Suso no supera la prueba de las tres rejas
Cuenta la leyenda que el joven discípulo de un sabio filósofo le avisó un día de que estaban hablando de él con malevolencia. Este le preguntó si había hecho pasar por las tres rejas lo que le iba a contar. "¿Las tres rejas?", respondió el joven, a lo que siguió la explicación del filósofo. "Sí, la primera es la reja de la verdad. ¿Estás seguro de que es absolutamente cierto lo que me ibas a decir?". La respuesta fue: "No, lo he oído comentar tan solo".
"Entonces al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Esto que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?", preguntó el sabio y el discípulo volvió a negar: "No, en realidad no. Al contrario..." El filósofo continuó su explicación: "¡Vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?". Tras la tercera respuesta negativa, concluyó mientras esbozaba una sonrisa: "Entonces, si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido".
La prueba de las tres rejas se puede aplicar no solamente a comentarios como los que el discípulo pretendía trasladar a su idolatrado filósofo. Podríamos hacer pasar por las tres rejas al propio discípulo, que posiblemente tampoco lograría atravesar alguna de esas rejas. Atendiendo al abrumador apoyo que constato tiene Suso entre la opinión recogida por el programa y, según los porcentajes oficiales, el que ha logrado recabar por parte de la audiencia votante, podríamos colegir que este concursante pasaría ufano por la última reja, convirtiendo la prueba en un paseo triunfal para él.
Pero si yo pienso en Suso lo imagino encallado en la primera reja, y lo mismo sucede si quiero saltarme el orden y pretendo virtualmente hacerle atravesar las dos siguientes. Suso en la reja de la verdad rompería los goznes de la puerta sin que esta terminase de ceder nunca. Antes tendría que derribarla de un manotazo, y eso no es atravesar la puerta sino prescindir de ella. Suso ha utilizado la mentira de forma recurrente en su paso por la casa de Guadalix. El fin justifica los medios para él, por lo que no tuvo reparo en mentir al decir que alguien le había dicho que Ivy pensaba nominarle, o cuando convenció a Raquel de que Quique la había llamado falsa siendo una vez más mentira. Mentira sobre mentira, y sobre mentira una.
Suso está siempre actuando. Lo hace cuando habla y mira a las cámaras. Diría que hasta actúa cuando piensa. Pero es que el propio Suso parece ser una gran mentira, según nos pretenden convencer quienes fueron sus compañeros y están hoy fuera de la casa, descabalgados a las primeras de cambio y alejados del hoy venerado por la opinión casi única, o tal vez habría de decir el susismo con linaje. Nos repiten una y otra vez que el Suso real no es el que hemos conocido, porque resulta que hay otro Suso, el Suso segunda edición, muy distinto al primero. De forma que estamos observando un Suso de mentira, mala réplica del auténtico. Si me permiten la frivolidad, mientras no aparezca el de verdad yo seguiré tomando al Suso conocido como una gran mentira. Consiste únicamente en aplicar al análisis la lógica y el sentido común.
Arrastrando a Suso por un lado de la reja de la verdad, haciendo una de esas trampas a las que él está tan acostumbrado, llegamos a la de la bondad. Permítanme que vaya a contracorriente y vuelva a cometer el pecado de leso 'granhermanismo', criticando al pobre Suso, víctima de una realidad adversa. Me fustigaré por pensar que este concursante ha sido tan poco bondadoso como escasamente empático con algunos de sus compañeros. Diría que él ya conoce a esa persona que todos respetamos y, en alguna medida, reverenciamos. En su caso es él mismo.
Solo hay una cosa en la que coincido con esa realidad paralela que a veces se presenta ante mis ojos como una ensoñación. Y es que Suso está enamorado. Así es, creo que Suso ama profundamente a Suso. Se quiere a sí mismo. Diría más, se idolatra, se admira y se adora con auténtica devoción. Es fanático del susismo, el talibán más radical, entusiasta exaltado capaz de fundar una religión susista y no permitir que nadie profane sus templos con la escasa pureza de todo aquel que no sea él mismo. Todos los demás son feos o sosos. Y, si por un casual, parecieran más ilustrados y con mayor formación que él, la solución es convertir la virtud en defecto y ridiculizar lo bueno como si fuera malo. El susismo imperante, cuya doctrina nos invade, hace burla de esos templos del saber que son las bibliotecas.
Para Amanda, susista sin saberlo, el agua hierve a los mil grados centígrados. Si le preguntáramos, dudo que aproximase más la respuesta sobre cuál es la temperatura a la que el papel de los libros se inflama. Nos lo enseñó Ray Bradbury en su novela 'Farenheit 451', que convertido en centígrados equivale a 232,8 grados, exactamente. No puedo evitar pensar en esa brigada de bomberos vestidos de blanco impoluto en la película de Truffaut, quemando los libros que encontraban a su paso con el fin de acabar con la falta de felicidad que estos causan porque llenan nuestras vidas de angustia. Para Suso y su legión de seguidores, sus enemigos son los de la ‘biblioteca’. Cualquiera diría que tiene un trauma con esto, como si en lugar de haberse caído de pequeño en una marmita con la poción mágica, como Obélix, hubiera tropezado con un libro en la biblioteca y se hubiera golpeado la cabeza. O algo.
Diría que Suso disfruta con el mal ajeno. Su única estrategia en el juego ha consistido en poner en aprietos a los demás utilizando cualquier táctica posible, en una demostración clara de falta de principios. En su egocentrismo, el sufrimiento de los demás es intrascendente. Cualquier cosa vale si es favorable a sus intereses, incluso si sencillamente le divierte. No le ha importado tener a toda la casa en vilo, pero cuando ha sido él perjudicado se ha revuelto como un animal herido, dispuesto a morir matando. No solamente le ha faltado empatía y buenas intenciones, también ha sido egoísta y poco justo. Para él tiene que ser el lado amplio del embudo, ley a la que se atiene casi siempre.
Y, por último, una vez profanada la segunda reja, llegamos a la de la necesidad. Aquí, amigos míos, nos encontramos con una reja de alta seguridad, imposible de cruzar. Aunque forzásemos el paso por las dos anteriores, no podríamos franquear esta con un tipo como Suso, que en estos dos últimos días ha estado casi desaparecido, demostrando que no es en absoluto necesario. Más bien diría que su presencia nos puede privar de observar movimientos interesantes en el resto de concursantes, que están viviendo otro concurso diferente.
Suso no da juego, lo enturbia y dificulta que todo fluya con naturalidad. Mientras algunos de sus compañeros concursan y están luchando por ganar, él solamente busca la repercusión mediática suficiente para rentabilizar su paso por el programa una vez esté fuera. Ciertamente, ahora desea quedarse, pero no es por otra cosa sino porque su ego quedaría seriamente dañado si pierde con un ‘biblioteca’, que además es feo y según algún opinador debe tenerle envidia. Excuso decir lo delirante que resulta la idea de que un médico especialista en oncología, inteligente y educado, capaz de convivir con una docena de personas sin ofender ni amenazar a nadie, pueda tener envidia de un tipo ignorante, machista y agresivo como Suso.
La realidad ha demostrado que Suso es absolutamente prescindible. Su más que posible salvación mañana hará que nos perdamos ese sutil juego de apuñalamientos por la espalda que se lleva fraguando en la casa desde el sábado, y que me tiene realmente fascinado. La fragmentación natural del grupo mayoritario, el modo que se van decantando nuevos grupos, todo esto queda en un segundo plano ante la zafiedad prescindible del juego de Suso. Como amante de este programa, lamento profundamente que esto suceda. La historia de este concursante está agotada. Es necesario pasar página para no dinamitarlo todo y quedarnos con las ruinas de una edición que pintaba extraordinariamente bien y puede quedarse en una susonada extravagante y absurda.
En definitiva, Suso no pasaría la reja de la verdad, ni la de la bondad ni la de la necesidad. Fíjese el lector lo que esto supone. Porque en este programa lo que no es necesario sobra. Porque la base de todo esto es la realidad, no en vano el formato inaugura todo un género televisivo que lleva esa etiqueta. Y, por encima de cualquier otra cosa, si algo espero es tener que analizar el devenir de gente buena. Lamento decir esto, pero Quique me parece buena gente, Marta me parece buena gente, Sofía me parece buena gente, Ivy me parece buena gente, Vera me parece buena gente, Aritz me parece buena gente, y así uno tras otro. Con sus defectos y sus errores, pero me parecen buena gente. No puedo decir lo mismo de Suso.
Lo peor de todo es que estamos haciendo protagonista a un tipo que no debió serlo nunca. No me culpen, esa responsabilidad me es ajena. Me hace gracia escuchar la opinión ampliamente extendida de que todos menos Suso son muy aburridos. Si esto fuera así, deberían buscar las culpas en quienes hicieron el casting. Menudo fracaso si todos menos uno son unos aburridos. Sucede que esto es sencillamente falso. Pero insisto, las reclamaciones aquí no se hacen al maestro armero, sino a los responsables de la selección de concursantes, con nombres y apellidos. Vayan a echarles a ellos la bulla y olviden esta cansina murga de los muebles. Si ser mueble es no amenazar con tirar abajo la mesa de billar y no abalanzarse a un compañero en un agresivo arrebato de furia, yo quiero que se llene la casa con esa clase de muebles.
Ayer Carolina e Ivy daban santa sepultura al plan que ellas mismas habían urdido y que no prosperó porque nadie les dio su apoyo. Era previsible que harían balance de daños e intentarían evitar quedar mal ante sus compañeros, pero ni ellas podían prever la difusión que su plan iba a tener ni yo podía imaginar que decidieran desactivarlo de la forma que lo hicieron ayer. Llamar a los artificieros de la policía hubiera sido una medida más discreta para desactivar esta bomba. Nada comparable a contarle el plan a los que iban a ser sus damnificados. Es decir, Aritz (que ya lo conocía), Amanda y Han.
La bomba casi explota en la cara de sus protagonistas cuando ayer Marta se quedaba un rato charlando con Amanda, Aritz y Han, precisamente los objetivos nominatorios del plan de Carolina e Ivy. La razón de esta charla fue que Marta había matado una araña, algo inocente y en absoluto relacionado con la trama que comento. No lo pensaron así Carolina e Ivy, convencidas de que algo se estaba tramando entre Marta y sus tres contertulios. El miedo no las paralizó en este caso y temerosas de que Marta podía estar contando su plan decidieron desactivarlo hablando ellas directamente con Amanda, Han y Aritz. Supongo que pensaron en la ventaja de darles la versión más dulcificada y amable, esa que convierte una propuesta de pacto en un simple comentario hecho de pasada. Pero todos sabemos que no fue así, porque pasaron tres días intentando encontrar alguien que les comprase el pacto. Sin éxito.
Diría que todos menos Sofía estaban interesados en cargar las culpas en Marta. El que más y el que menos había contribuido en difundir el plan. Quique y Nied ocultan durante mucho rato que fueron ellos quienes se lo contaron a Marina. Nied lo termina reconociendo por la tarde, aunque viene a cargar las culpas a Quique. He de decir que sin repasar las imágenes de ese momento no soy capaz de recordar si realmente Marina lo terminó sabiendo más por él que por ella. Por su parte, Vera y Carlos azuzan un poco a Carolina e Ivy en contra de Marta. Hasta Aritz piensa que Marta es culpable de que se haya sabido. Según él, es la reina del ‘piqui-piqui’.
Marta nota cierta tirantez en Ivy y Carolina. Se cruza con esta última por el pasillo y le pregunta qué le pasa, recibiendo un “nada” por toda respuesta. Una seca reacción que dice mucho. Marta está convencida de que han estado hablando de ella, y nada bueno. Sofía viene a acrecentar sus temores al decirle que ha escuchado la palabra “metemierda” ('meté mierdé' en francés, que diría la Esteban) en el otro dormitorio. Como era de esperar, Marta llora. Mi querido @lmedina lleva la cuenta con precisión: hacía cuatro días que no lloraba. Todo un récord.
La fractura en este momento es clara. De un lado Marta, Nied y Sofía. Del otro, Carolina e Ivy, en un principio apoyadas por Carlos y Vera. Al final del día Carlos se mantiene ligado a uno de los nuevos subgrupos nacidos esta semana. Es normal, dado que Ivy es su pareja y no le consentiría a Carlos ninguna disidencia. Estoy de acuerdo con Nied cuando le definía anoche como “calzonazos”. Añadía que también es “tontito”, pero esto lo dejo al juicio del lector. Por otra parte, Nied intentó anoche tirar de Vera hacia su lado. Lo tiene fácil porque Vera sigue babeando por ella.
Ayer Nied y Sofía brillaron con luz propia. Diferencia de otros concursantes que se tienen que disfrazar de payasos para hacer vídeos (Amanda y Suso anoche), yonquis de los focos y el relumbrón falso. En esta nueva división de grupos, Aritz y Han son pareja de hecho (como ellos dicen) y no se definen. Eso sí, anoche los dos coincidían en que no iban a nominar a Marta. Aritz cambió de opinión después de que la periodista fuera a hablar abiertamente con él. Su relato fue bastante fiel a la realidad, y Aritz se lo compró.
Me quedan descolgados Quique y Marina. Creo que Marina irá donde esté Quique, y este de momento anda analizando la situación, recopilando una información que le puede ser muy útil a la hora de nominar, si es que un milagro le salva mañana de la expulsión. Aunque ya se anuncian nominaciones diferentes, con lo que el juego puede irse al traste otra vez y los que disfrutamos analizando esa bonita partida de ajedrez que a veces presenciamos en Gran Hermano puede que veamos el tablero volcar, saltando todas las figuras por los aires.
No lo vimos en directo, pero sabemos contado por Carolina e Ivy que ambas se juntaron con Amanda, Han y Aritz para contarles de primera mano lo del pacto, convertido en comentario, lo que este gato caprichoso llama borrador en fase beta. Ya lo dije antes, es un modo de desactivar la bomba, aunque dudo mucho que puedan evitar sus consecuencias. Esta puede ser una bomba con onda expansiva, aun sin haber explotado.
Al final Carolina e Ivy acudieron a un dormitorio para encontrarse con Marta. “¿Qué es lo que te pasa?”, preguntó Ivy, y ahí comenzó una charla que no parecía pretender desatar nudos sino dejar claro que cada una está en su sitio, y se trata de lugares diferentes. La conversación no fue a cara de perro, aunque tuvo algo de juicio donde Carolina e Ivy eran juez y parte. Sospecho que tras todo lo sucedido, estas dos concursantes se pueden llevar algunos votos. Confío en que así sea por parte de Sofía, ojalá también le siga Nied, aunque anoche pensaba nominar a Amanda, Han e Ivy (no a Carolina) y tanto Aritz como Han coincidían anoche en que preferían que salieran nominadas Carolina e Ivy. La onda expansiva, ya digo.
Moleskine del gato
Dos apuntes para terminar con una leve sonrisa. No superaron la prueba y el ‘súper’ les comunicó que habían hecho 9 misiones fallidas de las 30 realizadas. Entonces Suso preguntó: “¿Hemos pasado alguna?”. “Sí, 21”, contestó el 'súper’. A ver, 9 más 21 son… tú puedes, Suso. Antes de eso hacían una última misión, con Carlos convertido en payasín dándole tartazos a todos. El ‘súper’ le pidió que lo hiciera con más brío. Entonces Carlos preguntó: “¿Qué es brío?”. Pues eso.
Los porcentajes oficiales no fueron ciegos anoche. Empezaron con unos 12 puntos de diferencia, a medio programa se había reducido a 6 puntos y finalmente se produjo el sorpasso. En ese momento, Jordi González pidió a la madre de Quique valoración sobre la subida de los votos para su hijo. Ciegos no fueron. Al final, menos de 2 puntos de diferencia, a favor del que había ido por delante todo el tiempo. Lo dicho, Quique lo tiene crudo. España es susista. Es para apearse en la próxima. ¿Que no?