Honradez

Mercedes Milá 25/01/2014 08:39

Es una palabra que nos acompaña aunque no siempre la respetamos. Honradez es aquello que define a las personas que hacen las cosas sin engaños. Honradez es algo profundamente humano.

No puedo decir si siempre logró serlo porque no viví con él, pero sí puedo y quiero repetir las palabras que escuchamos sin descanso los que tuvimos la inmensa suerte de asistir en el Circo Price, en Madrid, al Encuentro, que hasta eso fue honrado, entre artistas que querían recordar a un compañero con su familia y sus amigos. Todos los que llenamos los asientos sin dejar un sitio libre las tres noches seguidas, y todos los flamencos que quisieron subir al escenario, compartimos una palabra, honradez, para definir a Enrique Morente, que en paz descanse.

Todos sabemos que es muy difícil que solo se escuche hablar bien de un ser humano, casi imposible. Enrique Morente es la excepción. Me acordé muchas veces de Mandela, de Nelson Mandela, en esas horas llenas de cante y de arte. Morente y Mandela, por qué no: dos personas que quisieron que su vida fuera un homenaje a la justicia y a la honradez.

Ahora que la vida me ha llevado a la vera de su hija Estrella y su marido, Javier Conde, quiero compartir con vosotros la emoción y las entrañas de unos artistas que nos conmovieron.

El flamenco es un mundo aparte. El flamenco nace del grito del alma, del quejío, de la belleza misma. No soy experta ni siquiera soy seguidora de ninguno de los artistas que subieron al escenario en Madrid. Tan solo soy capaz de emocionarme y dejarme llevar a donde ellos quieran, si sus voces, sus palmas y su compás me arrastran, me atraviesan. Eso fue lo que ocurrió en unas noches que compartimos vigilados por la mirada socarrona y la sonrisa cómplice de un cantaor valiente y honrado, un hombre libre y generoso. Es curioso que cada palabra que va saliendo de mis manos me acerca más a aquello que busco desde que tengo memoria: honradez, valentía, generosidad. Todo eso definió a un granaíno que tuvo tres hijos biológicos y decenas más que lo consideraron su padre, su hermano, su amigo.

Todos nos entregaron a manos llenas lo que le hubieran llevado a Morente, si pudieran volver a insuflarle la vida, como si de un pesebre se tratara. Todos lograron hacer grandes sus corazones y llenar de luz cada instante de esas horas que la familia de Enrique nos regaló.

Cuando Miguel Poveda, con su tipito pinturero y su excesivo corte de pelo que le perdono porque le adoro, solo por eso, rompió la noche, nos invadió la felicidad.

Cuando Tomasito abrió la puerta de la risa y la emoción, para no cerrarla más.

Cuando Arcángel se presentó serio y emocionado y cantó por Huelva como no lo hace nadie. Eso le escuché decirle al poco de terminar a la gran Carmen Linares, logrando que, el cantaor que triunfa donde va, se emocionara profundamente.

Cuando la propia Carmen abrió su garganta y calló a miles.

Y por fin, cuando Estrella, su adorada hija Estrella, nos regaló el futuro. En esos momentos todos sabíamos ya que nadie nos podría quitar esas horas mágicas que se quedarán para siempre en nuestra memoria, en nuestro ADN emocional.

Gracias Javier, maestro, torero, belleza masculina y compañía insuperable para una cantaora que quiere recorrerlo todo, que no dirá que no a ningún experimento que salga de su garganta porque jamás olvidará a su padre, sus consejos, sus obras, sus riesgos.

Si algo quedó claro esas noches madrileñas fue que Enrique Morente fue fiel hasta el último día de su vida a la libertad; que jamás se permitió dar lecciones a nadie con la palabra; que nunca se achicó ni se escandalizó frente a ninguna música, si esta era de calidad, la cantara quien la cantara.

La familia Morente Carbonell, desde la abuela con su pelo blanco y su garganta viva, hasta el último de sus miembros tocando palmas, nos regaló lo que saben hacer, lo que les une y les hace felices: la música, el flamenco, el cante y el baile, y lo hicieron para recordar a un ser humano que cumple a la perfección lo que define la RAE de la palabra honradez: rectitud de ánimo, integridad en el obrar.

Gracias a todos de todo corazón.