"Yo estuve en el corredor de la muerte"

MANUEL AGUILERA 05/12/2008 08:14

"Lo más sobrecogedor de lo que viví en la prisión de Raiford tuvo que ver más con el sonido que con la imagen. Cuando una reja automatizada se cierra a tus espaldas y emite un quejido metálico, te da la sensación que jamás volverá a abrirse. Eso es lo que debió sentir Pablo Ibar y sus 320 compañeros del penal de Raiford.

Todos esperan que un día un guardia abra su celda y les comunique que ha llegado su hora. La noche anterior a la entrevista, Fernando, el cámara y yo, la pasamos en Starke. Los únicos visitantes que llegan a este lugar son los familiares de los presos de Raiford por lo que la acogida no fue muy calurosa.

En la única hamburguesería abierta a las 10 de la noche, el camarero nos pregunta qué hemos venido a hacer allí. Cuando le contamos que vamos a hacer una entrevista a un preso español condenado por el asesinato de tres personas, su pregunta es inmediata: ¿las víctimas eran americanas? Cuando respondimos que sí, la charla se termina. 1

Por el contrario, los guardianes de la cárcel fueron amables con nosotros. Cuando empezamos a cruzar galerías, abriendo y cerrando puertas el guardia no paraba de hablar. Tanto que en su despiste nos llevó al lugar equivocado. Nos introdujo en un pabellón similar al que está encerrado Hannibal Leccter en la película "El silencio de los corderos". Pero en este caso los presos están esposados de pies y manos, y sentados porque el asiento no les deja espacio para estar de pie.

Nadie repara en nosotros. El silencio es absoluto. La mayoría de ellos tiene la mirada pérdida. Todos han cometido al menos un asesinato y están pagando por ello. El que sí se da cuenta de nuestra presencia es un guardia que le grita a su compañero, nuestro guía, "aquí no es. Es allí". 2

Por fin llegamos al lugar de la entrevista. Será en un locutorio con un cristal en medio. No podremos tocar a nuestro interlocutor. Esperamos diez minutos hasta que se abre la puerta al otro lado del cristal. Pablo nos sonríe cómplice mientras un guardia le quita las esposas. Chocamos nuestras manos a través de un cristal y comenzamos a hablar. El tiempo es oro y sólo tenemos 60 minutos para la entrevista.

Pablo habla de lo que pasó o mejor de lo que no pasó, porque según su versión cuando mataron a las tres personas por cuyo asesinato cumple condena, estaba con su entonces novia Tanya, hoy su mujer. Ella es la que le mantiene vivo. La que le da la fuerza para levantarse cada mañana. La que le visita todos los sábados de 9 a 1, sea invierno o verano, llueva, nieve o haga un calor sofocante. 3

Dos duchas y dos salidas semanales al patio son su contacto con la realidad. Cuando la entrevista se acaba, Pablo sigue hablando mientras le ponen de nuevo las esposas. De nuevo el sonido de una puerta y el preso L-31274 desaparece.

La salida por las galería de Raiford la hicimos en silencio. Todavía impresionados por lo que habíamos vivido. En el patio, decenas de hombres negros gritan encerrados en estancias con rejas hasta en el techo. Es su momento de socialización. Pienso en lo que habrán hecho y porqué estarán allí. Pienso en salir de allí cuanto antes".