bonito símil botánico salió al paso. Por eso me hace gracia cuando escucho que Alain le dejó las cosas claras a Meri. Según él no habría podido hacerlo porque ella nunca le dijo lo que debió decir.

No me parece tan importante que se equivocase tres noches seguidas, sin que ahora quiera explicar qué hubo bajo el edredón para poder valorar el tamaño de su error, sino su incapacidad para entender posteriormente a Meri. No ponerse en su lugar, negarse a entender que para ella nada podía ser igual después de eso, revela una falta de empatía preocupante. Mucho peor esto que ser tibio. Alain no estaba obligado a hacer nada que no quisiera, pero al menos debería haberse puesto en las botas de Meri. Tal vez entonces la habría tratado de otro modo, con más cariño y delicadeza del que hemos visto estas últimas semanas. Él mismo se arrancó con energía la careta de caballero. Fue entonces cuando vimos que no era tan correcto.

Moleskine del gato

Veo la revista Esquire de noviembre y en una publicidad de Spainmedia Radio aparece, ¡oh, sorpresa!, Miguel Vilas, concursante de Gran Hermano y modelo internacional (¿?). Advierto que no he escuchado la entrevista, pero me hace gracia recordar a Miguel la primera semana de encierro acusando a Pablo de estar hambriento de cámara. ¡Madre mía!

El razonamiento de la amiga de Miguel es absurdo. Defiende que no le está creciendo pelo, tal como vemos todos en su testa. Y al mismo tiempo advierte que Miguel no es calvo. ¿Perdón?

La perfecta realización del Debate de anoche quedó empañada por otra reacción impresentable más de Ylenia. Nuestra boniato sacando los pies del tiesto una vez más. Tal vez debería estar preocupado por ella y esas reacciones tan extrañas que tiene, pero no puedo. Lo siento, me lo impide la vergüenza.