El final de una locura que no existió

telecinco.es 18/10/2016 09:08

Llegó el momento que habría de llegar. Anoche Adara se enteró de que Miguel se declaró en el apartamento a Pol, o como él dice le expresó sus sentimientos, porque niega que se declarara. Pol estaba en la encrucijada de contar o no contar, y finalmente decidió hacerlo. Tardó poco más de un día, desde que regresara del apartamento durante el Debate hasta anoche. En los sofás del jardín estaban Miguel, Bárbara, Meri, y Bea. De repente apareció Adara de forma inesperada. Parecía estar fuera de sí, y con la cara desencajada se dirigió a Miguel gritando hasta el límite de lo posible. “Eres un sinvergüenza. Un sinvergüenza de los pies a la cabeza. Tú no tienes vergüenza”, decía Adara. Por si no había quedado claro la primera vez, repitió hasta tres veces que Miguel es un sinvergüenza.

El rostro de Miguel permanecía impasible. Extremadamente serio y frío, con la mirada fija en Adara, sin reacción de ningún tipo. Adara seguía, subiendo aún más el tono aunque pareciese imposible: “¡Mala persona! Me has estado volviendo loca todos los putos días, pensando que no te gustaba. Me has hecho llorar mucho”. Adara estaba a punto de llorar y mientras expresaba su dolor porque Miguel la haya estado volviendo loca parecía estar enloqueciendo realmente. La casa enmudeció. Se hizo un silencio atronador y cómplice. Tan cómplice como han sido casi todos de ese tipo de fina tortura vivido por Adara, a quien trataron de enferma por ver lo que no existía en realidad, cuando todos sabían que era cierto.

Anoche fue la gran noche de esta edición. La verdad desnuda quedó al descubierto y nadie fue capaz de poner más parches para ocultarla. El juego de Miguel llegó a su final. En realidad, fue el final de una locura que no existió. Una locura que, unos más y otros menos, todos hicieron porque pareciera real, en lugar de un invento retorcido y malintencionado. Con poquísimas excepciones, como la de Bárbara, prácticamente todos han sido cómplices de esta gran simulación. Sabían que Miguel estaba teniendo sentimientos hacia Pol, pero seguían negándolo, haciendo creer a Adara que todo era producto de su mente. Adara era una enferma, loca e insegura, que veía lo que no era. Esa es la herida por la que ahora sangra. Una herida reabierta por Pol al contarle lo que Miguel le dijo en el apartamento.

No fue honesto Miguel con Pol. En la casa y el ‘confe’ ha afirmado que empezó a sentirse atraído por este compañero desde el segundo día. Sin embargo, a Pol le dijo que el flechazo había sido ese viernes anterior. Sin embargo, estuvo acertado al afirmar que la decisión de contárselo o no a Adara era suya y él la iba a respetar. Lo hiciera por quedar bien o porque realmente pensara que era lo apropiado, es de justicia decir que ahí estuvo impecable. Otra cosa es que asuma ahora la decisión de su amigo. Pol dijo que se lo había contado a Adara porque sentía que la estaba engañando si no lo hacía. Hizo bien, aunque no deja de ser reprochable que fuera tan torpe de no darse cuenta hasta que Miguel le puso la realidad delante de sus narices ante su pasmo absoluto.

Hablo de la realidad de Miguel y soy extremadamente generoso al considerar que su enamoramiento progresivo es cierto y no se ha subido a ese carro aprovechando que pasaba por su lado. Un carro que le iba a poder dar las migajas de protagonismo que no ha tenido al final con su forzada trama del bisoñé, desinflada antes de tiempo y no explotada como él había previsto. Creo que Miguel se emocionó con la historia, llevando todo a un extremo, hasta que le ha terminado estallando en su cara. No niego que Pol le gustase, se notó desde el principio, pero eso no quita para que haya aprovechado la ocasión para convertirse en efímera prima donna de cartón piedra.

En la radio, Noelia y Rodrigo no sabían qué decir. Durante muchos minutos permanecimos sin saber lo que estaba pasando, como tantas otras veces sintiendo que nuestra fidelidad no estaba siendo correspondida como debiera. Adara abandonaba finalmente la escena advirtiendo que nadie más vuelva a meterse en su relación con Pol. La casa seguía sumida en un incómodo silencio, insisto en que es un silencio cómplice, según yo lo veo. La tensión era tal que solo Bárbara podía romperla, y lo hacía con un discurso conciliador y justo, sin apretar las tuercas a Miguel. Bárbara fue, más que nunca, la voz del sentido común. Rodrigo lo reconoció después. “Bárbara ha hablado muy bien hoy”, decía y añadía después algún otro comentario elogioso hacia esta concursante.

El mensaje de Bárbara debió llegarle hasta el fondo a más de uno. De Miguel dijo que podía haber evitado muchas cosas y sobre el resto de la casa que no deberían haber tratado de loca a Adara sabiendo lo que sabían. Fue Bea la que más se dio por aludida porque ella estaba entre los testigos más directos de la confesión de Miguel en medio de una fiesta hace un par de semanas. Según la naranjita, tenía que haber sido Miguel quien se lo contase a Adara, y no ella. No se trata de eso, bastaba con haber evitado de algún modo que se siguiera dejando a una persona de estar inventando una realidad que algunos como Bea sabían de muy buena tinta que era cierta.

Son cosas bien distintas reconocer o no que te gusta alguien y dejar de fantasiosa a quien piensa que sí te gusta. No se trata de si los celos de Adara están o no justificados. No pasar de ahí es quedarse en la espuma sin ganas de profundizar. Lo importante es que Adara supo ver que a Miguel le gustaba Pol, con lo cual sus caricias y miradas cobraban otro sentido. Sin embargo, todos le negaban que así fuera, empezando por el propio Miguel. Anoche se escudaba en que fue a hablar con ella y solo recibió sus insultos, pero lo que hizo Miguel en aquella conversación es decir a Adara que tenía un “problema de celos terrorífico”, negando que entre él y Pol hubiera nada más que una amistad.

El enfrentamiento entre Clara y Adara en el que esta es arrinconada contra una pared fue precedido de una negación más de Miguel. Recuerde el lector aquello de “chico puede ser amigo de chico, chica puede ser amiga de chica”, etc. No bastaba con poner a Adara la etiqueta de celosa compulsiva, sino que también había que dejar caer la acusación de homofobia. Pero no se trataba de eso. Igual hubiera pasado, si no peor, tratándose de otra mujer. “Nadie ha dicho que dejéis de hablar, sino que dejéis de sobaros. ¿Es tan loca la idea de que os dejéis de sobar?”, decía Adara en aquella conversación con Miguel, de la que salió tan ofendido. Frente a esto, el agravio de ser acusada de “celosa”, “posesiva”, “insegura”, “enferma” y “loca”. Mientras tanto, el ‘lince’ Pol seguía asegurando que no había nada, cuando no acusaba a Adara ante sus amigos de ser una “víctima barata”.

Solo Bárbara se atrevía a romper el silencio sepulcral en el que había quedado sumida la casa, de igual forma que fue ella la única capaz de templar y calmar a Adara. Las dos amigas se fundían en un abrazo que recuerda mucho al grito de “juntas hasta el final”. Anoche Bárbara estuvo impecable de principio a fin, demostrando que tiene madera de ganadora. No se puede hacer mejor, apoyando a Adara, pero sin agobiarla. Sin contribuir a empeorar el mal ambiente en la casa, tranquilizando a Pol y dejando que la pareja tuviese su momento de soledad cuando tocaba. Extraño me pareció que Miguel no tuviera un discurso pensado. Bárbara le dejó perdido y sin saber responder. Al rato decía Miguel: “Tiro la toalla”. ¿Acaso esperaba que cuando Adara descubriera que tenía razón iba a responder de forma educada y relajada?

Lo más gracioso de todo es que este pasado fin de semana han saltado contra Rebeca por haberse acercado a Rodrigo y Alain, cuando ni Bea ni Meri tienen nada con los respectivos. Estas mismas concursantes son las que anoche justificaban a Miguel y casi se ponían de su lado. Aunque la casa en pleno decidía anoche mantenerse al margen. Tarde, demasiado tarde. La mayor preocupación de Rodri, expresada de forma repetida anoche, es la vuelta de Clara esta noche y lo que puede pasar entonces, toda vez que fue ella la que más enérgicamente atacó a Adara por estar inventando algo que hoy sabemos cierto.

No puedo acusar a Bea de dar su apoyo a Miguel, permaneciendo algún tiempo a su lado mientras no estuvo nada junto a Adara. Y no puedo hacerlo porque Bea intentó acercarse a su compañera. Lo hizo con tiento, preguntando si le apetecía hablar o prefería que no. Adara volvía a explotar: “Bea, déjame en paz, ¿vale? Lárgate”. Estoy seguro de que hablarán pronto, aunque no puedo asegurar que Adara logre entender que Bea no la defendiera en ningún momento, lo cual en este caso era sinónimo de hacer una defensa de la realidad. Bea no parece dispuesta a pedir el perdón de Adara, lo cual huelga recordar que no ha hecho nadie hasta el momento.

Mientras tanto, en el apartamento la cena romántica que preparó el programa para Clara y Fer terminaba en discusión. Los dos se acostaban bien pronto, con acusaciones mutuas de no querer solucionar la situación. Habrá que ver si siguen estancados en lo mismo o la cosa ha evolucionado y estamos ante un nuevo conflicto, pero más bien creo que no. Es algo parecido a lo que pasa entre Rodri y Bea, que le dan vueltas siempre a lo mismo en una conversación desesperante estancada en una posición algo egoísta por parte de él, aunque le entiendo perfectamente. Rodri no quiere perder a Bea. No quiere que discutan nunca. Pero tampoco quiere enrollarse con ella. De ahí viene todo el conflicto.

Antes de esa discusión con la que acabó la jornada en el apartamento habíamos visto a Clara y Fer haciendo innumerables planes para cuando vuelvan a la casa con el resto de sus compañeros. Como si estuvieran en un colegio mayor imaginaron formas de vengarse de Bárbara y Adara, a quienes aún no han perdonado que les quitaran el poder. El primer plan, ya apuntado ayer, es tirar el tinte de la compra antes de que pueda ser usado. A modo simbólico, Fer piensa en la opción de verterlo al pie de la encina en el jardín, ya que el tinte es para tapar las raíces de Bárbara y los árboles también tienen raíces. No sé, igual es que me cae gordo este concursante, pero yo diría que es una idea algo infantil.

El otro plan acariciado ayer en el apartamento es hacer creer a Bárbara que Clara y Fer se han terminado enrollando. Esto podría tener algo de gracia de no ser por la mala intención con la que lo han planteado. La forma ideada es hablarlo a voz en grito en al baño cuando Bárbara se esté duchando. Sospecho que se daría cuenta del cutre montaje. Creo que pretenden dejarlo para después de la expulsión del jueves, porque valoraron que Clara buscase otro cómplice en caso de que el expulsado sea Fer. Un cómplice relativo, porque no piensan ponerle en sobreaviso y será engañado igual que los demás.

Durante los días de estancia en el apartamento, Clara y Fer se han contagiado mutuamente de su veneno, convirtiéndose en los reventados máximos de esta edición. Hasta planeando estas bromas en lugar de divertidos más bien parecían amargados. Comparto con Rodrigo cierto temor ante lo que pueda suponer el regreso a la convivencia de estos dos concursantes.

Moleskine del gato

Miguel decía anoche antes de la cena: “Fer ha pasado a la historia. El cocinero de esta casa es Alain”. Si lo llega a escuchar Fer igual explota.

Vistas con la perspectiva de lo sucedido anoche, cobran otro sentido las imágenes que mostraba el resumen diario de anoche en Divinity, con Pol haciendo una especie de striptease, cutre remedo de ‘9 semanas y media’. Fue antes de que Miguel se declarase, pero igualmente me parece poco acertado. Pol no ha tenido medida. Se ha negado a confiar y dar crédito a lo que decía Adara. Ahora lo ha de lamentar.

Hoy asistiremos a la resolución de la prueba semanal. Las integrantes de El Club pueden cometer solo 25 fallos en las letras de las canciones. Doy fe de que no se saben ni una entera. Mucho me temo que o hay algo que no sepamos o la prueba será muy posiblemente no superada. Clara y Fer se pueden quedar con las ganas de tirarle el tinte a Bárbara.

Y dejo cartelera, con Miguel en ‘Teen Wolf: de pelo en pecho’. Por Montse Juanilla.